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sábado, 2 de abril de 2011

Igualdad y violencia doméstica

Hay quien se extraña porque, cuantas más leyes sacan en favor de la igualdad entre hombres y mujeres, más aumenta la violencia de género (por llamarla como la llaman todos). En primer lugar, la violencia es más habitual entre parejas de hecho y extranjeros que vienen de países en desarrollo. En segundo lugar, siempre tiene relación con rupturas y separaciones. En tercer lugar, no se contabiliza la violencia de las mujeres contra los hombres, porque esa no se ve. Las raíces de este problema son diversas y no sirve de nada hacer carreras o declaraciones grandilocuentes, cuando no se estudia realmente la situación. Además esta sociedad está acostumbrada a la exhibición de la violencia como espectáculo televisivo y en el cine.

Cuando yo era pequeña, no se enseñaba la igualdad. Se enseñaba a los hombres a respetar y proteger a las mujeres. De ese modo, la mayoría eran incapaces de levantarles la mano. Sin embargo, ahora todo es independencia, separación del amor y el sexo, se favorece la promiscuidad y la falta de compromiso, se prima a las mujeres en el trabajo independientemente de sus méritos, y, en caso de divorcio, la mujer sale indudablemente beneficiada; sobretodo si aduce malos tratos aunque sea mentira. Siendo así, no es extraño que algunos hombres pierdan los nervios al verse con todas las de perder y, total, si somos iguales, ¿qué importancia tiene soltarle un guantazo, como lo harían con un hombre?, o devolverselo, porque hay muchas mujeres agresivas. Se recoge lo que se siembra.

sábado, 5 de febrero de 2011

Maltrato masculino

Hay varios anuncios en televisión donde mujeres golpean a sus parejas. No sé si a alguien le parecerá correcto, pero yo creo que incitan al maltrato. Que sólo se conozcan los casos de maltrato femenino no quiere decir que no exista el otro, sino que no deja marcas. Además, son anuncios denigrantes. En uno de ellos, de Utabón, un pobre hombre es golpeado por su mujer sólo porque se ha echado un spray en la nariz y se ha quedado un rato disfrutándolo. En otros muchos, la mujer le pega porque ha querido comerse un producto dietético, a lo cual se supone que no tenía derecho. Se trata de una muestra de hembrismo que, para colmo, favorece los estereotipos de la mujer obsesionada con su físico, en lugar de buscar la tan cacareada igualdad. Yo propongo que, para acertar, la próxima vez pongan a la pareja consumiendo ambos el producto, aunque no resulte tan probable.

Al fin y al cabo, ¿quién sabe si eso no podría abrirles un nuevo mercado potencial, en lugar de estar descartando a la mitad de la población mundial?. Pero, lo grave de este tema no es el mensaje publicitario, sino la actitud de las mujeres hacia los hombres. Yo pensaba que se trataba de fomentar el respeto mutuo, no de buscar la revancha. Es como las películas de ahora, donde mujeres sobre entrenadas pelean contra hombres y los vencen.  A parte de ser poco creíble no deja de ser una glorificación de la violencia gratuita que, no por ser de mujeres contra hombres, resulta menos reprobable. No creo que las mujeres ganemos nada pretendiendo ser más fuertes. Lo que hay que hacer es valorar más las cualidades femeninas, en lugar de pretender sustituirlas por las masculinas.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Adviento: esperando a Bob Esponja

Existen en el supermercado unos calendarios de chocolate que señalan el tiempo de Adviento de la tradición cristiana. Es decir, se refieren a la espera hasta el nacimiento de Jesucristo. El Adviento también simboliza el tiempo hasta su regreso tras el fin del mundo y, además, el deseo de que vuelva cada día a nosotros cuando le tenemos presente en nuestras vidas. Sin embargo, desde hace unos años han aparecido en el mercado, no sólo calendarios de Papá Noel (quien todavía guarda relación con la Navidad), sino de diversos personajes infantiles. El otro día encontré unos de Bob Esponja, También los hay de Spiderman y los Simpson. Se me ocurren pocas cosas menos navideñas o cristianas. El Adviento no debería convertirse también en un acontecimiento comercial o mercantil.

