miércoles, 12 de septiembre de 2012
Alzeimer
Recuerda que no recuerdo
"La memoria es el perfume del alma"
Aurore Dupin (George Sand)
Escritora francesa
Déjenme
 que les cuente un cuento. Es posible que lo conozcan porque se ha 
difundido copiosamente a través de las redes sociales, pero es que este 
cuento viene a cuento del tema que vamos a tratar hoy. Podríamos 
titularlo ¿Qué es eso? Traten de imaginarse la escena. Un parque. En un 
banco sentados, un hombre mayor y a su lado su hijo adulto leyendo el 
periódico. En la cercanía, revolotea y trina un pajarillo que se posa 
cerca de donde están ellos. El padre, con gesto inmutable y la mirada 
perdida en el vacío, pregunta: ¿Qué es eso? El hijo se detiene en la 
lectura y con gesto serio responde: “Un gorrión”. El gorrión vuelve a 
trinar varias veces y el padre vuelve a preguntar: ¿Qué es eso? El hijo 
vuelve a dejar la lectura le responde: “Te lo dije antes papá. Es un 
gorrión”. El gorrión sigue revoloteando y trinando por los alrededores y
 el padre vuelve a preguntar: ¿Qué es eso? El hijo ya molesto deja el 
periódico a un lado y en tono irritadoo responde: “Es un gorrión papá. 
Un go-rri-ón”. El gorrión sigue trinando y el padre en el mismo tono 
cándido de las veces anteriores, vuelve a preguntar: ¿Qué es eso? El 
hijo, irritado le grita ¿Porqué estás haciendo esto? Ya te lo dije un 
montón de veces. Es un gorrión. ¿Es que no lo puedes entender? El padre,
 muy sereno, se levanta y pasea meditando por las inmediaciones del 
parque. Al cabo de un rato vuelve y se sienta de nuevo al lado de su 
hijo. En las manos trae un viejo cuadernillo. Lo abre, se lo entrega a 
su hijo, le señala imperativamente una página con el dedo y le dice: “En
 voz alta” `pidiéndole que leyera lo que estaba anotado en el viejo 
cuaderno. El hijo atendiendo a la petición del padre, lee: “Hoy, mi hijo
 menor, que hace unos días cumplió tres años, estaba sentado conmigo en 
el parque, cuando un gorrión se posó enfrente nuestro. Mi hijo me 
preguntó 21 veces que ¿Qué era eso? Y yo respondí las 21 veces que eso 
era un gorrión. Lo abracé cada vez que me hizo la misma pregunta. Una y 
otra vez, sin enojarme, sintiendo un gran cariño y ternura por mi 
pequeño hijo inocente. Llegado a este punto, el hijo cierra el viejo 
cuaderno, se queda pensativo en silencio, mira a su padre, lo abraza, le
 besa y se funde con él en ese abrazo de amor eterno, que solo se puede 
dar entre padre e hijo.
Recientemente
 hemos tenido noticias de que la Diputación de Granada está inmersa 
desde este mes de julio en el concurso de ideas para la redacción del 
proyecto del Centro Mediterráneo de Alzheimer, que se ubicará en el 
municipio granadino de Armilla. La construcción de las instalaciones 
contempla un techo de gasto de 15 M€ y supondrá la creación de entre 150
 y 180 plazas en el área residencial, así como entre 40 y 60 estancias 
diurnas. 
El centro dispondrá de 20.000 m2,
 de los que 5.800 se integrarán en las instalaciones y el resto 
corresponderá a zonas verdes. Concretamente, ocupará las antiguas 
dependencias del centro psicopedagógico, en desuso desde hace más de 15 
años. La idea es que las instalaciones den servicio a todo el Arco 
Mediterráneo y al sur de España, con idea de convertirlo en referente 
para el sur de Europa. 
