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miércoles, 27 de abril de 2011
Cargar con tu propia cruz
Aprovechando esta Semana Santa he estado haciendo examen de conciencia y he llegado a la conclusión de que no puedo seguir soportando los sufrimientos ajenos. Ya sé que no suena precisamente muy cristiano eso de pretender desentenderse de las desgracias de los otros, pero es una simple cuestión de supervivencia emocional. Siempre he sido muy empática. Aún así, he pasado por situaciones terribles consiguiendo mantenerme relativamente al margen. No sé cómo lo lograba entonces, pero desde luego he perdido la receta. Ahora me parece que cargo con los dolores y las decepciones de todos y eso es algo imposible de soportar. Por eso me ha llevado a la situación que atravieso en este momento.
Tengo que endurecerme de nuevo y hacerme con una coraza. Tengo que aprender a llevar solamente mi cruz, que a veces ya es suficiente. No puedo evitar que siga habiendo guerras, hambre, injusticia y enfermedades. No puedo hacer nada en la batalla contra el paso del tiempo, que está perdida de antemano. No puedo ni debo sacrificar mi alegría de hoy y mis ilusiones de mañana porque vivo angustiada pensando en lo que podría ser y no es. Es más fácil de decir que de llevar a cabo, pero, después de mi última zambullida en el vacío, he hecho firme propósito de no dejarme llevar de nuevo. La conmiseración es una virtud, sin duda, pero también puede ser un lastre demasiado pesado para soportarlo.
Tengo que endurecerme de nuevo y hacerme con una coraza. Tengo que aprender a llevar solamente mi cruz, que a veces ya es suficiente. No puedo evitar que siga habiendo guerras, hambre, injusticia y enfermedades. No puedo hacer nada en la batalla contra el paso del tiempo, que está perdida de antemano. No puedo ni debo sacrificar mi alegría de hoy y mis ilusiones de mañana porque vivo angustiada pensando en lo que podría ser y no es. Es más fácil de decir que de llevar a cabo, pero, después de mi última zambullida en el vacío, he hecho firme propósito de no dejarme llevar de nuevo. La conmiseración es una virtud, sin duda, pero también puede ser un lastre demasiado pesado para soportarlo.
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conmiseración,
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empatía,
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miércoles, 30 de marzo de 2011
Amar a los enemigos
Probablemente es lo más duro que pide Jesucristo durante su predicación. Porque si amas sólo a los que te quieren, ¿qué mérito tienes? Eso lo hace todo el mundo. Pero aprender a apreciar a aquellos que te perjudican intencionadamente es otra historia. Para eso hay que ejercer una capacidad de empatía impresionante, buscar lo que te puede atraer de esa personas y las razones por las que deberías simpatizar con ella o al menos comprenderla. Es todo un esfuerzo de voluntad. Resulta más fácil con los familiares porque, al fin y al cabo, hay más posibilidades de encontrar algo positivo que camufle los datos negativos que se tienen. Cuanto más se conoce a alguien es más fácil justificarlo.
Pero cuando se trata de alguien poco conocido, de quien sólo se tienen unos cuantos datos dispersos, o cuando resulta ser una persona pública de cuya vida privada apenas se sabe nada, la cosa se complica. Resulta triste, pero realmente es más fácil justificar a alguien cuando descubres que tiene alguna desgracia en su vida que le ha podido llevar a ser como es. La commiseración es una gran ayuda. Pero si además a esa persona teóricamente todo lo va bien, salud, dinero y amor, entonces cuesta mucho más ponerse en su lugar e intentar aceptarla. Pero precisamente por eso tiene mucho más mérito. Nadie dijo que aspirar a la santidad fuera fácil. Pero Jesús nos pide que lo intentemos, aunque a veces nos resulte imposible.
Pero cuando se trata de alguien poco conocido, de quien sólo se tienen unos cuantos datos dispersos, o cuando resulta ser una persona pública de cuya vida privada apenas se sabe nada, la cosa se complica. Resulta triste, pero realmente es más fácil justificar a alguien cuando descubres que tiene alguna desgracia en su vida que le ha podido llevar a ser como es. La commiseración es una gran ayuda. Pero si además a esa persona teóricamente todo lo va bien, salud, dinero y amor, entonces cuesta mucho más ponerse en su lugar e intentar aceptarla. Pero precisamente por eso tiene mucho más mérito. Nadie dijo que aspirar a la santidad fuera fácil. Pero Jesús nos pide que lo intentemos, aunque a veces nos resulte imposible.
martes, 15 de febrero de 2011
Peligros de la psicología
Siempre he dicho que no creo en los psicólogos; pero, como todo en la vida, los hay mejores y peores. La psicología es, para mí, una capacidad que se tiene o no se tiene. No creo que se pueda estudiar como carrera en unos libros de texto; no lo fundamental, al menos. La empatía es la principal cualidad que debería tener un psicólogo, pero siempre que no le afecte demasiado personalmente. En las revistas semanales suele haber consultas psicológicas y, a menudo, yo no estoy en absoluto de acuerdo con lo que les dicen. Será porque su filosofía de vida en general choca radicalmente con la mía. No entiendo que se llegue a justificar la promiscuidad, la infidelidad o cualquier otra forma de egoísmo. El "amor" no puede ser excusa para todo comportamiento.