De ser así, más valdría cambiarle el nombre a la Navidad y llamarlo vacaciones de invierno. No se puede pervertir un sentimiento religioso tan importante como es el Adviento, convirtiéndolo en una excusa más para darle chocolate a los niños. Ya es bastante con que estas fiestas sean sinónimo de gasto, compras y grandes comilonas. Si nos vieran los primeros cristianos estarían espantados de lo que hemos hecho con esta celebración. La Navidad debería ser lo contrario: tiempo para recordar que Jesús nació en un humilde establo, con la única compañía de sus padres, un buey y una mula. No se necesita más que estar con los seres queridos, o recordarlos, para hacer de estos días algo especial. Meter a Bob Esponja en esto es una falta de respeto al Adviento.

sábado, 2 de octubre de 2010

Por las malas

El problema de ser inteligente (aunque suene soberbio), es que acabas conociendo muy bien a la gente. Eso supone una gran capacidad para ayudar, pero también para hacer daño. En mi caso, me cuesta un esfuerzo no utilizar en ocasiones las palabras que sé que darían en el blanco; así que prefiero callarme. Creo que soy una buena persona, pero todos tenemos nuestros límites; y no puedo negar que, a veces, encuentro un cierto placer en tirar con bala. Precisamente por eso cerré los comentarios. No me parece bien utilizar mis capacidades especiales para el ataque. Es algo parecido al código de honor de las artes marciales: sólo para la defensa personal y en la medida justa para conseguir el efecto deseado.

Lástima que la mayoría no tengan ese sistema de autocontención y, además de la manera más burda, no duden en atacar frontalmente todo lo que se opone a su sistema de creencias. Un sistema que son una serie de consignas aprendidas, sobre las cuales ni siquiera han razonado o reflexionado. Son, simplemente, lo considerado políticamente correcto. Se echan de menos verdaderos rivales que te hagan buscar argumentos sólidos con los que defender tu opinión; en lugar de tener que limitarse a exigir respeto - cosa que, evidentemente, no comprenden -. Durante varios años, en este blog yo disfruté de comentaristas a la altura de las circunstancias, pero me temo que eso pasó a la historia, junto con los buenos modales y el sentido común.

domingo, 29 de agosto de 2010

Mi segunda oportunidad y Niños grandes

No hacen más que anunciar esta película, que no tengo ninguna intención de ver. Trata sobre una mujer de mi edad que se lía con el canguro de sus hijos, que podría ser hijo suyo también. Catherine Z. Jones encarna a esta señora dispuesta a divertirse a costa de lo que sea, incluido arruinarle la vida a un jovencito; ya que, lo que para ella no tiene importancia, a él le puede marcar su vida futura.
  Es posible que se acostumbre a las mujeres mayores y ya no pueda estar con jovencitas. O puede ser que las chicas le rechacen al conocer su historial amoroso. Además, si la mujer tiene dinero siempre flotará siempre sobre él la sombra de la sospecha de ser un gigoló. Estará contenta la mujer de la película con ese jueguecito, pero yo soy madre de un chico de dieciocho y sólo de pensarlo me pongo mala. Yo jamás permitiría una relación así. Es insana.

Niños grandes. Por el trailer que he visto parece una película tan mala, que se diría que es española. Zafia, soez, chabacana y burda (bonitas palabras, por cierto). Se trata de una comedia que recorre los trucos más básicos del género, para hacer reír a las personas que a las que esto les haga gracia; el cual desde luego no es mi caso, ni el de nadie que conozca.
  Pero es más que eso: al igual que la otra película, pretende que encontremos normal un estilo de vida donde la educación y el respeto mutuo brillan por su ausencia. Familias deshechas, niños precoces, se diluyen todos los límites entre lo moral y lo inmoral; incluso lo legal y lo ilegal. No existe nada más que el placer inmediato, la satisfacción de las necesidades personales. Total, dos películas de nuestro tiempo para gente sin principios ni fines.

