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miércoles, 29 de julio de 2015

La verdad sobre el Ché Guevara

La cruda realidad que hay detrás del mito izquierdista sobre el guerrillero

Che Guevara en la ONU, en 1964: “sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando”

Mie 29·7·2015 · 15:54 1
El mes pasado me referí aquí a un infame discurso del Che Guevara ante la Asamblea General de la ONU el 11 de diciembre de 1964. El mandamás castrista, responsable de multitud de asesinatos en Cuba (el periodista cubano Luis Ortega cifra las víctimas del Che en 1.897), reconocía sin rodeos:
“Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando.
Recuperando la Cordura ha hecho este vídeo en el que incluye ese discurso de Guevara. Con todo el cinismo del mundo, el guerrillero comunista negaba que su dictadura estuviese cometiendo “asesinatos”, justo después de reconocer que estaban fusilando y seguirían fusilando:
Hay que recordar que el propio Che Guevara asesinó a sangre fría a algunas de los presos políticos a su cargo, niños incluidos.
El motor ideológico del terrorista argentino: el odio
Lo que movía a ese asesino sanguinario era el odio puro y duro, como él mismo escribió en 1967:
El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal.
Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de sus cuarteles, y aún dentro de los mismos: atacarlo donde quiera que se encuentre; hacerlo sentir una fiera acosada por cada lugar que transite. Entonces su moral irá decayendo. Se hará más bestial todavía, pero se notarán los signos del decaimiento que asoma.”
Estas palabras han sido usadas durante años como una consigna por multitud de grupos terroristas, que han seguido la receta al pie de la letra asesinando y secuestrando allí donde se habían empeñado en reproducir las tácticas de asalto al poder recetadas por el terrorista argentino. Ha pasado más de medio siglo y ahí sigue la dictadura que ayudó a instaurar en Cuba, a base de fusilamientos, pero algunos llevan su rostro en la camiseta como si fuese la imagen de un libertador. Es más: en 2008 un alcalde de ultraizquierda levantó un monumento a ese asesino en Oleiros (La Coruña). Y luego nos vendrán a hablar de “memoria histórica”…
—outono.net/elentir/2015/07/29/che-guevara-en-la-onu-en-1964-si-hemos-fusilado-fusilamos-y-seguiremos-fusilando

viernes, 21 de septiembre de 2012

La libertad de expresión no incluye el insulto a los musulmanes

Un semanario francés de ultraizquierda hace escarnio del Islam

La intolerable violencia de los islamistas no justifica hacer escarnio de los musulmanes

