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domingo, 30 de enero de 2011
Penélope Cruz pone en riesgo a su hijo
Ahora que es famosa y rica, se supone que todos deberíamos rendirle pleitesía. Sin embargo, a mí siempre me ha parecido una mala actriz. Recuerdo su actuación en una película, cantando flamenco con un presunto acento andaluz, que daban ganas de llorar. No hubiera llegado probablemente a ninguna parte si no llega a liarse con Tom Cruise, -entre otros muchos-, una de las personas más influyentes de EE.UU. Luego acabó con Javier Bardén, otro actor mediocre que ha alcanzado la fama de su mano. Para colmo, se las dan de anarquistas, proletarios y pareja liberal; cuando todo el mundo sabe que se codean con todos los ricos y poderosos y no le hacen ascos a nadie. Luego dirán que hablo así por envidia, pero si de verdad valiesen yo sería la primera en alegrarme de su éxito.
Pero, lo que más me molesta es que Penélope Cruz se haya quedado embarazada en pleno rodaje de una película de acción, poniendo así en peligro su salud y la de su hijo. Si no era premeditado, debería haber dejado la película; pero, claro, eso significaba renunciar a muchísimo dinero. Además supongo que conoce los anticonceptivos y los utiliza. Si ha decidido ser madre sin renunciar a su trabajo de riesgo, entonces son unos irresponsables. Un hijo no es un capricho como quien se compra una nueva mansión. Claro que, qué se podía esperar de una pareja que siempre ha antepuesto sus ambiciones y sus ideas a todo lo demás. El tiempo nos mostrará las consecuencias, como siempre.
Pero, lo que más me molesta es que Penélope Cruz se haya quedado embarazada en pleno rodaje de una película de acción, poniendo así en peligro su salud y la de su hijo. Si no era premeditado, debería haber dejado la película; pero, claro, eso significaba renunciar a muchísimo dinero. Además supongo que conoce los anticonceptivos y los utiliza. Si ha decidido ser madre sin renunciar a su trabajo de riesgo, entonces son unos irresponsables. Un hijo no es un capricho como quien se compra una nueva mansión. Claro que, qué se podía esperar de una pareja que siempre ha antepuesto sus ambiciones y sus ideas a todo lo demás. El tiempo nos mostrará las consecuencias, como siempre.
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viernes, 5 de noviembre de 2010
Los unos y los otros
En más de cuatro años de blog he tenido relación con mucha gente; más cuando tenía comentarios abiertos. A algunos los sigo casi desde el principio, otros se han ido quedando en el camino. Recuerdo a una chica bisexual que, curiosamente, solía estar de acuerdo conmigo. Hasta que un día intentó hacer campaña contra la derecha desde mi blog. Habría que explicarle que se puede ser buena pero no tonta. También conocí a un chico bisexual encantador a quien espero que le sigan yendo bien las cosas. Tuve bastante relación con otra chica que era todo lo que yo critico: promiscua, alcohólica y drogadicta, y, sin embargo, nos entendimos bien una temporada hasta que pretendió que yo tenía que darle la razón hiciera lo que hiciera. Conocí también a una señora de mi edad con quien compartía muchos intereses. Fue la primera en bajarse del barco en cuanto zozobró. Luego hay otro señor en Valencia que es una gran persona y forma conmigo la pareja senior de internet.
Mantenía otra extraña "relación" con un bloguero que escribe muy bien y nos parecemos más de lo que él mismo reconocería. Sin embargo, no tuvo problema en darme una puñalada trapera a la menor desavenencia. Hay otro, sin embargo, que no vale la pena ni recordar. Un individuo que, siendo católico practicante, sin embargo, odia frontalmente todo lo relativo a la Iglesia, y para eso utiliza su blog, para calumniarla. En el apartado positivo, por supuesto, hay un par de chicas a las que me hubiera gustado conocer personalmente. También hay otra señora que, a pesar de profesar una ideología contraria a la mía, jamás me ha dado motivos para molestarme, sino todo lo contrario. Quedan algunos más a los que sigo visitando de vez en cuando, aunque nunca hemos tenido mucha relación. Espero no olvidar a nadie importante. El caso es que la mayoría de ellos ya no escriben o lo hacen de tarde en tarde. Quedamos pocos supervivientes.