sábado, 27 de febrero de 2010

Pobre Beckham

He visto unas imágenes increíbles. Una reportera italiana aprovecha una entrevista a David Beckham, rodeada de gente, para meterle mano con todo el descaro. La mirada de él lo decía todo. Se quedó con las ganas de darle un sopapo, pero naturalmente no podía. Si hubiera sido un hombre tocándole los genitales a una mujer en público y contra su voluntad, la que se hubiera armado. Denuncia, detención, titulares hablando del acoso machista..., pero claro, era una mujer jugueteando con la anatomía masculina; y eso sí que vale.

La justicia no es justa si no afecta a todos por igual. Los derechos no valen nada si no se aplican a todos. La igualdad es mentira si sirve para discriminar a un sector de la población. Ahora resulta que son los hombres los que pueden ser humillados públicamente sin que ni una sola voz -más que la mía- se levante para decir que eso no está bien. La libertad sin respeto se convierte en intolerancia. Pero, qué se puede esperar de una sociedad donde ser hombre ya te hace sospechoso de cualquier crimen, pero sin presunción de inocencia...

jueves, 5 de noviembre de 2009

Pasión y carácter

Vivimos en una sociedad reprimida, pero no en el sentido sexual que le dan tantos, sino en un sentido pasional. Vivimos en el mundo del buen rollo, quedar bien y lo políticamente correcto, lo cual obliga a muchos a fingir que están de acuerdo o que les parecen bien cosas que realmente no les gustan. También supone que los padres tienen que ser amigos de sus hijos, ya que la amistad se ha convertido en algo mucho más valioso que la familia. Hay que ver el daño que ha hecho la psicología moderna. Por evitar traumas, hemos creado una sociedad desnaturalizada.

Se ha perdido el valor del auténtico respeto sustituyéndolo por las apariencias. De hecho se critica más que nunca, se ataca a los adversarios y a todo el que se sale de los cánones de la modernidad, pero sin embargo no está permitido enfadarse. Hacer burla, insinuar las cosas más terribles, reescribir la historia, negar los hechos, malinterpretar las intenciones; eso sí, está al cabo de la calle. Es una guerra soterrada donde gana aquel que consigue no inmutarse, no darse por aludido. No se puede tener carácter.

Incluso dentro de la pareja lo importante es no dar que hablar. Algunos se separan sin que nunca se les haya oído una palabra más alta que otra. Está mal visto discutir, pero no romper. Esa falta de pasión lo impregna todo en una sociedad donde vale más la última noticia sin importancia que la realidad del mundo. Gente que cree que tiene una vida intensa porque escribe muchos mensajes de móvil o tiene muchos amigos en el facebook. Gente que cree que trabaja mucho porque pasa diez horas al día fuera de casa.

Luego buscan esa pasión alimentándose de emociones fuertes, practicando la infidelidad por internet, viajando a lugares exóticos y caros, comprando de forma convulsiva, cambiando de pareja como de ropa. Intentan hacer algo que les recuerde que aún están vivos, que tienen emociones; intentan provocar la alegría y el sufrimiento de forma artificial y forzada. Como si la vida en sí no fuera suficiente cuando se vive con pasión y con carácter, cuando no se tiene miedo de decir lo que piensas, de demostrar que te importa tu pareja y tus hijos, aunque eso signifique llegar al enfrentamiento si es necesario.

Porque tener carácter significa estar dispuesto a luchar por lo que crees y no pretender simplemente llevarte bien con todos a cualquier precio. Porque ser apasionado implica no hacer la vista gorda cuando ves que la gente que quieres está tomando decisiones con las que no estás de acuerdo, está haciendo cosas que no te parecen bien. Porque ser buena persona no es decirle a todo el mundo que sí, mientras le criticas por la espalda; ni ser tolerante con todos, incluídos los criminales; ni hacerle la vida fácil a tus hijos, impidiendo que maduren. Intentar ser mejor cada día supone tener carácter y vivir la vida con auténtica pasión aunque eso te haga sufrir.

domingo, 11 de octubre de 2009

G Force. Disney se supera a sí mismo

Después de ver la película Up, ya no tenían difícil, pero ayer estuve viendo G Force y me encantó. Es una gran película, primero técnicamente, porque hacen creíble toda la historia. Es amena, divertida y agradable. Aunque parezca mentira, no tiene ni una alusión sexual; lo que me recuerda que el Hormiguero de la Sexta no hay quien lo vea, porque parece una clase de anatomía masculina.