Jue 20·9·2012 16:01  1   
En este blog nunca he ocultado mi opinión muy crítica sobre el Islam, ni me he guardado nunca el absoluto rechazo que me provoca la violencia y el terrorismo islamistas, que en muchos países del mundo tienen como principales víctimas -sin que la abrumadora mayoría de los medios digan ni una palabra al respecto- a cristianos como éste que escribe. Que los fundamentalistas islámicos respondan con violencia y crímenes cuando les ofenden es algo intolerable y que debe ser perseguido con toda la dureza de las leyes.
Eso no significa que apruebe a quienes hacen no una crítica del Islam -cosa que me parece legítima y hasta necesaria-, sino el escarnio de los sentimientos religiosos de los musulmanes. Y digo esto sabiendo que decirlo me puede acarrear incomprensiones. No hago más que mantener lo que dije aquí hace seis años: la libertad de expresión no ampara los insultos, el escarnio y las ofensas gratuítas a las creencias de los demás. Esos comportamientos intolerantes no son una forma de ejercer la libertad de expresión, sino una forma de abusar de ella. No todos los seguidores del profeta Mahoma son unos extremistas ni unos terroristas. Muchos se afanan por vivir pacíficamente su fe y no hay derecho a que tengan que sufrir la intolerancia y las más burdas faltas de respeto de unos energúmenos de un semanario francés de ultraizquierda, que hacen escarnio de sus creencias de la forma más descarnada e irresponsable, buscando notoriedad a base de echar un bidón de gasolina sobre una convivencia ya incendiada por la violencia de los fundamentalistas islámicos.
Por supuesto, la libertad de expresión incluye la crítica a cualquier religión, a sus dogmas y a sus códigos morales, pero entre eso y la ofensa gratuita contra sus creyentes hay una enorme distancia, de la misma forma que criticar a alguien no es equiparable a injuriarle. Yo he criticado muchas veces el Islam, su código moral y la actitud intolerante de una parte considerable de sus creyentes, pero jamás se me ocurriría hacer escarnio de Mahoma, ni de Alá ni de las creencias islámicas, y no porque tenga miedo a represalias, sino por el mismo sentido del respeto que me anima a no ofender a los creyentes de las demás religiones. Y lo mismo es aplicable al ateísmo y al agnosticismo: puedo no estar en desacuerdo con quienes tienen esa forma de pensar, pero nunca se me ha pasado por la cabeza insultarles, ni hacer de ellos una burla tenaz con el propósito de afrentarles: eso es el escarnio. En esto me parece aplicable el mismo criterio que se da en lo relativo a otro tipo de sentimientos colectivos. Yo puedo no estar de acuerdo con los distintos nacionalismos, pero jamás se me pasaría por la cabeza pisotear los sentimientos ajenos quemando una ikurriña o una señera catalana, o hacer escarnio de quienes se sienten catalanes y vascos en vez de españoles. El problema, me temo, es que en una sociedad que relativiza todo y que cuestiona hasta las más elementales normas de convivencia, la mofa de los legítimos sentimientos ajenos sin otro propósito que ofender ya es para algunos la panacea de la libertad. No podemos seguir así, porque por ese camino la convivencia se va al garete, haya o no fundamentalistas islámicos de por medio.
 outono.net/elentir/2012/09/20/la-intolerable-violencia-de-los-islamistas-no-justifica-hacer-escarnio-de-los-musulmanes

viernes, 29 de abril de 2011

Como animales de granja

Estaba intentando explicar en qué consiste en socialismo y se me ocurrió ese paralelismo. Un caballo en libertad hace lo que le parece en cada momento, pero a veces no encuentra pastos o le pueden atacar animales salvajes. Un caballo de establo siempre tiene comida y agua. A cambio sólo puede hacer lo que le dejan. Si el dueño decide que sólo sirve para arar la tierra, eso le toca. Si decide que no sirve para nada, lo sacrifica. El sistema socialista auténtico es exactamente lo mismo. A nadie le falta una vivienda, comida o agua, pero a cambio deben hacer exactamente en cada momento lo que les indica el partido. Sólo a unos pocos privilegiados les toca dirigir la granja y tomar decisiones.

El comunismo chino es todavía peor. Allí están como gallinas ponedoras en un cajón. Sin derecho a una vida digna, dedicados doce horas diarias a la producción, sin vacaciones ni seguridad social. Así, naturalmente el nivel de producción es impresionante. Todo son beneficios sin apenas gastos. Por eso China se ha convertido en una superpotencia; a costa, eso sí, de las vidas de los chinos. Aunque ahora están abriendo un poco el sistema, no creo que beneficie a muchos. La inmensa mayoría siguen produciendo. En comparación, unas gallinas de campo - aún incluso no siendo del todo libres - viven una vida relajada, poniendo huevos donde y cuando quieren. Eso es el sistema capitalista. No hay color.

martes, 4 de enero de 2011

Volver a empezar

Todos los años por estas fechas nos replanteamos la vida, pero lo cierto es que cualquier momento es bueno para cambiar. Es una de las ventajas de esta existencia azarosa e incierta que tenemos. Si todo fuera estable y estuviera perfectamente regulado, desaparecería la evolución individual. Aunque somos las mismas personas desde el momento de la concepción, las circunstancias nos van modificando. A veces tenemos algún control sobre los cambios; pero otras muchas dependen en gran parte del azar o, para quien tenga fe, del destino, del proyecto vital que Dios tiene para nosotros. Sin embargo, generalmente contamos con la libertad de seguirlo o negarnos a hacerlo.