El
 funcionamiento del nuevo complejo se asemejará al de las instalaciones 
públicas de Alzheimer con las que cuenta el Imserso en Salamanca, si 
bien, no dispondrán de área de investigación biomédica, puesto que esta 
actividad se centralizará en el cercano Parque Tecnológico de la Salud 
de Granada.
Me
 parece importante esta aportación de la Diputación Provincial de 
Granada porque actualmente, alrededor de 35 millones de personas en todo
 el mundo, sufren Alzheimer y otras demencias. El Informe Mundial sobre 
el Alzheimer 2010, divulgado por el Instituto Karolinska de Suecia y el 
King's College de Londres, estima que la cifra de enfermos será el doble
 en 2030 y el triple para 2050. 
Esto
 si es una forma más acertada de invertir el dinero de los 
contribuyentes en una política social más humana y necesaria, que 
gastarlo en hacer mapas del clítoris o Guías de comunicación socio 
ambiental con perspectiva de género, proyectos en los que la Junta de 
Andalucía despilfarra el dinero que no tiene.
Lo
 que llamamos Alzheimer, y que debería llamarse Demencia Crónica 
Progresiva, es, de alguna manera, la madre de todas las enfermedades, 
aunque no sea ella misma propiamente una enfermedad, porque es un 
proceso de desintegración del ser humano que termina en un estadio 
pseudo fetal y finalmente la muerte.
La
 enfermedad de Alzheimer, es un reto al cariño. Todo comienza cuando 
una persona deja de entender lo que ve. Cuando se mira al espejo y 
saluda a la imagen que en él se refleja. Cuando cree estar en un lugar 
diferente del que está. Cuando ve personas que solo están en su 
imaginación o mantiene conversaciones sin sentido. Cuando es incapaz de 
salir de casa y volver solo. Ese es el momento en el que ya ha sido 
expulsado del paraíso de su memoria.
Esta
 es la situación en la que el enfermo necesita asistencia las 24 horas 
al día. Los principios son los más difíciles. Es cuando empieza a perder
 sus capacidades naturales y quiere seguir haciendo lo mismo. El se da 
cuenta de sus fallos, pero no sabe porqué. Esto le causa una profunda 
frustración y cambia su carácter. Sin embargo, a pesar de ello, hemos de
 tener en cuenta que es una persona a la que por dignidad y sobre todo 
por amor, hay que respetar. El avance de la enfermedad obliga al 
familiar más cercano a asumir todas sus responsabilidades. De hijo o 
hija te tienes que convertir en padre o madre, muchas veces en contra de
 lo que el enfermo quiere hacer. Pierde la capacidad de hacer cosas 
normales de la vida cotidiana, la capacidad de asearse por sí mismo, la 
de vestirse sin ayuda, la de hacer sus propias necesidades en el lugar 
adecuado o controlar la incontinencia; más adelante perderá el habla, la
 capacidad de andar, de sentarse o sonreír y hasta de sostener la 
cabeza. Es un proceso inverso al orden natural de la vida y es como si 
volviese a ser un niño.
El
 problema más duro surge cuando te das cuenta que eres incapaz de 
controlar ya a ese ser tan querido y por su propio bien comprendes que 
has de internarlo en un centro en el que reciba los cuidados apropiados.
 Él aún conserva momentos de lucidez y en ellos muestra su rechazo a la 
decisión. No quiere romper con ese mundo que durante toda su vida ha 
constituido su familia, su casa, sus cosas, sus recuerdos… su vida. Y en
 ese punto lejano de lucidez que aún conserva, se revela contra la 
decisión que por su propia seguridad se ha tomado. Pero ya no recuerda 
si se come con la mano o con el cubierto, ni siquiera si tiene que comer
 y mucho menos los medicamentos que tiene que tomar; ya ha dejado de 
entender el reloj y confunde la hora de comer con la de acostarse. Con 
el fin de mantener su capacidad de inteligencia el mayor tiempo posible,
 ha de hacer ejercicios diariamente como por ejemplo completar un puzle.