Mantenía otra extraña "relación" con un bloguero que escribe muy bien y nos parecemos más de lo que él mismo reconocería. Sin embargo, no tuvo problema en darme una puñalada trapera a la menor desavenencia. Hay otro, sin embargo, que no vale la pena ni recordar. Un individuo que, siendo católico practicante, sin embargo, odia frontalmente todo lo relativo a la Iglesia, y para eso utiliza su blog, para calumniarla. En el apartado positivo, por supuesto, hay un par de chicas a las que me hubiera gustado conocer personalmente. También hay otra señora que, a pesar de profesar una ideología contraria a la mía, jamás me ha dado motivos para molestarme, sino todo lo contrario. Quedan algunos más a los que sigo visitando de vez en cuando, aunque nunca hemos tenido mucha relación. Espero no olvidar a nadie importante. El caso es que la mayoría de ellos ya no escriben o lo hacen de tarde en tarde. Quedamos pocos supervivientes.
domingo, 8 de agosto de 2010
Sé lo que hicistéis versus el hormiguero
Hace aproximadamente dos años que empecé a ver ambos programas. Los dos tienen cualidades: son entretenidos, interesantes y divertidos; y los dos tienen el mismo defecto: querer haber sido caballo de batalla al servicio de una ideología política y moral. El hormiguero lo veía con mis hijos y, a pesar de ser ya todos mayores, acabé por vetarlo porque me estaba dando ya vergüenza ajena.
Siendo un programa dirigido a los niños, no hay frase que no contenga alusiones sexuales o referencias a los genitales de los presentadores. A parte del gusto por lo escatológico -que ya estaba resultando repugnante-, y las entrevistas a personajes afínes que nos ponen al día de su vida íntima sin que les preguntemos. Una pena, realmente, porque había otras entrevistas y secciones que valían la pena.
Sin embargo, Sé lo que hicistéis ha seguido un poco la trayectoria contraria. Tras un tiempo en que las alusiones políticas y antirreligiosas estaban a la orden del día, también dejé de verlo. Pero ahora parece que han rectificado y puedo seguir todo el programa sin sentirme ofendida o insultada. Al menos, ultimamente. Espero no tener que rectificar estas líneas la semana que viene... Lo único que me molesta ahora, es que se dediquen a criticar la música sudamericana que no comprenden.
Lo que demuestra que se puede hacer un programa de entretenimiento para todos sin utilizar el recurso fácil del insulto y la burla, el lenguaje obseno y la provocación. Además, lo curioso es que ellos mismos deberían ser los primeros interesados en atraer a un público lo más variado posible. Al fin y al cabo, su supervivencia depende de la audiencia y todos sumamos, sea cual sea nuestra ideología.
Siendo un programa dirigido a los niños, no hay frase que no contenga alusiones sexuales o referencias a los genitales de los presentadores. A parte del gusto por lo escatológico -que ya estaba resultando repugnante-, y las entrevistas a personajes afínes que nos ponen al día de su vida íntima sin que les preguntemos. Una pena, realmente, porque había otras entrevistas y secciones que valían la pena.
Sin embargo, Sé lo que hicistéis ha seguido un poco la trayectoria contraria. Tras un tiempo en que las alusiones políticas y antirreligiosas estaban a la orden del día, también dejé de verlo. Pero ahora parece que han rectificado y puedo seguir todo el programa sin sentirme ofendida o insultada. Al menos, ultimamente. Espero no tener que rectificar estas líneas la semana que viene... Lo único que me molesta ahora, es que se dediquen a criticar la música sudamericana que no comprenden.
Lo que demuestra que se puede hacer un programa de entretenimiento para todos sin utilizar el recurso fácil del insulto y la burla, el lenguaje obseno y la provocación. Además, lo curioso es que ellos mismos deberían ser los primeros interesados en atraer a un público lo más variado posible. Al fin y al cabo, su supervivencia depende de la audiencia y todos sumamos, sea cual sea nuestra ideología.
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lunes, 24 de mayo de 2010
La perversión de las palabras 1
La perversión de las palabras
Uno de los cambios principales que ha traído el siglo es que el lenguaje ya no significa lo mismo que antes. Forma parte de la cultura de la muerte, de la que ya hablaba Juan Pablo II, y está decididamente controlado por la llamada Ideología de género. Según este concepto, las personas ya no pertenecemos a su sexo, sino que tenemos una orientación sexual, que cada cual puede elegir a su capricho. Sobre esta base, todas las relaciones entre la gente han perdido su sentido original; y, con ellas, las palabras que designaban ese tipo de conexiones sociales, como amor, pareja, matrimonio, hijos y familia, han pasado a significar otra cosa. Aunque parezca algo baladí, las consecuencias de la perversión del lenguaje nos conducen a la justificación de actos contra natura, como el aborto o la eutanasia.