No puedo contar más porque están poniendo la película ahora. Si Up trataba sobre la amistad entre diferentes especies y varias generaciones; G Force tiene una bonita moraleja sobre el perdón, el arrepentimiento y la redención. Aparte de, por supuesto, un mensaje sobre el cariño y respeto hacia las mascotas. También resalta la importancia de la familia y los amigos. Sus dos horas se hacen cortas y sales del cine con una sonrisa por fuera y por dentro.

lunes, 31 de agosto de 2009

Las mujeres que no se amaban a sí mismas

No he leído la trilogía de Millenium. Le pregunté a mi padre y no le había gustado. No conozco mejor experto en la materia. El hecho de que un libro tenga un gran éxito, para mí, más que una ventaja, es un handicap. Sinceramente, no me fío nada de la opinión de las mayorías. El caso es que he leído críticas que dicen que ese libro, así como otros que están de moda entre los jóvenes, da una visión del amor y el sexo bastante animal y desagradable. Así que no entiendo cómo se puede estar todo el día hablando de igualdad y respeto, y que luego resulte que lo que vende es lo contrario, cosa que he comprobado a menudo. Supongo que dirán que el autor pretende denunciar esa clase de situaciones, pero eso a veces no es más que una excusa para alimentar el morbo; que, en el fondo, es de lo que se trata: darle a la gente lo que le atrae, aunque no le convenga.

El problema es que los adolescentes no entienden de moralejas y se creen realmente que esas situaciones son normales en cualquier relación de pareja, y que a todas las mujeres nos gustan. Luego, saltan a los sucesos los casos de abusos sexuales a menores, con la inestimable ayuda de internet; y la gente dice: ¿qué hemos hecho mal? Todo. Olvidar que la base de una relación romántica debería ser el amor y, sólo a partir de ahí, se puede llegar a explorar otras facetas que agraden a ambos. Por eso, la responsabilidad de los guionistas y escritores es enorme en este problema; porque ya deberían saber que su obra va a ser accesible a todas las edades, incluso aunque, teóricamente, esté calificada para mayores de dieciocho años. Explotar los bajos instintos con el fin de enriquecerse es inmoral; y las mujeres no deberíamos ser cómplices de ello leyendo esos libros o viendo esas películas.

jueves, 30 de julio de 2009

Cuestión de límites

Llevo tres años y tres meses escribiendo blogs. En todo este tiempo, cuando tenía comentarios, he discutido amigablemente sobre cientos de temas. He admitido diferencias de opinión sobre política, sexualidad, religión o economía. Pero siempre dentro del respeto. Nadie podrá decir que utilizo lenguaje malsonante o que me ensaño con alguien. Sin embargo, había desde el principio unos límites de aquello que no estoy dispuesta a admitir y tienen que ver exclusivamente con la defensa de la vida en el sentido más amplio de la palabra. Es decir, no admito: el aborto, ni la eutanasia; el terrorismo, ni a aquellos que lo justifican; ni el maltrato animal, especialmente la tauromaquia. Sobre esos temas nunca voy a cambiar de opinión.

