No tenemos enemigos, Anonimous
Universal no sólo porque el católico es ciudadano del mundo y abraza todas las peculiaridades y riquezas de cada pueblo y de cada nación, pues nada de lo bueno le resulta indiferente, sino también porque no tiene enemigos. Si los tuviera, dejaría de ser católico. Su corazón ya no sería universal.
Por esta razón, no existe el voto católico ni tampoco el partido católico. No hay una solución católica para los problemas políticos o sociales, porque todas las posiciones legítimamente sostenibles son católicas. Si no fueran legítimas, por lesionar el bien común, tampoco podrían ser católicas. Pero nadie puede erigirse en portavoz de lo políticamente católico, porque desde ese momento dejaría de serlo.
La sociedad española -soy español y es ésta la sociedad que conozco mejor- está profundamente herida. Quienes se dedican profesionalmente a la política descubren lo difícil que resulta ser católico en la actualidad. En seguida, parece que hay que servir al partido... lo cual significa que nunca se puede ser crítico con respecto a sus programas y sus actuaciones. Esto en cierto sentido puedo entenderlo. Pero esta mentalidad partidista obliga al político a desacreditar a sus contrincantes, pues por el mismo principio ellos están siempre en el error.
Esta mentalidad partidista y dogmática, pues no cabe poner en duda que "nosotros tenemos la verdad y ellos mienten o se equivocan", ejerce un gran influjo en toda la sociedad. Es difícil sustraerse a ella, puesto que en el mismo momento en que te declares católico parece que debes necesariamente posicionarte y se espera de ti esa actitud partidista.
Estoy convencido de que los Blogueros con el Papa podremos influir muy positivamente en las sociedades en que vivimos. El hecho de que nos llamemos así se debe a la necesidad de sustraernos de la manipulación a la que, con frecuencia, se somete a la palabra católico. Qué duda cabe que la mayoría seremos católicos, por el hecho de pertenecer a la Iglesia Católica, pero queremos defender nuestra catolicidad no sirviéndonos de ella ni dejando que nos etiqueten o encasillen. Los blogueros con el Papa somos católicos en el sentido más genuino y etimológico del término: porque somos universales.
Entre el Concilio Vaticano Primero y el Segundo corre una distancia de un siglo, pero desde el punto de vista de la comprensión del misterio de la Iglesia hay entre ambos un abismo. En el siglo XIX la Iglesia estaba a la defensiva no sólo en el ámbito dogmático, rechazando los ataques a la Verdad revelada que venían de dentro y de fuera; a partir del Concilio Vaticano II, en cambio, el planteamiento ha sido pastoral, es decir, de diálogo con el mundo. En el Concilio Vaticano I la imagen de la Iglesia era la ciudad amurallada construida sobre un monte y asediada por los enemigos; en el otro, en cambio, la imagen fundamental es la del Pueblo de Dios peregrinando por el desierto de este mundo hacia las moradas celestiales. En este camino no vemos enemigos sino compañeros de viaje.
Si la Evangelización en otros momentos se veía como tarea fundamental del clero y se exigía un título o autoridad; ahora, en cambio, todo el pueblo de Dios está llamado a la Nueva Evangelización, la cual no consiste tanto en la enseñanza de una doctrina sino en el testimonio de vida cristiana, en el seguimiento de Cristo en las propias circunstancias humanas.
Es en esta perspectiva desde la que se puede valorar la misión de Blogueros con el Papa. En el tiempo que llevamos juntos, en el blog y en nuestros grupos en las redes sociales, no he conocido ningún tipo de discusión o falta de respeto por razones políticas o religiosas. Teniendo en cuenta el ambiente generalizado de partidismo, me resulta llamativa esta bonanza o tranquilidad que aquí se respira. Podemos discrepar de las ideas de los demás, pero si queremos ser católicos deberemos respetarlas... siempre que sean respetables. No lo serían si fuesen ofensivas no sólo contra la doctrina católica sino contra cualquier otra opinión legítima.
Ser Bloguero con el Papa exige un compromiso con la verdad, provenga ésta de donde sea y sin importar el color de la piel del que la promueve. Este compromiso es el que nos convierte en católicos. No tendremos así enemigos. Y si en alguna ocasión los tuviéramos, no será porque nosotros les consideremos como tales. Probablemente éste sea el mejor de los signos del catolicismo: el no sentirnos enemigos de nadie. Sino, ¿qué clase de seguidores de Cristo seríamos?
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