 Observas como intenta realizarlo y te invade la ansiedad al ver que tu 
ser querido se angustia al no acertar a colocar la pieza en la posición 
adecuada. Pero tus ojos se llenan de lágrimas que brotan de una ternura 
infinita, al contemplar la infantil alegría, propia de un niño, que 
experimenta cuando por fin logra colocarla en su sitio. 
A
 pesar de sus disfunciones, aún te reconoce, te quiere y te necesita; y 
cuando le acuestas, casi como si fuese tu hijo, antes de que te apartes,
 te coge la mano y te dice: “Dame un beso”. Cuanta humanidad, cuanto 
amor, cuanta devoción encierra esa demanda. En ese instante te está 
diciendo: No me borres de tu vida... no tengo la culpa de padecer esta 
enfermedad. No dejes de amarme, aún después de que yo ya no pueda 
decírtelo y me creas ausente, estoy vivo, sigo aquí... mírame, háblame, 
no me dejes solo... Sabe que le quieres, te conoce aunque no sabe 
ponerte un nombre; necesita tu ayuda y te busca porque sabe que siempre 
estarás ahí. Sus ojos te miran, aunque su mirada se pierda en el 
infinito; sin embargo siente la necesidad de hablarte, de decirte que te
 quiere; lo hace con sus manos que te acarician sin apenas fuerzas; ello
 te reconforta como cuando eras un niño y paradojas de la vida: ahora se
 ha invertido la situación; al contacto de vuestras manos, tu corazón 
roto se ahoga en el mar de tus sentimientos y tus ojos se anegan en 
lágrimas.
Sin
 embargo la destrucción de sus neuronas irá avanzando y al día siguiente
 se negará violentamente a que lo asees. Por un instante olvidarás que 
su mente es casi la de un bebé y te invadirán ganas de gritar y 
desesperarte. Habrás de respirar hondo y hacer un punto y aparte. Te 
entrarán ganas de arrojar la toalla porque dudas de tus propias fuerzas.
 Pero si tu madre pudo contigo cuando eras un bebé, por amor y solo por 
amor, tú podrás con ella ahora y velarás su sueño como ella veló el tuyo
 en su momento. A pesar de tus esfuerzos y desvelos, día a día, 
inevitablemente, observarás como se va deteriorando su mente… y su 
cuerpo. Ese cuerpo tan querido al que le echabas tus bracitos siendo una
 pequeña criatura porque era tu refugio, tu amparo, donde te sentías 
seguro de tu miedo a lo desconocido y a la agresión del mundo exterior.
Tendrás
 que estar muy preparado para enfrentarte a ese momento tan duro, tan 
difícil, tan inimaginable, como es que ese ser que te dio la vida, 
llegue a no reconocerte. Pero lo que es aún mucho peor. Es que tú 
tampoco llegarás a reconocerle a él. Y no podrás soportarlo. Es el 
momento en el que todos sus recuerdos se perderán en el tiempo como 
lágrimas en la lluvia. Pero no te equivoques. A pesar de las 
apariencias, a pesar de tan terrible destrucción del ser, siempre queda 
algo. Tú seguirás adelante cuidando ese desmoronamiento con amor y 
pasarás las mismas noches en vela que ella pasó velando tu fiebre. Y 
hasta quizá, en esos últimos momentos de su existencia, escucharás como 
inmersa en su mundo interior, vuelve a tararear las mismas canciones que
 ella te cantaba a ti cuando estabas enfermo. Volverás a sentirte niño 
como entonces y junto a ese ser amado, incapaz ya de reconocerte, te 
fundirás para siempre en el abrazo del amor eterno.
Ten
 presente que la mirada perdida de un enfermo de Alzheimer, encierra un 
mensaje que te dice: Olvida mis olvidos; recuerda que no recuerdo, pero 
abrázame, porque el fondo de mi corazón te sonríe y te sonríe porque te 
quiero.
César Valdeolmillos Alonso
Nasciturus proiam nato habetur, si de eius commodo agitur