Intento buscar un lado positivo a cada problema y justificar incluso a las personas que me condenan sin conocerme. Eso es lo que nos enseñan en la Iglesia. Lo importante no es ser perfecto, sino intentar ser mejor cada día. De este modo, incluso encuentro cosas buenas en el comunismo, a pesar de que me parece unos de los peores inventos de la humanidad. También miro con simpatía a los musulmanes y otras culturas. Y el resto de los seres vivos que habitan la tierra también me importan realmente. Sin embargo, cuando se trata del derecho a la vida y a la existencia digna, tanto de personas como animales, no tengo tolerancia alguna. Porque no existe un término medio entre la vida y la muerte. No se puede matar un poco o torturar ligeramente. Nada justifica la agresión contra otro ser, ya sea física o psicológica.

lunes, 27 de julio de 2009

De tú a tú

Últimamente hay algo que me llama mucho la atención: ver padres y madres dialogando con sus hijos pequeños de igual a igual. Está bien ser razonable y comprensivo con los niños, pero resulta un poco ridículo intentar mantener una conversación coherente con un niño de cuatro o cinco años. Las consecuencias son varias. Primero que el niño se vuelve del tipo repipi cargante, ya que llega a la conclusión de que sus opiniones son infalibles. Segundo que los padres pierden su autoridad moral al permitir que cuestionen su experiencia vital. Tercero, que el niño se crece y por supuesto deja de admitir ningún tipo de sugerencias, de modo que se transforma en un pequeño tirano. El problema es que, lo que resulta gracioso y simpático en un pequeñín, no tiene ninguna gracia cuando la criatura llega a la adolescencia.

Curiosamente, todo ese respeto y comprensión que derrochan los padres hacia su hijo, no sirve en absoluto de buen ejemplo. El niño les toma la medida y sabe bien hasta dónde puede llegar. Así no es extraño oír de boca de esos monstruillos expresiones como: mamá, eres tonta, no tienes ni idea de nada o déjame en paz; acompañados del clásico: no quiero.
Yo me muerdo la lengua por resistir la tentación de echar dos buenas broncas, una al niño y otra a la madre por irresponsable. No se puede dar a entender a los hijos que son los amos del universo y los demás están allí para servirles. No se debe permitir jamás a un hijo que te falte al respeto, menos en público o te pegue (que los hay), o pronto la excepción se convertirá en la norma sin remedio. Cada cual debe interpretar su papel.

viernes, 24 de julio de 2009

Niños alfombra

Sabiduría popular: si te pones de alfombra, lo normal es que te pisen. Es importante enseñarle a los niños que, si ellos no se valoran, nadie más lo hará. Valorarse consiste en hacer respetar su opinión y no dejarse llevar siempre por los demás. También supone elegir con quién quieren estar, cómo y cuándo. Pero, eso no significa ignorar a sus familias. Un hijo es como un árbol joven que todavía necesita un par de guías para protegerlo de las inclemencias externas. Si dejamos a los niños a merced de fuerzas que desconocen, como son la sexualidad, la influencia de los medios de comunicación o los intereses comerciales que los persiguen, no podemos luego extrañarnos de que se dejen utilizar, manipular y engañar por cualquiera.

Pero tampoco sirve de mucho meterse a consejero, cuando llevan toda la infancia de sus hijos dejándolos en manos de otras personas y apenas han cruzado con ellos cuatro frases diarias. Un hijo es una inversión a largo plazo que, en cualquier momento, se puede malograr. No se debe bajar nunca la guardia, mientras esté en tus manos. Cuando ya son teóricamente adultos, mayores de edad, no nos quedará más que el papel de sufridores, y entonces comprobaremos si hemos criado una persona o una alfombra. Sin embargo, tampoco es tan fácil, porque la vida también exige sacrificio y, si no se prestan al placer inmediato como los demás, les llamarán reprimidos, aburridos o timoratos. La clave está en que sacrificarse por un fin o por tus seres queridos no denigra a la persona, sino que la ennoblece.

"El que se ensalce será humillado, el que se humille será ensalzado". Mateo 23-12

lunes, 11 de mayo de 2009

El poder

Controlar lo que nos rodea y a las personas con las que tratamos viene a ser el sueño de cualquiera. También controlar la suerte, las enfermedades y el futuro, pero eso es una utopía. Hay personas que tienen más capacidad para ejercer ese poder, como por ejemplo, las madres. Hace tiempo escribí un post sobre cómo los padres en principio debería ayudar a sus hijos a desarrollarse como personas independientes, pero sin embargo, una madre manipuladora puede influir a su hijo desde la primera infancia para hacer que se aproxime a un ideal que tenga en mente. También busca poder quien empieza relaciones sentimentales como un reto, pero pierde el interés en cuanto consigue su capricho.

