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domingo, 16 de enero de 2011

Disfrutar de la vida

Según el anuncio de una agencia de viajes disfrutar es llenar la vida de infinitas experiencias. No estoy de acuerdo. Para disfrutar de la vida no hace falta tumbarse al sol en la playa de un hotel de lujo del Caribe (sabiendo que en el pueblo de al lado no tienen agua corriente). Tampoco es necesario tocar personalmente las piedras de las pirámides (mientras la población local mira mal a los extranjeros). Para disfrutar de la vida no tienen que atronarte los oídos unas cataratas, ni picarte los mosquitos de Extremo Oriente. A veces basta con ir a algún lugar poco conocido cerca de casa, como por ejemplo el Parque Regional del Manzanares, que es un sitio precioso que muchos madrileños no han visitado nunca; porque estaban muy ocupados pagando viajes a crédito a países remotos, cuando apenas conocen lo que hay a su alrededor.

Además, para disfrutar de la vida, no hace falta salir de casa. Basta con un ducha después de un largo día de trabajo. Terminar una tarea tediosa, lo cual da una satisfacción mayor que muchas fiestas. Leer un libro mientras tus hijos hacen los deberes en la misma habitación. Ver una película juntos en la tele o en el cine. Disfrutar la vida es apreciar los detalles de cada día: la puesta de sol en el horizonte, el sabor de las comidas caseras, una escapada de tiendas y cenar en un burguer. Disfrutar de la vida es pasar tiempo con la gente que quieres, valorar tu trabajo e procurar hacerlo bien, intentar sacarle jugo a los momentos cotidianos. Si sólo disfrutamos de las experiencias especiales, va a ser difícil ser feliz.

lunes, 15 de febrero de 2010

La vieja historia de siempre

Debo confesar que sigo pasando por algunos blogs que ya debería haber abandonado. Lo hago con la secreta esperanza de encontrar que al fin han aprendido de su experiencia en la vida y se han dado cuenta de que el camino que llevaban no va a ninguna parte. Pero es inútil, porque una y otra vez me encuentro la misma huída hacia adelante, la misma incapacidad para reconocer sus errores, para el arrepentimiento. Se dedican a hacer clasificaciones de sus parejas, como si fuera una competición deportiva, recordando sólo lo bueno y olvidando el sufrimiento que siguió a cada una de las rupturas, y sus comentaristas les aplauden la gracia.

Se olvidan de que hay una emoción importante que domina a las mujeres. Se trata del apego. No es posible, por más que lo repitan algunas para intentar convencerse, tener una relación sexual y quedarse indiferente frente a ese hombre. Especialmente, si la experiencia ha sido agradable, las mujeres no podemos evitar sentir una ligazón psicológica y hacernos ilusiones sobre la posibilidad de tener una relación duradera o incluso formar una familia. Todos, hombres y mujeres, aspiramos al amor para siempre, aunque algunos no lo reconocerían ni bajo tortura. Se esconden bajo capas de cinismo y no se dan cuenta de que sólo se están haciendo daño a sí mismos.

La acumulación de experiencias fallidas nunca podrá igualar el placer y la felicidad que se consigue mediante la unión en cuerpo y alma con otra persona. Sólo de esa manera es posible superar las dificultades que encontramos en la vida y la diferente evolución que experimenta cada uno. Sólo así se puede llegar a aprender de los malos momentos y sacrificarse con gusto en favor de las personas a las que amas. Porque la vida sin amor se limita a una serie de anécdotas, una acumulación de días que no dejan más que un recuerdo difuso, como vivir siempre subido a una montaña rusa; mientras cada mañana el espejo del cuarto de baño les devuelve el reflejo de su soledad, aunque estén rodeados de gente.

martes, 6 de octubre de 2009

La razón de la vida

Me da pena ser cómo mucha gente pasa la vida perseguiendo unos objetivos: casas, coches, viajes, ropa nueva y otros caprichos. No se dan cuenta de que el trayecto es más valioso que el destino. Cada minuto que pasamos con nuestros seres queridos es un momento único e irrepetible, y eso es lo que hace que la vida valga la pena. Lo demás son maneras de pasar el tiempo; necesidades que tenemos que cubrir: alimento, abrigo, seguridad... Pero nada de eso importa si no tenemos con quién compartirlo. Hay gente que se les pasa la vida acumulando amigos, experiencias excitantes y sensaciones, pero, al cabo del tiempo, esos recuerdos se van borrando y no queda mucho más. El amor de nuestra familia no pasa nunca, incluso aunque ya no estén o se encuentren lejos, porque forman parte de tí para siempre. Y tener un compañero con quien compartir todo ese amor, es lo mejor que te puede pasar.

El recorrido de la vida no es fácil, pero por eso mismo vale la pena. Cada recodo trae una incertidumbre, abruptas montañas y valles profundos, tiempos apacibles, tormentas y calma; frío que te atenaza el alma y calor agobiante; pasión, soledad, tristeza y alegría, dolor y esperanza. Todo ello te va cambiando y produce una sensación de euforia y miedo a la vez. Pero, si cuentas con una familia, padres, hijos y alguien que siempre camina a tu lado, acabas disfrutando del viaje incluso con sus caídas, sus dudas y sus recuerdos. Porque el amor es el verdadero objetivo de la vida, y la vida es lo único importante que tenemos que cuidar; por eso continuamos adelante cada día, por poder seguir amando un día más. Hasta que llega el momento en que descubrimos que el amor lo engloba todo en el universo y entonces el límite entre la vida y la muerte se confunde, porque el amor no muere nunca y la vida no tiene fin.

lunes, 13 de julio de 2009

Negocios y placer

Hoy en día es habitual que la gente pase muchas más horas en la oficina que en su propia casa. Los compañeros de trabajo pasan a ser depositarios de confidencias que no tendríamos siquiera con los amigos de siempre. Las experiencias que deberíamos compartir con nuestra familia, tanto buenas como malas, se acaban viviendo con personas que no has elegido y no te interesan. Es algo parecido al Síndrome de Estocolmo. Así como los secuestrados a menudo se acaban encariñando con sus captores; los empleados desarrollan lazos de afecto con sus compañeros de mesa, incluso aunque a priori les hubieran caído mal. Es un mecanismo de autodefensa.

Las necesidades afectivas que no se cubren al pasar tan poco tiempo con los seres queridos se intentan suplir con otros que están en las mismas circunstancias. A partir de ahí, es fácil que se confunda la amistad o la atracción sexual con el amor. Dicen las estadísticas que la infidelidad se ha generalizado tanto entre los hombres como entre las mujeres. Esto tiene mucho que ver con la incorporación femenina al mercado laboral, los horarios interminables y la falta de conciliación familiar. Cuando todo va bien, es fácil mantener un matrimonio. Pero, cuando surgen problemas, y resulta que no hay tiempo ni intimidad para poder hablar de ello con calma, ya se sabe que la pareja está condenada a la ruptura.

En España lo tenemos más difícil porque se sale tarde del trabajo y además se pierde mucho tiempo en desplazamientos. Las relaciones de pareja en el trabajo están influídas también por la edad de cada uno y el puesto que ocupa en la empresa. Aquí entra además en juego la erótica del poder. Así que lo más recomendable es procurar conocer a la persona fuera del ambiente laboral, antes de embarcarse en una relación. Claro que, si además alguno de los dos está casado, lo más sensato es abstenerse completamente, porque esa clase de historias nunca acaba bien y hay demasiados perjudicados para que merezca la pena.

Música: Bob Marley - No Woman No Cry