Amor
Aunque se trata de un sentimiento universal, aplicamos esta palabra especialmente a las relaciones de pareja. No hay más que encender la televisión para darse cuenta de que, hoy en día, se considera “enamorado” a cualquiera que haya tenido una relación esporádica en un bar de madrugada. El amor se identifica con el sexo y no se concibe sin él. Yo creo que una persona puede estar enamorada tres o cuatro veces en su vida (eso concediendo mucho). Confundir la amistad, la simpatía o la afinidad física con el amor, supone lo mismo que vaciar una naranja y quedarse con la cáscara. Para llegar a conocer la profundidad de este sentimiento hacen falta años de convivencia diaria y superar múltiples dificultades. El otro amor es un sucedáneo sin valor.
Uno de los cambios principales que ha traído el siglo es que el lenguaje ya no significa lo mismo que antes. Forma parte de la cultura de la muerte, de la que ya hablaba Juan Pablo II, y está decididamente controlado por la llamada Ideología de género. Según este concepto, las personas ya no pertenecemos a su sexo, sino que tenemos una orientación sexual, que cada cual puede elegir a su capricho. Sobre esta base, todas las relaciones entre la gente han perdido su sentido original; y, con ellas, las palabras que designaban ese tipo de conexiones sociales, como amor, pareja, matrimonio, hijos y familia, han pasado a significar otra cosa. Aunque parezca algo baladí, las consecuencias de la perversión del lenguaje nos conducen a la justificación de actos contra natura, como el aborto o la eutanasia.
Amor
Aunque se trata de un sentimiento universal, aplicamos esta palabra especialmente a las relaciones de pareja. No hay más que encender la televisión para darse cuenta de que, hoy en día, se considera “enamorado” a cualquiera que haya tenido una relación esporádica en un bar de madrugada. El amor se identifica con el sexo y no se concibe sin él. Yo creo que una persona puede estar enamorada tres o cuatro veces en su vida (eso concediendo mucho). Confundir la amistad, la simpatía o la afinidad física con el amor, supone lo mismo que vaciar una naranja y quedarse con la cáscara. Para llegar a conocer la profundidad de este sentimiento hacen falta años de convivencia diaria y superar múltiples dificultades. El otro amor es un sucedáneo sin valor.
miércoles, 2 de diciembre de 2009
Adolescentes
Por petición especial voy a intentar explicar lo que es mi vida con tres adolescentes en casa. Llegar a la adolescencia significa recibir un coche nuevo cuando no tienes carnet de conducir ni idea de cómo se conduce. Eso es el cuerpo. En cuanto al cerebro, les entregan un ordenador lleno de datos, pero sin sistema operativo, de manera que no pueden localizar o relacionar la información por sí solos. Sólo hay dos tipos de adolescentes que no dan problemas: los responsables, que no piensan más que en estudiar o los pasotas, que no paran en casa o se pasan el día en el twitter.
Pero la mayoría vienen a ser término medio. Si además resulta que son inteligentes y te has pasado la vida enseñándolos a pensar por sí mismos, entonces tienes una bomba de relojería en casa que puede explotar en cualquier momento. Los adolescentes se sienten seguros de sí mismos, demasiado, pero a la vez tienen un cóctel de emociones que desvirtúa todos sus pensamientos. Así sucede que, cuando estabas pensando que eran chicos sensatos, descubres que han cambiado completamente de opinión de la noche a la mañana sobre todo lo que antes defendían, lo que les gustaba y lo que les parecía bien o mal.
Luego además, tienen memoria selectiva: sólo recuerdan lo que les interesa y como les interesa. Por ejemplo, mi hija mayor no entiende por qué ella a los doce años se acostaba a las nueve y media y su hermana pequeña se acuesta a las diez. No es fácil explicarle que no es lo mismo tener tres hijos de nueve, doce y catorce años, que tres de doce, catorce y diecisiete años. Al final lo que ocurre es que la pequeña acaba viendo cosas en televisión que ni le gustan ni le convienen. Pero ya no podemos mandarlos a todos a su cuarto y quedarnos viendo la tele solos tranquilamente, como cuando eran pequeños.
Así que no se puede bajar nunca la guardia y estás siempre pensando qué será lo siguiente, si mañana va a resultar que tengo un hijo budista. Porque son como esponjas y absorben cualquier ideología y antes de que te dés cuenta se la han tragado sin masticar. Además, como no te lo cuentan, te acabas enterando al cabo del tiempo de que tus hijos tienen unas ideas extrañísimas que a saber de dónde las han sacado o si alguien en particular lleva meses adoctrinándolos a tus espaldas. Sólo contrarrestar la influencia de los medios de comunicación ya es un tarea agotadora. Pero, en general, no me puedo quejar, tal como está el panorama mis hijos son unos santos.
A propósito, cuando decía ayer que dejé de ir a misa hace años, para los que no me conocen, he vuelto a ir desde hace dos años y ahora asisto casi todos los días.