Hay personas que tienen mucha facilidad para ejercer ese poder, sea por su carácter o su capacidad mental y no es malo en sí mismo, pero es importante tener un autocontrol y respetar al prójimo también psicológicamente. Todos conocemos gente poderosa que han convertido esto en su modo de vida: artistas, políticos, intelectuales. Llega un momento en que les resulta imposible desligar lo que es su faceta profesional y su fama de su propia personalidad. Así muchas veces se creen que tienen el derecho de dirigir la opinión pública hacia sus propias convicciones morales. Cuando ayudan a alguien, sólo lo hacen esperando un agradecimiento eterno. Son como actores de su propia vida, esperando cada día el aplauso del público.

Acaban siendo víctimas de su propia actitud, porque el afán de control sobre el prójimo también es una especie de adicción. No entienden su propia vida sin estar en el punto de mira, sin ser el centro de atención, el que pone las normas, el que es admirado por todos. Por eso, si alguna vez se encuentran solos, sin su séquito, su dinero, sus admiradores..., su vida no tiene sentido. Viven de cara a la galería, a ser los más brillantes, ingeniosos, simpáticos, y caerle bien a todo el mundo. Pero eso generalmente sólo dura un tiempo. Es imposible mantener esa pose todo el día y además es una felicidad ficticia. No son sólamente famosos, sino que es un tipo de persona bastante habitual. Hay uno en cada barrio y en cada oficina.

Con el tiempo, las cosas se tuercen porque ellos mismos no ponen tanto empeño como antes. Pero no hay problema porque siempre son los otros los que han actuado mal. Ellos no se equivocan. Son los incomprendidos, los que siempre tienen mala suerte, los que se sacrifican y nadie se lo agradece. Tienen que ser siempre los protagonistas, incluso de la desgracia: el niño en el bautizo, la novia en la boda, el muerto en el entierro (como dice la canción). He conocido mucha gente así a lo largo de mi vida. Gente que fluctúa siempre entre la euforia y la depresión y no se dan cuenta de que su problema es que no viven para ellos mismos. Viven para ejercer su poder sobre los demás, aunque sea temporalmente y es lo único que le da sentido a su vida.

Música: de un tiempo perdido. Andrés Calamaro y los Rodríguez
Pd. Pensar que yo odio a alguien sólo porque no estoy de acuerdo con lo que hace y lo digo, es un ejemplo claro de cómo este país camina hacia el fanatismo y el absurdo. El mundo no gira alrededor tuyo. Algún día recordarás mis palabras, pero ya será tarde.

sábado, 4 de abril de 2009

Paz de espíritu

La Cuaresma y la Semana Santa se supone que son tiempo de reflexión sobre tu vida y a eso me he dedicado yo los últimos días. A veces me pregunto por qué me molesto en llamar la atención sobre los problemas que a mí no me afectan, gracias a Dios. Por ejemplo, ahora que está claro que un treinta por ciento de los jóvenes españoles no van a tener el graduado escolar, lo cual es imprescindible para cualquier tipo de oposiciones. No se trata de que no tengan título universitario. No creo que todo el mundo tenga que ser diplomado.

Sin embargo, mi hijo mayor ya tiene su título. Los tres me acaban de entregar unas notas de evaluación con medias de siete, ocho y nueve respectivamente. Tal vez debería relajarme porque, a mí que más me da si los demás no aprueban: menos competencia para mis hijos. Yo me he dedicado en cuerpo y alma a ellos estos años, me he preocupado de todas sus dudas y sus dificultades (no es que no las tuvieran), mientras otros padres se han desentendido completamente. Me temo que tiene poco arreglo.

