Mostrando entradas con la etiqueta rencor. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta rencor. Mostrar todas las entradas

miércoles, 10 de marzo de 2010

Invictus, mucho más que una película

Creo que este post es uno de los más difíciles que voy a tener que escribir. No hace falta que diga que Invictus es una gran película: entretenida, espectacular y emocionante. Pero además es una historia real sobre un episodio en la vida del Presidente de Suráfrica, Nelson Mandela. Es la explicación de toda una mentalidad y forma de ver la vida, que tiene mucha relación con la experiencia, el sufrimiento y su condición de cristiano.

Resulta asombroso pensar cómo una persona que estuvo casi treinta años en la cárcel, sufriendo toda clase de vejaciones, a causa de su defensa de los derechos civiles de los negros; no sólo no salió de allí con ánimo de venganza, sino que, al contrario, salió dispuesto a luchar por la reconciliación nacional. El tiempo que estuvo prisionero le sirvió para conocer íntimamente a su enemigo -los africaners-, aprender su idioma y su cultura y, de algún modo empezar a apreciarlos.

La persona que entró en prisión cargada de odio, por otra parte, comprensible; no era la misma persona que fue liberado varias décadas más tarde. La convivencia con otros presos, la reflexión y el estudio le había abierto la mente hasta llegar a comprender el verdadero mensaje del cristianismo. Hubiera podido utilizar su cargo para expulsar a los blancos del país y hacerles pagar por sus atrocidades; pero prefirió construir una nueva realidad en la que todos tuvieran cabida. Basó su estrategia en conseguir el perdón y el olvido.

Cuántos tendrían que aprender de su ejemplo, especialmente en nuestro país. Otros personajes excepcionales han seguido también ese mismo camino: Juan Pablo II, Gandhi, la madre Teresa de Calcuta... Y, sin embargo, la mayor parte de la humanidad sigue prefiriendo tirar por el camino fácil. El odio, el rencor, la venganza..., que acaban convirtiéndoles en algo tan malo o peor que aquello que reprobaban. Qué cómodo es caer en la trampa y qué duro es, sin embargo, apostar por el ejemplo inigualable de Nelson Mandela. Dios le bendiga.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Las pasiones que mueven a la humanidad

Son el orgullo, la envidia y el rencor, muy especialmente en nuestro país. Estimado quien tú ya sabes: ¿cómo te van a durar las parejas, si atacas a tus amigos de la manera más rastrera y luego eres incapaz de disculparte?. A veces, las relaciones sentimentales sólo nacen del deseo de control sobre el otro. Así que, cuando se consigue, no queda nada más. Esa misma soberbia guía la ambición personal de los que dicen querer realizarse, pero sólo quieren ser más que el vecino.

La envidia es una de las emociones más difíciles de aceptar y reconocer, porque a menudo se envidia precisamente lo que se critica. En cuanto al rencor, es alimentado por algunos para su propio beneficio. Como dicen en Star Wars:
El Miedo lleva a la ira, la ira nos conduce al Odio, el odio al Sufrimiento. El Miedo es el camino al lado oscuro de la fuerza.

Al fin y al cabo, las novelas sólo reflejan la realidad, También las historias de Harry Potter nos presentan la disyuntiva entre el bien y el mal. El poder, como arma peligrosa, ya que a menudo corrompe al que lo posee. Curiosamente, son las personas despreocupadas, que tienen todas las necesidades básicas cubiertas, las más propensas a caer en el orgullo y la envidia.

El resentimiento es el último refugio de aquellos que han dejado pasar todas las oportunidades y sólo buscan ya a quién culpar de sus fracasos. (Véase Zapatero). Pero, de estas pasiones, se derivan todos los males que nos aquejan: el extremismo, la violencia, el hedonismo, el relativismo... La solución no puede ser más sencilla y más difícil de aplicar: amarnos los unos a los otros.

martes, 1 de diciembre de 2009

La verdad sale a la luz

El gran problema de nuestra época es que se ha perdido la verdad universal. Cada cual cree que puede alcanzar su propia verdad y acuñar una moral a su medida. Pero la verdad es una, como el amor es uno y Dios es uno. Cuando se intenta manipular la realidad y poner nuevos nombres a viejas historias las consecuencias siempre son nefastas. Pero, además, es inútil, porque la verdad siempre acaba saliendo a la luz. Tardará un año o tal vez un milenio pero siempre acaba resurgiendo. Es inmune a la política y los intereses económicos. Reside en el corazón de cada persona aunque algunos se nieguen a recibirla. En el fondo siempre saben que está ahí. Intentan ocultarla bajo pliegues de mentiras piadosas. Procuran disfrazarla con doctrinas contradictorias. Los hay que se refugian en la droga, el sexo o la bebida. Pero en el fondo todos la saben, todos la conocen. La verdad subsiste.

¿Por qué sé yo eso? Como lo sabemos todos cuando somos niños, antes de que el rencor, la envidia y la rabia empiecen a hacer mella en el espíritu, permitiendo que encontremos justificaciones a nuestros actos. Lo sabía cuando dejé de ir a misa, pero nunca dejé de rezar, y ahora otra vez voy a misa. He rezado cientos, tal vez miles de horas. Creo que de ese modo me fui librando de las corazas que yo misma había fabricado. Ahora sé que acabar con una vida humana está mal y no hay nada que lo justifique; también quitarle sus bienes a los que los han ganado honradamente; o mentir conscientemente contra toda evidencia; o el sexo sin amor. Cometer esa clase de acciones nos aleja de la verdad y la vida. He sentido cosas que no puedo explicar que me han confirmado que ése es el camino. No dejéis que nadie os engañe llamando a las mismas cosas de otro modo.