Llama la atención como una situación de pocos minutos puede cambiar el curso de nuestra vida, o incluso una decisión no muy meditada marca el camino que vamos a seguir en adelante. Por eso, es importante ser muy consciente y vivir con los ojos muy abiertos. Porque luego cuesta mucho más retroceder y tal vez no se pueda. En este año que comienza, espero que aprendamos a recuperar el sentido de la responsabilidad sobre nuestros actos; especialmente en España, donde parece ser que, por tradición, es más habitual dejarse llevar. Cada mañana es un buen momento para volver a empezar y apreciar la vida en todo lo que vale. Aprendamos a manejarla y no dejar que ella nos maneje a nosotros.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Derecho a opinar

Hay veces en que me han dicho que yo no tenía derecho a opinar sobre un tema determinado por no tener experiencia propia. Quiero dejar claro que yo no estoy en un convento de clausura ni pertenezco a la Guardia Civil - que no puede opinar. El hecho de ser una mujer casada, ama de casa, no implica que no tenga conocimientos y capacidad mental para opinar sobre situaciones que yo no he experimentado. Después del derecho a la vida, lo principal que existe es la libertad de expresión. No hace falta estar en la guerra para saber lo que ocurre allí; del mismo modo, no es necesario divorciarse para imaginar el sufrimiento que ello supone. Todos tenemos opiniones sobre temas que conocemos por terceros y eso no significa que no puedan estar bien fundamentadas.

El peor desprecio que se puede hacer a una persona es precisamente ignorarlo o negarle la capacidad de discernimiento. Algunas Ongs. incluso, caen en ese error cuando van a ayudar a gente del tercer mundo sin conocer realmente sus necesidades y su opinión al respecto. A menudo, es la gente más humilde y sencilla la que tiene más que enseñar a los demás en materia de sentido común y de saber manejar su vida y sus emociones. No hace falta un master en sociología para distinguir los errores que son tan comunes en nuestra sociedad, y cuya presencia ya salta a la vista. Pero, siempre habrá quien quiera incluso privarte de la capacidad de pensar libremente.

martes, 23 de noviembre de 2010

Los nuevos dioses

El hombre piensa que es más libre porque se ha liberado de Dios. No más mandamientos, no más normas morales, fidelidad, austeridad o recato. Pero ahora es más esclavo que antes, ya que ha sustituído a Dios por las cosas. Objetos, rutinas o actitudes que no puede dejar de lado. Adictos a las emociones; sólo son capaces de vivir en el presente. El resultado a largo plazo es el vacío existencial, porque ni la tele, ni el futbol, el ordenador, el trabajo, los amigos o los ligues están contigo siempre. Lo que se consigue con facilidad conduce al hastío; y cada vez se necesita más estímulo para lograr la misma satisfacción. Más dinero, más poder, más éxito; igual que cualquier drogadicto.

Los nuevos dioses son aquellas cosas que dominan nuestra vida sin que apenas nos percatemos. Es lo que sucede cuando tenemos una pérdida económica, el ordenador se avería o nos falla el plan de la noche. Nuestro mundo se viene abajo al caer los ídolos en los que se sustenta. La verdadera Fe es fuente de vida y de felicidad, con independencia de todas las circunstancias materiales. Por eso, han existido incluso ascetas que han renunciado a todo por Dios. Porque el amor divino y, por tanto, el amor al prójimo, es alimento suficiente para nuestro espíritu y, además es un pan que "el que come de este pan vivirá para siempre". Lo único que sacia realmente nuestra vida es el amor.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Cristo Rey

Hay quien dice que los cristianos somos masoquistas porque contemplamos el sufrimiento de Jesús en la cruz. Pero nosotros no apreciamos el dolor, sino el sacrificio voluntario. No se puede eliminar de la vida los malos momentos, pero sí se pueden vivir con resignación, como un ofrecimiento en favor del bienestar ajeno. Así Jesús, ofreció a la humanidad lo más personal y propio que tenía: su cuerpo; y su propio padecimiento, para así hacernos comprender la fuerza del amor que lo guiaba. También los mártires cristianos que, a lo largo de la historia, han aceptado la muerte por no renegar de su fe, demostrando de ese modo que el amor es lo único que siempre sale vencedor.