Pero la mayoría vienen a ser término medio. Si además resulta que son inteligentes y te has pasado la vida enseñándolos a pensar por sí mismos, entonces tienes una bomba de relojería en casa que puede explotar en cualquier momento. Los adolescentes se sienten seguros de sí mismos, demasiado, pero a la vez tienen un cóctel de emociones que desvirtúa todos sus pensamientos. Así sucede que, cuando estabas pensando que eran chicos sensatos, descubres que han cambiado completamente de opinión de la noche a la mañana sobre todo lo que antes defendían, lo que les gustaba y lo que les parecía bien o mal.
Luego además, tienen memoria selectiva: sólo recuerdan lo que les interesa y como les interesa. Por ejemplo, mi hija mayor no entiende por qué ella a los doce años se acostaba a las nueve y media y su hermana pequeña se acuesta a las diez. No es fácil explicarle que no es lo mismo tener tres hijos de nueve, doce y catorce años, que tres de doce, catorce y diecisiete años. Al final lo que ocurre es que la pequeña acaba viendo cosas en televisión que ni le gustan ni le convienen. Pero ya no podemos mandarlos a todos a su cuarto y quedarnos viendo la tele solos tranquilamente, como cuando eran pequeños.
Así que no se puede bajar nunca la guardia y estás siempre pensando qué será lo siguiente, si mañana va a resultar que tengo un hijo budista. Porque son como esponjas y absorben cualquier ideología y antes de que te dés cuenta se la han tragado sin masticar. Además, como no te lo cuentan, te acabas enterando al cabo del tiempo de que tus hijos tienen unas ideas extrañísimas que a saber de dónde las han sacado o si alguien en particular lleva meses adoctrinándolos a tus espaldas. Sólo contrarrestar la influencia de los medios de comunicación ya es un tarea agotadora. Pero, en general, no me puedo quejar, tal como está el panorama mis hijos son unos santos.
A propósito, cuando decía ayer que dejé de ir a misa hace años, para los que no me conocen, he vuelto a ir desde hace dos años y ahora asisto casi todos los días.
martes, 13 de octubre de 2009
17 de octubre 2009 - Un día histórico
Supongo que ya habéis oído que ese día habrá varias manifestaciones por toda España en contra de la nueva ley del aborto. Ya sé que dicen que la convocan ultracatólicos de extrema derecha, pero eso es una definición interesada. El aborto no es un tema religioso, aunque todas las religiones lo prohiban. Tampoco es exclusivo de ideologías conservadoras. De hecho hay mucha gente de izquierdas que se opone, pero no se atreven a dar su opinión, por miedo a que los consideren anticuados. Sin embargo, el aborto no es, por desgracia, algo nuevo, sino un mal a evitar, como la pederastia o el incesto, que también existen desde siempre.
El aborto no puede ser un derecho, porque es una desgracia. Eso lo saben todos aquellos que han perdido un hijo de forma involuntaria. El niño concebido forma ya parte de nuestra familia, lo queramos o no, nos venga bien o mal en ese momento. Y por tanto, matarlo significa eliminar a un pariente nuestro, un hijo, un nieto, un hermano. El óvulo fecundado al cabo de una semana ya tiene el aspecto de un bebé en miniatura, con sus piernas, brazos, y cabeza con todos los rasgos que le caracterizarán en su vida. No es un montón de células informe. Pero, aún cuando lo fuera, sería un ser humano único y diferenciado de cualquier otro, desde el momento en que tiene un material genético diferente de cualquiera que haya podido nacer antes o después.
El día diecisiete de octubre yo debería estar celebrando mi aniversario de boda, pero estaré, si Dios quiere, en la manifestación de Madrid y os invito a asistir también, porque el derecho a la vida no puede depender, de la edad, la raza o el sexo. Es intrínseco a todos los seres vivos y defenderlo es lo más importante que podemos hacer ese día o cualquier otro.
El aborto no puede ser un derecho, porque es una desgracia. Eso lo saben todos aquellos que han perdido un hijo de forma involuntaria. El niño concebido forma ya parte de nuestra familia, lo queramos o no, nos venga bien o mal en ese momento. Y por tanto, matarlo significa eliminar a un pariente nuestro, un hijo, un nieto, un hermano. El óvulo fecundado al cabo de una semana ya tiene el aspecto de un bebé en miniatura, con sus piernas, brazos, y cabeza con todos los rasgos que le caracterizarán en su vida. No es un montón de células informe. Pero, aún cuando lo fuera, sería un ser humano único y diferenciado de cualquier otro, desde el momento en que tiene un material genético diferente de cualquiera que haya podido nacer antes o después.
