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viernes, 21 de septiembre de 2012

La libertad de expresión no incluye el insulto a los musulmanes

Un semanario francés de ultraizquierda hace escarnio del Islam

La intolerable violencia de los islamistas no justifica hacer escarnio de los musulmanes

Jue 20·9·2012 16:01  1   
En este blog nunca he ocultado mi opinión muy crítica sobre el Islam, ni me he guardado nunca el absoluto rechazo que me provoca la violencia y el terrorismo islamistas, que en muchos países del mundo tienen como principales víctimas -sin que la abrumadora mayoría de los medios digan ni una palabra al respecto- a cristianos como éste que escribe. Que los fundamentalistas islámicos respondan con violencia y crímenes cuando les ofenden es algo intolerable y que debe ser perseguido con toda la dureza de las leyes.
Eso no significa que apruebe a quienes hacen no una crítica del Islam -cosa que me parece legítima y hasta necesaria-, sino el escarnio de los sentimientos religiosos de los musulmanes. Y digo esto sabiendo que decirlo me puede acarrear incomprensiones. No hago más que mantener lo que dije aquí hace seis años: la libertad de expresión no ampara los insultos, el escarnio y las ofensas gratuítas a las creencias de los demás. Esos comportamientos intolerantes no son una forma de ejercer la libertad de expresión, sino una forma de abusar de ella. No todos los seguidores del profeta Mahoma son unos extremistas ni unos terroristas. Muchos se afanan por vivir pacíficamente su fe y no hay derecho a que tengan que sufrir la intolerancia y las más burdas faltas de respeto de unos energúmenos de un semanario francés de ultraizquierda, que hacen escarnio de sus creencias de la forma más descarnada e irresponsable, buscando notoriedad a base de echar un bidón de gasolina sobre una convivencia ya incendiada por la violencia de los fundamentalistas islámicos.
Por supuesto, la libertad de expresión incluye la crítica a cualquier religión, a sus dogmas y a sus códigos morales, pero entre eso y la ofensa gratuita contra sus creyentes hay una enorme distancia, de la misma forma que criticar a alguien no es equiparable a injuriarle. Yo he criticado muchas veces el Islam, su código moral y la actitud intolerante de una parte considerable de sus creyentes, pero jamás se me ocurriría hacer escarnio de Mahoma, ni de Alá ni de las creencias islámicas, y no porque tenga miedo a represalias, sino por el mismo sentido del respeto que me anima a no ofender a los creyentes de las demás religiones. Y lo mismo es aplicable al ateísmo y al agnosticismo: puedo no estar en desacuerdo con quienes tienen esa forma de pensar, pero nunca se me ha pasado por la cabeza insultarles, ni hacer de ellos una burla tenaz con el propósito de afrentarles: eso es el escarnio. En esto me parece aplicable el mismo criterio que se da en lo relativo a otro tipo de sentimientos colectivos. Yo puedo no estar de acuerdo con los distintos nacionalismos, pero jamás se me pasaría por la cabeza pisotear los sentimientos ajenos quemando una ikurriña o una señera catalana, o hacer escarnio de quienes se sienten catalanes y vascos en vez de españoles. El problema, me temo, es que en una sociedad que relativiza todo y que cuestiona hasta las más elementales normas de convivencia, la mofa de los legítimos sentimientos ajenos sin otro propósito que ofender ya es para algunos la panacea de la libertad. No podemos seguir así, porque por ese camino la convivencia se va al garete, haya o no fundamentalistas islámicos de por medio.
 outono.net/elentir/2012/09/20/la-intolerable-violencia-de-los-islamistas-no-justifica-hacer-escarnio-de-los-musulmanes

sábado, 22 de mayo de 2010

Mujeres ricas en la Sexta

Cuando empezaron a enseñar casas de ricos excéntricos, ya me extrañó mucho que esa gente se prestara a salir en televisión en plena crisis a presumir de sus pertenencias. No sé si no les importa que les envidien o incluso les odien, que puedan ir a robarles o incluso atacarles por la calle. Muy seguros de sí mismos deben de estar para enseñar sus vidas de esa manera. La excepción son aquellas casas que, siendo especiales, no eran lujosas. Sin embargo, ahora rizando el rizo la cadena ha visto el éxito del formato y ha decidido sacar un programa de mujeres ricas que, al parecer tiene mucha audiencia también. Unas señoras, además, que se limitan a disfrutar de su dinero sin hacer nada útil ni ayudar a nadie y demuestran el tópico de rubia-rica-guapa-tonta.

