jueves, 10 de junio de 2010

Televisiones laicistas

Estaba viendo el canal internacional de televisión española cuando escucho esta noticia. Unos inmigrantes ilegales estaban intentando saltar un muro de muchos metros para entrar en EE.UU. con la ayuda de las mafias de la frontera. Algunos de ellos estaban rezando. Así que la periodista añade de su propia cosecha, o la del que escribe los guiones: "y otros se preguntan dónde estaba Dios para los ciento y pico inmigrantes que han muerto intentando cruzar al otro lado". Nadie le ha dicho nada parecido, porque además los mexicanos siguen siendo mucho más creyentes y practicantes que nosotros; y si le hubieran oído, se enfadarían. Pero había que meter la puya, -cómo no- para tratar de ridiculizar la conducta de los que rezan.

Ese concepto infantil de la divinidad está cada vez más extendido. Hablamos de Dios, el que hizo el planeta Tierra y todo el Cosmos conocido y desconocido. Es decir, de alguien que no está pendiente de las vicisitudes de la vida de cada ser humano; especialmente porque Él ve las almas y sabe perfectamente quién ha hecho bien o mal o por qué. Existe un concepto de libertad que a algunos no les entra en la cabeza. El libre albedrío supone que somos libres de arriesgar nuestra vida, fumando, o intentando cruzar unas alambradas. Lo que juzga Dios son nuestras buenas o malas intenciones. A partir de ahí, también somos libres de rezar para pedir su ayuda o su intercesión en nuestra causa, pero eso no quiere decir que Dios esté obligado a apoyarnos.

Sin embargo, no es la primera vez ni será la última que leo o escucho comentarios intentando culpar a Dios de que nos duela una muela o reprocharle el hambre en el mundo. Todo con tal de no aceptar nuestra propia responsabilidad en los hechos. El hombre es el administrador de la Tierra. Si las riquezas están mal distribuídas, nos correponde intentar solucionarlo. En cuanto a los desastres naturales, como su nombre indica son parte natural del escenario donde nos ha tocado vivir. Dios no es un anciano de barba blanca que se sienta en su trono a marcar en una pizarra qué nos toca vivir a cada uno. Simplemente, espera que cada cual aprenda a ser mejor dentro de sus propias circunstancias.