Se le puede arrebatar a un hombre todos sus bienes, su familia, sus amigos y su libertad. Pero, mientras siga siendo dueño de su cuerpo y mente, se conserva intacto. (Como demostró Nelson Mandela en sus años de prisión). Sin embargo, cuando una persona ofrece su sufrimiento; o más aún, se somete voluntariamente al dolor, pudiendo haberse librado gracias a su poder - como era el caso de Jesucristo -, está entregándose él mismo como sacrificio, como la mayor muestra de amor existente. Por eso, la cruz no es algo desagradable, sino una prueba del amor de Dios. Y Jesús no es un rey revestido de poder y riqueza, sino el rey de nuestro corazón, cuando se lo ofrecemos libremente.

sábado, 9 de octubre de 2010

Derechos y deberes

Nos pasamos el día oyendo hablar de los derechos que tenemos. Derecho a hacer ruido, a beber en la calle, a matar a nuestros hijos... Pero, ¿qué ocurre con los deberes?. Que han caído en el olvido. Algunos padres premian a sus hijos por aprobar el curso, cuando lo cierto es que estudiar es su obligación. No se debe aplaudir a la gente por cumplir con su trabajo. Así hemos llegado a esta sociedad con el mayor porcentaje de ni-nis de Europa (ni estudian, ni trabajan), porque piensan que tienen derecho a disfrutar de los privilegios que a sus padres tanto les ha costado conseguir. Y, el caso es que no es fácil argumentar con alguien que opina que los deberes son cosa de otra época y ya no tienen validez.

Cada día, todos nos colgamos medallas al cuello por hacer las cosas que nos corresponden. Yo presumo de estar muy ocupada llevando y trayendo a mis hijas de sus clases. También me enorgullezco de hacer la comida todos los días de la semana, o de ocuparme de mi casa. Pero, al fin y al cabo, todo eso forma parte de mi deber. Lo puedo hacer a desgana por obligación; o lo puedo disfrutar considerándolo un acto de amor y entrega hacia los míos. Eso es lo que se conoce como "ser libre para amar". Es decir, que, cumpliendo con mis deberes me siento libre, porque lo hago sabiendo que está bien, que es lo que hay que hacer y que no tengo tanto mérito.

jueves, 10 de junio de 2010

Televisiones laicistas

Estaba viendo el canal internacional de televisión española cuando escucho esta noticia. Unos inmigrantes ilegales estaban intentando saltar un muro de muchos metros para entrar en EE.UU. con la ayuda de las mafias de la frontera. Algunos de ellos estaban rezando. Así que la periodista añade de su propia cosecha, o la del que escribe los guiones: "y otros se preguntan dónde estaba Dios para los ciento y pico inmigrantes que han muerto intentando cruzar al otro lado". Nadie le ha dicho nada parecido, porque además los mexicanos siguen siendo mucho más creyentes y practicantes que nosotros; y si le hubieran oído, se enfadarían. Pero había que meter la puya, -cómo no- para tratar de ridiculizar la conducta de los que rezan.

Ese concepto infantil de la divinidad está cada vez más extendido. Hablamos de Dios, el que hizo el planeta Tierra y todo el Cosmos conocido y desconocido. Es decir, de alguien que no está pendiente de las vicisitudes de la vida de cada ser humano; especialmente porque Él ve las almas y sabe perfectamente quién ha hecho bien o mal o por qué. Existe un concepto de libertad que a algunos no les entra en la cabeza. El libre albedrío supone que somos libres de arriesgar nuestra vida, fumando, o intentando cruzar unas alambradas. Lo que juzga Dios son nuestras buenas o malas intenciones. A partir de ahí, también somos libres de rezar para pedir su ayuda o su intercesión en nuestra causa, pero eso no quiere decir que Dios esté obligado a apoyarnos.