El día diecisiete de octubre yo debería estar celebrando mi aniversario de boda, pero estaré, si Dios quiere, en la manifestación de Madrid y os invito a asistir también, porque el derecho a la vida no puede depender, de la edad, la raza o el sexo. Es intrínseco a todos los seres vivos y defenderlo es lo más importante que podemos hacer ese día o cualquier otro.
martes, 14 de julio de 2009
Contador de visitas
Tengo un gadchet por ahí que se llama statcounter y me dice el número de visitantes cada día. También me dice quién ha entrado, cómo y cuando y qué páginas ha visto. En otras palabras, tengo un espía en el blog. Algunas páginas no dejan rastro porque vienen por otro camino, pero veo lo suficiente para saber una cosa: aquellos que me han puesto verde en otros blogs, siguen entrando regularmente en el mío. Se podría decir que lo hacen para buscar argumentos sobre los que escribir a la contra. Sin embargo, no creo que sea sólo por eso. Supongo que les dará rabia pensar que en el fondo les sigue gustando este blog, que no pueden evitar estar de acuerdo con la mayor parte de lo que escribo. Y es que, no me extraña, creo que la mayoría de la gente en España, si hablaran con sinceridad, acabarían dándome la razón. La cuestión es que no voy a contracorriente como digo. Voy con la corriente mayoritaria de personas que, sin embargo, nunca lo van a reconocer públicamente porque se avergüenzan de pensar así. Porque les han convencido de que mis ideas son equivocadas e intrínsicamente malvadas.
Sin embargo, la realidad es muy tozuda y antes o después acaba corroborando lo que escribo, cosa que cualquiera medianamente razonable acaba descubriendo con el tiempo. Han tenido que pasar tres años, por ejemplo, para que se empiece a hablar claramente y sin tapujos de la cultura del esfuerzo, de la necesidad de inculcar a nuestros hijos una mentalidad realista que les ayude a valerse por sí mismos el día de mañana. En este momento empezamos la gran batalla por la vida y contra el aborto, que nos costará sangre, sudor y lágrimas, pero no vamos a rendirnos. Sólo espero que dentro de cinco años, tal vez diez, pueda respirar tranquila pensando que hemos conseguido despertar las conciencias y cambiar las ideas preconcebidas sobre este tema. Tal vez entonces también vuelva a regir la sensatez y el sentido común en las relaciones de pareja; todo lo cual se ha estado sacrificando impunemente en el altar de la mal llamada igualdad. Al menos confío en que para entonces se haya recuperado el nivel de parejas estables con hijos que resulta imprescindible para la supervivencia social.
Así que no me extraña que mis "enemigos" sigan entrando. Pero a veces me da una vena sarcástica y me dan ganas de publicar el historial del contador de visitas para que se sepa quiénes son los que me critican de cara a la galería, pero siguen enganchados a este blog. En todo caso, lo que está claro es que no hace daño el que quiere sino el que puede. Para eso hay que tener autoridad moral y es algo que escasea mucho últimamente. Las únicas opiniones que importan son las de los amigos.
Sin embargo, la realidad es muy tozuda y antes o después acaba corroborando lo que escribo, cosa que cualquiera medianamente razonable acaba descubriendo con el tiempo. Han tenido que pasar tres años, por ejemplo, para que se empiece a hablar claramente y sin tapujos de la cultura del esfuerzo, de la necesidad de inculcar a nuestros hijos una mentalidad realista que les ayude a valerse por sí mismos el día de mañana. En este momento empezamos la gran batalla por la vida y contra el aborto, que nos costará sangre, sudor y lágrimas, pero no vamos a rendirnos. Sólo espero que dentro de cinco años, tal vez diez, pueda respirar tranquila pensando que hemos conseguido despertar las conciencias y cambiar las ideas preconcebidas sobre este tema. Tal vez entonces también vuelva a regir la sensatez y el sentido común en las relaciones de pareja; todo lo cual se ha estado sacrificando impunemente en el altar de la mal llamada igualdad. Al menos confío en que para entonces se haya recuperado el nivel de parejas estables con hijos que resulta imprescindible para la supervivencia social.
Así que no me extraña que mis "enemigos" sigan entrando. Pero a veces me da una vena sarcástica y me dan ganas de publicar el historial del contador de visitas para que se sepa quiénes son los que me critican de cara a la galería, pero siguen enganchados a este blog. En todo caso, lo que está claro es que no hace daño el que quiere sino el que puede. Para eso hay que tener autoridad moral y es algo que escasea mucho últimamente. Las únicas opiniones que importan son las de los amigos.
martes, 30 de junio de 2009
Cine español
Las películas de los años sesenta en España estaban basadas en una mentalidad muy básica y algo infantil. Tal vez por eso todavía se ven con gusto, aunque choque el cambio de costumbres. Las de los setenta, se basaban principalmente en el destape y eran muy previsibles, pero tenían su gracia. A partir de ahí, comenzaron a aparecer las subvenciones estatales, las cuadrillas de amigos según la ideología dominante y los "nuevos talentos" instantáneos.
