La intolerable violencia de los islamistas no justifica hacer escarnio de los musulmanes
Eso no significa que apruebe a quienes hacen no una crítica del Islam -cosa que me parece legítima y hasta necesaria-, sino el escarnio de los sentimientos religiosos de los musulmanes. Y digo esto sabiendo que decirlo me puede acarrear incomprensiones. No hago más que mantener lo que dije aquí hace seis años: la libertad de expresión no ampara los insultos, el escarnio y las ofensas gratuítas a las creencias de los demás. Esos comportamientos intolerantes no son una forma de ejercer la libertad de expresión, sino una forma de abusar de ella. No todos los seguidores del profeta Mahoma son unos extremistas ni unos terroristas. Muchos se afanan por vivir pacíficamente su fe y no hay derecho a que tengan que sufrir la intolerancia y las más burdas faltas de respeto de unos energúmenos de un semanario francés de ultraizquierda, que hacen escarnio de sus creencias de la forma más descarnada e irresponsable, buscando notoriedad a base de echar un bidón de gasolina sobre una convivencia ya incendiada por la violencia de los fundamentalistas islámicos.
Por supuesto, la libertad de expresión incluye la crítica a cualquier religión, a sus dogmas y a sus códigos morales, pero entre eso y la ofensa gratuita contra sus creyentes hay una enorme distancia, de la misma forma que criticar a alguien no es equiparable a injuriarle. Yo he criticado muchas veces el Islam, su código moral y la actitud intolerante de una parte considerable de sus creyentes, pero jamás se me ocurriría hacer escarnio de Mahoma, ni de Alá ni de las creencias islámicas, y no porque tenga miedo a represalias, sino por el mismo sentido del respeto que me anima a no ofender a los creyentes de las demás religiones. Y lo mismo es aplicable al ateísmo y al agnosticismo: puedo no estar en desacuerdo con quienes tienen esa forma de pensar, pero nunca se me ha pasado por la cabeza insultarles, ni hacer de ellos una burla tenaz con el propósito de afrentarles: eso es el escarnio. En esto me parece aplicable el mismo criterio que se da en lo relativo a otro tipo de sentimientos colectivos. Yo puedo no estar de acuerdo con los distintos nacionalismos, pero jamás se me pasaría por la cabeza pisotear los sentimientos ajenos quemando una ikurriña o una señera catalana, o hacer escarnio de quienes se sienten catalanes y vascos en vez de españoles. El problema, me temo, es que en una sociedad que relativiza todo y que cuestiona hasta las más elementales normas de convivencia, la mofa de los legítimos sentimientos ajenos sin otro propósito que ofender ya es para algunos la panacea de la libertad. No podemos seguir así, porque por ese camino la convivencia se va al garete, haya o no fundamentalistas islámicos de por medio.
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