De verdad que no comprendo nada en esta época que estamos viviendo. No le veo la gracia a ver a otros despilfarrar lo que a tantos nos hace falta. Si se trata de reirse, burlarse o ponerles verdes, supongo que sí puede ser un buen desahogo, pero no es sano. Andar alimentando resentimientos y envidias, como si no tuviéramos ya bastantes en este país, creo que es algo incluso peligroso. Pero lo que no me explico es qué interés encuentran esas mujeres en salir en televisión enseñando sus intimidades. Por dinero, no lo harán. Por publicidad, no creo que les haga falta. Por maldad, en un momento como el que vivimos... Supongo que es simplemente el poder de la fama que ha enloquecido ya a tanta gente.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Pasión y carácter

Vivimos en una sociedad reprimida, pero no en el sentido sexual que le dan tantos, sino en un sentido pasional. Vivimos en el mundo del buen rollo, quedar bien y lo políticamente correcto, lo cual obliga a muchos a fingir que están de acuerdo o que les parecen bien cosas que realmente no les gustan. También supone que los padres tienen que ser amigos de sus hijos, ya que la amistad se ha convertido en algo mucho más valioso que la familia. Hay que ver el daño que ha hecho la psicología moderna. Por evitar traumas, hemos creado una sociedad desnaturalizada.

Se ha perdido el valor del auténtico respeto sustituyéndolo por las apariencias. De hecho se critica más que nunca, se ataca a los adversarios y a todo el que se sale de los cánones de la modernidad, pero sin embargo no está permitido enfadarse. Hacer burla, insinuar las cosas más terribles, reescribir la historia, negar los hechos, malinterpretar las intenciones; eso sí, está al cabo de la calle. Es una guerra soterrada donde gana aquel que consigue no inmutarse, no darse por aludido. No se puede tener carácter.

Incluso dentro de la pareja lo importante es no dar que hablar. Algunos se separan sin que nunca se les haya oído una palabra más alta que otra. Está mal visto discutir, pero no romper. Esa falta de pasión lo impregna todo en una sociedad donde vale más la última noticia sin importancia que la realidad del mundo. Gente que cree que tiene una vida intensa porque escribe muchos mensajes de móvil o tiene muchos amigos en el facebook. Gente que cree que trabaja mucho porque pasa diez horas al día fuera de casa.

Luego buscan esa pasión alimentándose de emociones fuertes, practicando la infidelidad por internet, viajando a lugares exóticos y caros, comprando de forma convulsiva, cambiando de pareja como de ropa. Intentan hacer algo que les recuerde que aún están vivos, que tienen emociones; intentan provocar la alegría y el sufrimiento de forma artificial y forzada. Como si la vida en sí no fuera suficiente cuando se vive con pasión y con carácter, cuando no se tiene miedo de decir lo que piensas, de demostrar que te importa tu pareja y tus hijos, aunque eso signifique llegar al enfrentamiento si es necesario.

Porque tener carácter significa estar dispuesto a luchar por lo que crees y no pretender simplemente llevarte bien con todos a cualquier precio. Porque ser apasionado implica no hacer la vista gorda cuando ves que la gente que quieres está tomando decisiones con las que no estás de acuerdo, está haciendo cosas que no te parecen bien. Porque ser buena persona no es decirle a todo el mundo que sí, mientras le criticas por la espalda; ni ser tolerante con todos, incluídos los criminales; ni hacerle la vida fácil a tus hijos, impidiendo que maduren. Intentar ser mejor cada día supone tener carácter y vivir la vida con auténtica pasión aunque eso te haga sufrir.