Sin embargo, no es la primera vez ni será la última que leo o escucho comentarios intentando culpar a Dios de que nos duela una muela o reprocharle el hambre en el mundo. Todo con tal de no aceptar nuestra propia responsabilidad en los hechos. El hombre es el administrador de la Tierra. Si las riquezas están mal distribuídas, nos correponde intentar solucionarlo. En cuanto a los desastres naturales, como su nombre indica son parte natural del escenario donde nos ha tocado vivir. Dios no es un anciano de barba blanca que se sienta en su trono a marcar en una pizarra qué nos toca vivir a cada uno. Simplemente, espera que cada cual aprenda a ser mejor dentro de sus propias circunstancias.

domingo, 6 de junio de 2010

Salvarnos de nosotros mismos

El gobierno nos trata como a niños pequeños. Yo no soy fumadora y me molesta que se fume en lugares cerrados, pero la campaña antitabaco que llevan las cajetillas me parece repugnante. El problema no es que la gente no conozca los riesgos de fumar. La cuestión es que son libres de hacerlo si lo desean; igual que otros practican el parapente o la escalada, sabiendo que es peligroso para ellos. El gobierno no puede dedicar nuestro dinero a intentar que no cometamos errores. En primer lugar, porque es inútil: todos acabamos cometiendo errores en nuestra vida por más que queramos evitarlo. En segundo lugar, porque forma parte de la maduración psicológica de la persona tomar decisiones, equivocarse y rectificar. Sin ese proceso, seríamos todos menores de edad y tendríamos que permanecer bajo custodia.

La tarea de los gobernantes consiste en administrar el país, legislar las normas básicas de convivencia social y mantener el orden -que no es poco. No tiene el derecho, ni el deber, de meterse en la esfera de nuestra vida privada a decirnos lo que tenemos que hacer. El estado puede informar y aconsejar sobre salud, pero no puede interferir en la libertad de las personas -tampoco de los no nacidos. Además, esa clase de actividades cuestan mucho dinero, que sale de los bolsillos de todos, y no produce ningún beneficio contable, sino que es un gasto a fondo perdido. Un estado paternalista todopoderoso es inviable, y, al final, acaba agravando los problemas en lugar de solucionarlos. Porque, cuando la gente se siente acosada por el sistema, reacciona perseverando en su actitud; en este caso, fumando más.

sábado, 27 de febrero de 2010

Pobre Beckham

He visto unas imágenes increíbles. Una reportera italiana aprovecha una entrevista a David Beckham, rodeada de gente, para meterle mano con todo el descaro. La mirada de él lo decía todo. Se quedó con las ganas de darle un sopapo, pero naturalmente no podía. Si hubiera sido un hombre tocándole los genitales a una mujer en público y contra su voluntad, la que se hubiera armado. Denuncia, detención, titulares hablando del acoso machista..., pero claro, era una mujer jugueteando con la anatomía masculina; y eso sí que vale.

La justicia no es justa si no afecta a todos por igual. Los derechos no valen nada si no se aplican a todos. La igualdad es mentira si sirve para discriminar a un sector de la población. Ahora resulta que son los hombres los que pueden ser humillados públicamente sin que ni una sola voz -más que la mía- se levante para decir que eso no está bien. La libertad sin respeto se convierte en intolerancia. Pero, qué se puede esperar de una sociedad donde ser hombre ya te hace sospechoso de cualquier crimen, pero sin presunción de inocencia...

lunes, 25 de enero de 2010

La guerra de los sexos

Aunque he escrito muchas veces sobre esto, parece que sigue sin estar nada claro. Los hombres y las mujeres no somos iguales, pero sí complementarios. Hoy en día las características masculinas son muy criticadas y, al mismo tiempo, imitadas por aquellas mujeres que desean progresar en el trabajo. Las cualidades de un lider son el ideal de cualquier hombre: autocontrol, fuerza de voluntad y ambición; lo cual conlleva una cierta frialdad o egoísmo. La emotividad, desde luego, está proscrita en el entorno laboral, lo cual supone que las mujeres se están masculinizando. Por otra parte, la incorporación de la mujer al trabajo supone que el hombre debe pasar más tiempo en casa con sus hijos, desarrollando unas aptitudes de empatía a las que no estaba habituado. Así que los hombres se están feminizando, pero sólo hasta cierto punto.