En EE.UU para ser actor hay que pasar, en general, por una criba impresionante. Se requiere asistir durante años a una escuela de actores y competir con cientos de aspirantes por un papel. Aquí basta con ser conocido de alguien, modelo, hijo de, o caerle bien a los responsables del dinero. También es imprescindible generalmente ser de izquierdas y llevar una vida "liberal". Con esas condiciones, ya se sabe que todas las películas resultan cortadas por el mismo patrón.
Son comedias sin pretensiones, salpicadas de palabrotas y mucho sexo; o tragedias macabras hasta el límite; películas tristes, lentas y melancólicas; o reivindicaciones de la segunda República. De esta regla escapan de vez en cuando excepciones, como es natural; auténticas obras maestras, que suelen pasar desapercibidas para el gran público y no salen rentables. Luego todo se arregla diciendo que la gente no ve cine español porque no se le hace publicidad.
Lo cierto es que no van simplemente porque no tiene comparación con el americano, ni por argumento, ni por actores. Siempre dirá alguno que nos queda Almodóvar, pero su cine se ha convertido en una máquina de "eppatter" que dicen los franceses, sin más objetivo que el escándalo. Algo muy genuíno español, por otra parte. Hacer buen cine, como todo, cuesta tiempo y esfuerzo y, por tanto, está en contra de la mentalidad actual.
En EE.UU para ser actor hay que pasar, en general, por una criba impresionante. Se requiere asistir durante años a una escuela de actores y competir con cientos de aspirantes por un papel. Aquí basta con ser conocido de alguien, modelo, hijo de, o caerle bien a los responsables del dinero. También es imprescindible generalmente ser de izquierdas y llevar una vida "liberal". Con esas condiciones, ya se sabe que todas las películas resultan cortadas por el mismo patrón.
Son comedias sin pretensiones, salpicadas de palabrotas y mucho sexo; o tragedias macabras hasta el límite; películas tristes, lentas y melancólicas; o reivindicaciones de la segunda República. De esta regla escapan de vez en cuando excepciones, como es natural; auténticas obras maestras, que suelen pasar desapercibidas para el gran público y no salen rentables. Luego todo se arregla diciendo que la gente no ve cine español porque no se le hace publicidad.
Lo cierto es que no van simplemente porque no tiene comparación con el americano, ni por argumento, ni por actores. Siempre dirá alguno que nos queda Almodóvar, pero su cine se ha convertido en una máquina de "eppatter" que dicen los franceses, sin más objetivo que el escándalo. Algo muy genuíno español, por otra parte. Hacer buen cine, como todo, cuesta tiempo y esfuerzo y, por tanto, está en contra de la mentalidad actual.
domingo, 24 de mayo de 2009
No puedo dejarlo
Hace tiempo que escribir este blog dejó de ser algo agradable para convertirse en una obligación. He pensado varias veces en dejarlo, pero no puedo. La razón es sencillamente que soy la única. Soy la única persona en esta zona de internet que defiende a la Iglesia frente al laicismo, al capitalismo frente al socialismo, a la moral cristiana frente al relativismo, la vida frente al aborto y la eutanasia, la fidelidad frente a la promiscuidad, la familia frente al individualismo, la pareja frente a la ideología de género...
Existe una página que os recomiendo. Se llama Hazte oir.org y de ahí saco buena parte de mis informaciones. Son también los únicos en internet, que yo conozca, que se atreven a llamar a las cosas por su nombre porque son independientes de partidos políticos e intereses económicos. Pertenecen a esta organización muchos católicos, pero hay gente de todas las ideologías y creencias. También son los promotores de Derecho a vivir.org, del cual supongo que sí que habéis oído hablar. Si un día decido dejarlo, podréis encontrar allí ideas muy parecidas a las mías.
Cuando entro en esa web comprendo que no puedo dejarlo. No puedo quedarme en mi casa con mi familia y desentenderme de la realidad del mundo, de la falta de valores de nuestra sociedad y de la deriva nihilista que está tomando nuestro país. Aunque no esté en mi mano nada más en absoluto, mientras pueda seguir tecleando en el ordenador, seguiré denunciando que el feto es un ser humano desde el momento de su concepción. Seguiré diciendo que la moral cristiana es tan válida ahora como lo ha sido y será siempre.
Todos aquellos que están de acuerdo conmigo pero no hacen nada y no dicen nada, están contribuyendo a la situación, están dejando que nuestra sociedad se vuelva cada vez más materialista, más egoísta, más vacía de valores. Si yo viera que existe un debate social, que la oposición simplemente se opone, que existiera en España una derecha, como existe en todas las democracias del mundo; entonces sí podría cerrar el blog o dedicarme a escribir sobre las estrellas. Pero empiezo a dudar que vea ese momento.