Yo he peleado mucho con ellos para que hubiera respeto y consideración en casa, aún dejándoles la iniciativa en temas menores. Hemos controlado sus amistades, sus relaciones. Hemos ido a contracorriente en temas de moda, de horarios y de costumbres. Cuando me cuentan que muchos de sus compañeros están alcoholizados o toman drogas, no pienso que sea culpa de los chicos, sino de sus padres y de esta sociedad que promueve el placer inmediato. Yo llevo veinte años casada y algunos de mis hermanos más de treinta. Si las parejas ya no saben relacionarse tampoco es algo que debería preocuparme.

No es que piense bajar la guardia, porque nunca se sabe lo que te deparará la vida, pero creo que he hecho los deberes, mientras otros se dedicaban a vivir el momento. Apenas viajamos, no salimos a comer o cenar, no gastamos más de lo imprescindible, pasamos mucho tiempo juntos y no nos callamos cuando es necesario aclarar algún tema importante. Nos implicamos con la iglesia, con las obras sociales y, cuando digo que no necesito más, es la pura verdad. No me compensa meterme en debates sin sentido con personas que sólo buscan su propio interés personal a costa de lo que haga falta. Intento disfrutar cada minuto como si fuera el último.

Soy feliz abrazando a mis hijos (en casa, no en la calle.:), sabiendo que confían en nosotros, hablando con nuestros familiares y apoyando las causas que creemos que merecen la pena. La vida es demasiado valiosa para desperdiciarla en malos rollos. Así que mi cese temporal de comentarios (como diría la infanta) se va a convertir en un cese definitivo. La verdad, tampoco parece que os haya importado mucho en general... Seguiré escribiendo, pero no relacionándome. Espero que os vaya bien a todos.

sábado, 14 de marzo de 2009

En el ojo del huracán

A veces siento que vivo en un oasis en el desierto. Tengo miedo de que mis hijos salgan y se pierdan en la inmensidad. A veces siento que estoy en el ojo del huracán, allí donde reina la calma, pero una ráfaga de viento me puede arrebatar de repente todo lo que quiero. A veces soy tan feliz que me da miedo. Llega la primavera y un gorroncillo canta sobre la barandilla de mi balcón. Mis hijos crecen sanos y responsables, y mis padres siguen ahí. Nuestros numerosos parientes y nuestros pocos amigos se encuentran sin novedad. Y yo me pregunto si es posible tanta tranquilidad.

Miro a mi marido y siento que le quiero tanto o más que antes, que los años nos han unido y sólo quiero envejecer a su lado. Miro a mis hijos, que ya son más altos que yo, y pienso que no se nos ha dado tan mal. Vivo donde quiero vivir, llevo una vida que me llena. Podría hacer alguna cosa más, pero de momento no se ha dado la ocasión. No tengo prisa. No necesito más dinero, ropa, viajes, aventuras... Soy feliz con sólo poder conservar lo que tengo en este momento. Me pregunto si todo esto es real.

Afuera, hay un mundo donde tres cuartas partes de la humanidad sufren miseria y violencia. Afuera, hay un país donde conceden medallas a los toreros. Afuera, hay una sociedad donde la gente como yo empezamos a ser una especie en extinción. Me preocupa que mis hijos se sientan rechazados por culpa de la educación que han recibido. Los valores del siglo XX están pasados de moda y a nadie le gusta ser diferente. Es culpa mía que vean más allá de las apariencias, que tengan otros intereses. Sería mucho más fácil si todo les diera igual.

A mis hijos les gusta leer y aprender cosas nuevas. Mis hijos valoran el amor, la familia, la vida y las pequeñas cosas cotidianas. Mis hijos se llevan bien, no dicen palabrotas habitualmente, no fuman, no beben... A veces me parece que les he hecho una faena. Les he condenado a pensar por su cuenta y no dejarse llevar, como mis padres hicieron conmigo. Les he enseñado a apreciar las diferencias y respetar a los demás; pero me temo que no van a recibir el mismo trato. Tal vez tenía que haber dejado que siguieran la corriente. Pero puede que todavía se cansen y lo hagan, porque son libres de seguir su propio camino, y ya no hay nada que yo pueda hacer al respecto.