No se puede cambiar miles de años de historia en unas pocas decenas. Por ello, es natural que los hombres se resistan al cambio de la manera más sencilla, que es no asumiendo ningún tipo de compromiso sentimental. ¿Por qué pagar por el perejil, si te lo dan gratis?. ¿Por qué renunciar a la libertad y la independencia económica a cambio de obligaciones domésticas y familiares? Yo lo comprendo perfectamente. La mujer, por su parte, se ve forzada a desdoblar su personalidad entre su casa y el trabajo, y a presionar a su pareja para que le ayude. De este modo, no es más feliz de lo que lo eran nuestras abuelas. Al contrario, muchas están agotadas, insatisfechas y emocionalmente reprimidas. Eso es lo que ha conseguido la liberación de la mujer. Antes la mayoría estaban contentas con lo que tenían.

Para lograr un equilibrio en este campo tan complicado, es imprescindible que uno de los dos en la pareja sacrifique sus ambiciones profesionales. Es decir, que el hombre o la mujer deberían trabajar menos horas, para poder así compensar el tiempo extra que necesitan los niños y las tareas del hogar. Incluso teniendo una asistenta, hay cosas imprescindibles que ocupan mucho tiempo, como ir a la compra, poner lavadoras o cocinar. Cuando los dos llegan tarde y cansados a casa y se encuentran el trabajo sin hacer, las tensiones están servidas. Así, no es de extrañar que tantos acaben tirando la toalla, de los pocos que aún se atreven a dar el paso de formar una familia. El panorama no es nada tentador. Pero algunos y algunas están encantados porque es esto precisamente lo que quieren.

martes, 29 de septiembre de 2009

Valores universales

Se habla mucho ahora de que la juventud ha perdido los valores. La pregunta es: ¿qué valores?. Existe una moral universal creada a través de los siglos y la experiencia en los más diversos lugares del planeta. Esos valores universales coinciden bastante bien con los diez mandamientos de la ley de Dios: no robar, no mentir, no ser infiel, no matar... Ese orden moral está inscrito en nuestra conciencia. Sin embargo, lo que no se puede hacer es inventarse en pocos años otra escala de valores diferente y querer imponersela a la sociedad por vía de decreto ley o lo que haga falta. Los valores que no resultan naturales al hombre acaban dañando a toda la sociedad. Por ejemplo, al considerar la libertad como el principal fin del ser humano, no estamos teniendo en cuenta que la falta de límites y responsabilidades, no sólo perjudica al que la sufre, sino también al que la ejerce.

Así que, cuando escucho hablar sobre educación en valores a según quién, me quedo más preocupada que antes. Porque, casi resultaría mejor que cada cual vaya descubriéndolos por su propia experiencia, que pretender crear una moralidad a la medida de la ideología de moda, al margen del sentido común y sin ninguna perspectiva histórica. Lo más grave es que se pretende formar a los adultos de mañana con unos postulados que no han demostrado validez universal. Ya ahora estamos empezando a ver las consecuencias de una educación demasiado permisiva; pero, en lugar de rectificar volviendo a terrenos conocidos, pretenden experimentar con nuestros jóvenes, poniendo en riesgo todo un orden social y moral que había costado milenios alcanzar. Todo por pura ambición política.

martes, 16 de junio de 2009

"To er mundo e güeno"

En este mundo más o menos privilegiado donde nos ha tocado vivir, es fácil perder el contacto con la realidad. La gente se cree cualquier cosa, como que tener un coche ecológico te hace inmune a los accidentes de tráfico, o que el bífidus evita las enfermedades. No se imaginan que los publicistas nos engañan. Según la teoría de la bondad natural del hombre, se supone que, al ser libres, optaremos siempre por la opción correcta, la que sea más positiva para la sociedad. Eso es una tontería. Está demostrado que, cuanto más despreocupada vive una persona, más egoísta se vuelve generalmente. Hace falta sufrir para entender el sufrimiento ajeno. Además, una cosa es el individuo y otra la masa.