Existe una página que os recomiendo. Se llama Hazte oir.org y de ahí saco buena parte de mis informaciones. Son también los únicos en internet, que yo conozca, que se atreven a llamar a las cosas por su nombre porque son independientes de partidos políticos e intereses económicos. Pertenecen a esta organización muchos católicos, pero hay gente de todas las ideologías y creencias. También son los promotores de Derecho a vivir.org, del cual supongo que sí que habéis oído hablar. Si un día decido dejarlo, podréis encontrar allí ideas muy parecidas a las mías.
Cuando entro en esa web comprendo que no puedo dejarlo. No puedo quedarme en mi casa con mi familia y desentenderme de la realidad del mundo, de la falta de valores de nuestra sociedad y de la deriva nihilista que está tomando nuestro país. Aunque no esté en mi mano nada más en absoluto, mientras pueda seguir tecleando en el ordenador, seguiré denunciando que el feto es un ser humano desde el momento de su concepción. Seguiré diciendo que la moral cristiana es tan válida ahora como lo ha sido y será siempre.
Todos aquellos que están de acuerdo conmigo pero no hacen nada y no dicen nada, están contribuyendo a la situación, están dejando que nuestra sociedad se vuelva cada vez más materialista, más egoísta, más vacía de valores. Si yo viera que existe un debate social, que la oposición simplemente se opone, que existiera en España una derecha, como existe en todas las democracias del mundo; entonces sí podría cerrar el blog o dedicarme a escribir sobre las estrellas. Pero empiezo a dudar que vea ese momento.
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viernes, 8 de mayo de 2009
Los extremos se tocan
Estaba sentada en una terraza junto a una mesa con dos parejas y cuatro niños. Una niña de unos cinco años se dedicaba a sacar los palillos de sus envoltorios y tirarlos al suelo. Entonces su madre la ve y le dice: eso no se hace. Recoge los palillos del suelo. Hasta ahí, bien. El problema es que la niña le contesta que no quiere, los padres se ríen y los palillos se quedan en el suelo. Y yo, indignada, tengo que resistir la tentación de decirles algo porque sé que no va a servir de nada y sólo me voy a llevar un disgusto. Comimos fuera y en el restaurante, en la mesa de al lado daba la casualidad de que se encontraban un grupo de personas de ideología opuesta a la nuestra. Al principio su conversación no nos gustaba. No podíamos evitar oirla porque hablaban bastante fuerte. Pero llegó el momento en que empezaron a hablar del tema de la educación de los hijos y resulta que sus opiniones eran calcadas de las mías, en el sentido de que los padres tenían que tener autoridad y exigir a los niños y no darles todos los caprichos sin más.
No me extraña porque ya sé que los extremos se tocan. Las personas que tenemos las ideas claras solemos coincidir en este tema. Sin embargo, hay una contradicción muy evidente: que han sido ellos los que promovieron el cambio de las leyes que había para aumentar los derechos de los niños y disminuir la autoridad de los padres y profesores. Sin embargo, al pasar de la teoría a la práctica se dan cuenta de que dentro de la familia tiene que haber unas normas o de otro modo los hijos no tienen referentes, no se esfuerzan, no respetan y acaban completamente perdidos. Entonces también me daban ganas de hablar con ellos y preguntarles cómo es posible que estando de acuerdo vayamos por caminos opuestos. Tal vez sería más fácil razonar con ellos que con aquellos que se encuentran en el espacio fantasma llamado centro. Me refiero a los que intentan agradar a todo el mundo porque en el fondo les da igual. En la vida, como en el amor, no hay nada peor que la indiferencia.
Música: Leave out all the rest. Linkin park
No me extraña porque ya sé que los extremos se tocan. Las personas que tenemos las ideas claras solemos coincidir en este tema. Sin embargo, hay una contradicción muy evidente: que han sido ellos los que promovieron el cambio de las leyes que había para aumentar los derechos de los niños y disminuir la autoridad de los padres y profesores. Sin embargo, al pasar de la teoría a la práctica se dan cuenta de que dentro de la familia tiene que haber unas normas o de otro modo los hijos no tienen referentes, no se esfuerzan, no respetan y acaban completamente perdidos. Entonces también me daban ganas de hablar con ellos y preguntarles cómo es posible que estando de acuerdo vayamos por caminos opuestos. Tal vez sería más fácil razonar con ellos que con aquellos que se encuentran en el espacio fantasma llamado centro. Me refiero a los que intentan agradar a todo el mundo porque en el fondo les da igual. En la vida, como en el amor, no hay nada peor que la indiferencia.