Además, los psicólogos suelen echarle la culpa de todos los problemas a cualquiera; especialmente a los padres. Bastante difícil es intentar educar a los hijos y hacerles felices, para tener que cargar con la responsabilidad de todo lo que les suceda en el futuro. No valen atajos en la mente. La culpa de lo que haces suele ser tuya, y a veces simplemente no es de nadie. Pero resulta muy cómodo buscar culpables y así esquivar las consecuencias. Por suerte, también hay buenos psicólogos que te enseñan a asumir responsabilidades y conocerte a tí mismo. Yo, desde luego, no me pondría ciegamente en manos de cualquiera, y menos a mis hijos. La psique es algo demasiado delicado y sensible y todo cuidado es poco. Eso lo saben bien las personas que te quieren.
Además, los psicólogos suelen echarle la culpa de todos los problemas a cualquiera; especialmente a los padres. Bastante difícil es intentar educar a los hijos y hacerles felices, para tener que cargar con la responsabilidad de todo lo que les suceda en el futuro. No valen atajos en la mente. La culpa de lo que haces suele ser tuya, y a veces simplemente no es de nadie. Pero resulta muy cómodo buscar culpables y así esquivar las consecuencias. Por suerte, también hay buenos psicólogos que te enseñan a asumir responsabilidades y conocerte a tí mismo. Yo, desde luego, no me pondría ciegamente en manos de cualquiera, y menos a mis hijos. La psique es algo demasiado delicado y sensible y todo cuidado es poco. Eso lo saben bien las personas que te quieren.
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Mi maldición
Desde pequeña me dí cuenta de que algo no era normal en mí. Creo que veo más allá de las cosas y las personas. No se trata de telepatía, sino de aplicación de la lógica pura. En cualquier situación, hay una solución razonable, y, generalmente, es la única que cuadra. Otros se empezan en creer cosas inverosímiles, (como que el preservativo es la panacea que protege de todos los males), pero la solución sensata suele ser la correcta. Supongo que es a causa de mi coeficiente intelectual. Se puede decir que domino la inteligencia emocional en el sentido de empatía, de conocer de antemano las intenciones incluso de aquellos que desconocen que las tienen. Sin embargo, me falla la empatía inversa, porque soy incapaz de convencer a nadie. No sé si es mi lenguaje corporal o mi maldición, pero me he pasado la vida viendo venir los problemas, sin poder hacer nada por evitarlos. Simplemente no tengo credibilidad alguna.
Alguien afirma algo con total seguridad. Yo expreso mis dudas al respecto. Claro, no voy por ahí sentando cátedra. Tal vez ése es el problema. Así que nadie me toma en serio. Dirán: "ya está ésta con sus neuras". Pero lo peor no es eso, sino que, cuando el tiempo indefectiblemente acaba dándome la razón, nadie se acuerda de que yo ya lo sabía. Nunca he conseguido ese reconocimiento público. Lo más que he logrado es tener una ligera influencia positiva en los que me rodean. Es decir, conseguir que al menos no se metan en muchos problemas. Pero no encontraréis a nadie que diga: "Susana tenía razón". Algo tan sencillo... Porque lo cierto, aunque suene a soberbia, es que yo casi nunca me equivoco en mis conclusiones; pero da igual, porque ya me he hecho a la idea de que no me lo van a admitir. He nacido para ser un peón de ajedrez anónimo y despreciable, aunque tenga capacidad para decidir la partida.
Alguien afirma algo con total seguridad. Yo expreso mis dudas al respecto. Claro, no voy por ahí sentando cátedra. Tal vez ése es el problema. Así que nadie me toma en serio. Dirán: "ya está ésta con sus neuras". Pero lo peor no es eso, sino que, cuando el tiempo indefectiblemente acaba dándome la razón, nadie se acuerda de que yo ya lo sabía. Nunca he conseguido ese reconocimiento público. Lo más que he logrado es tener una ligera influencia positiva en los que me rodean. Es decir, conseguir que al menos no se metan en muchos problemas. Pero no encontraréis a nadie que diga: "Susana tenía razón". Algo tan sencillo... Porque lo cierto, aunque suene a soberbia, es que yo casi nunca me equivoco en mis conclusiones; pero da igual, porque ya me he hecho a la idea de que no me lo van a admitir. He nacido para ser un peón de ajedrez anónimo y despreciable, aunque tenga capacidad para decidir la partida.
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