Por ejemplo, la infidelidad hasta hace poco era algo mal visto. Antes la gente era más fiel que ahora por sus principios y también por miedo; al pecado y las penas del infierno, o a recibir una paliza por parte del cónyuge o familiares. Ahora que estamos más protegidos por la ley, la simple moción de responsabilidad, autocontrol o respeto, no es suficiente para frenar a muchos de seguir sus instintos primarios. La verdad es que las personas podemos ser lo mejor o lo peor dependiendo de las circunstancias y no se puede poner la mano en el fuego por nadie. Todos somos capaces de cualquier cosa teniendo un motivo lo bastante fuerte: poder, dinero, amor, celos.... Por eso las ideologías que se basan en la buena voluntad de la gente son muy bonitas, pero irrealizables, y acaban degenerando en aquello que pretendían evitar.

En España somos especialistas en confiar excesivamente en las bondades del prójimo, con un espíritu quijotesco que a la larga tiene unas consecuencias nefastas. Lo cierto es que la gente es muy respetuosa con la ley siempre que haya un guardia delante. Cuando se dejan las normas laxas, cada cual hace lo que le parece. La mayor parte de las separaciones se deben a la infidelidad, porque una cosa es hablar en teoría y otra sufrirlo. Sin embargo, el cristianismo es la excepción a esta regla, porque es idealista y realista al mismo tiempo. Partiendo de la base de que todos somos pecadores, acepta a las personas con sus virtudes y defectos, siempre que tengan voluntad de mejorar; pero reconociendo que nadie es perfecto.

Música: Estopa. Me falta el aliento

domingo, 15 de marzo de 2009

Años ochenta

Tengo cuarenta y tres años. Eso significa que en el año 1975 yo tenía nueve años, mi hermano mayor diecinueve. Aquello fue una explosión de libertad en todos los campos, con sólo una pequeña diferencia: que habíamos recibido una educación muy completa. Quien diga que estábamos reprimidos o que no sabíamos lo que queríamos, se equivoca. Hicimos lo que quisimos y, el que no hizo más, fue porque no quiso. Simplemente éramos más maduros.

Ahora es fácil hablar del pasado a las personas que no lo vivieron. Es muy cómodo culpar a nuestros padres, maestros o gobernantes de aquello que no nos atrevimos a vivir. Cuando alguien tiene personalidad y carácter, no hay sociedad que lo frene. Comprendo que se pueda engañar a los menores de treinta años, pero "yo estuve allí". Ya escribí un post con ese título en otro blog. El ambiente opresivo, la moralidad estricta, supongo que existió unas décadas antes, pero no desde que yo recuerdo.

Ni mis padres mi obligaban a ir a misa, ni las monjas se metían en nuestra vida privada. Fumábamos y bebíamos en edades que ahora no son legales, teóricamente, pero lo hacíamos con un sentido de responsabilidad que ahora no existe. Teníamos muy clara la importancia de los estudios o el trabajo. Teníamos una cultura del respeto a los mayores y de protección a la mujer, que se ha perdido. Pero eso no significa que no pudiéramos llegar tan lejos como cada uno quisiera. La prueba está por desgracia en todos los que se quedaron en el camino.

El dichoso victimismo. Estar a estas alturas de la película echando la culpa de nuestros traumas a maestros más o menos simpáticos, a sacerdotes más o menos acertados... No eran más que personas. Quien no vivió esos años a tope, no fue porque no tuviera todas las oportunidades y, lo que es más importante, toda la información necesaria para no correr riesgos excesivos. Algunos tuvieron más suerte que otros. Me molesta cuando algunos utilizan la excusa de la represión que sufrieron, para justificar que ahora sean incapaces de poner límites, de respetar a los demás o de ser felices.