Música: Leave out all the rest. Linkin park
lunes, 6 de abril de 2009
En la peluquería
El otro día fui a cortarme el pelo. La peluquera se quejaba con razón de unos chicos que le ensucian la puerta del establecimiento. (Hacen pis en la esquina). Empezamos a hablar sobre educación y estábamos muy de acuerdo en todo, hasta que le dije que mis hijas iban a un colegio concertado religioso. Entonces cambió el tono, y al rato dejó de hablar conmigo. Me reprochaba la peluquera que los que aparcamos cerca del colegio, bloqueamos la calle. Pero no se le ocurrió pensar que pasa exactamente lo mismo en todos los colegios públicos. Cuando la política se cruza en el camino, la realidad se vuelve irrelevante.
La peluquera me había comentado que, en la guardería al lado, había un bebé que se pasaba todo el día llorando. Mi hijo mayor tuvo cólicos hasta los cinco meses. Me acostumbré a hacer la comida con el bebé en brazos. Acabé hecha polvo, pero sabía que necesitaba mi cariño. Mis hijas, en cambio, no sufrieron cólicos. Supongo que la madre de ese bebé no tiene ni idea de lo que le pasa. Las cuidadoras le dirán que no hay ningún problema. Tal vez tanto lloro acabe afectando a su salud o le haga un niño hiperactivo, pero nunca conocerán la causa. Me pregunto cómo son capaces en la guardería de ocultar esta situación, por no perder un niño, si tienen de sobra. No se van a arruinar si se lo llevan.
Me decía la peluquera que la madre no tendría más remedio que dejarlo en la guardería todo el día para ir a trabajar. Si tiene 500 o 600 euros para pagar doce horas, igual podría buscar a una persona que se quede en casa con el bebé. Lo que ocurre que es mucho más cómodo dejarlo en un local y despreocuparse de lo que hace, de si come, si duerme o está bien. Creerse lo que le digan. Sin embargo, la peluquera, a pesar de darle pena el bebé, no veía más opciones. Hay quien piensa que las mujeres tienen que equipararse con los hombres a cualquier precio, es decir, renunciando a la maternidad o dejando a sus hijos para que se los críen otras personas.
De todo esto saqué dos conclusiones: que la afinidad personal se acaba cuando aparece la ideología; y que tener un bebé y dejarlo doce horas en la guardería es un riesgo que yo nunca correría. Se ve que el instinto maternal también pasó de moda. Lo han sustituído la ambición, la competividad y la comodidad. Yo he llevado a mis hijos a la guardería, pero cuatro horas por la mañana y cuando ya tenían casi dos años, para que se fueran acostumbrando a otros niños. No es que esté en contra de las guarderías, sino del abuso que se hace de ellas.
La peluquera me había comentado que, en la guardería al lado, había un bebé que se pasaba todo el día llorando. Mi hijo mayor tuvo cólicos hasta los cinco meses. Me acostumbré a hacer la comida con el bebé en brazos. Acabé hecha polvo, pero sabía que necesitaba mi cariño. Mis hijas, en cambio, no sufrieron cólicos. Supongo que la madre de ese bebé no tiene ni idea de lo que le pasa. Las cuidadoras le dirán que no hay ningún problema. Tal vez tanto lloro acabe afectando a su salud o le haga un niño hiperactivo, pero nunca conocerán la causa. Me pregunto cómo son capaces en la guardería de ocultar esta situación, por no perder un niño, si tienen de sobra. No se van a arruinar si se lo llevan.
Me decía la peluquera que la madre no tendría más remedio que dejarlo en la guardería todo el día para ir a trabajar. Si tiene 500 o 600 euros para pagar doce horas, igual podría buscar a una persona que se quede en casa con el bebé. Lo que ocurre que es mucho más cómodo dejarlo en un local y despreocuparse de lo que hace, de si come, si duerme o está bien. Creerse lo que le digan. Sin embargo, la peluquera, a pesar de darle pena el bebé, no veía más opciones. Hay quien piensa que las mujeres tienen que equipararse con los hombres a cualquier precio, es decir, renunciando a la maternidad o dejando a sus hijos para que se los críen otras personas.
De todo esto saqué dos conclusiones: que la afinidad personal se acaba cuando aparece la ideología; y que tener un bebé y dejarlo doce horas en la guardería es un riesgo que yo nunca correría. Se ve que el instinto maternal también pasó de moda. Lo han sustituído la ambición, la competividad y la comodidad. Yo he llevado a mis hijos a la guardería, pero cuatro horas por la mañana y cuando ya tenían casi dos años, para que se fueran acostumbrando a otros niños. No es que esté en contra de las guarderías, sino del abuso que se hace de ellas.
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