Para David Pérez, dirigente del PP madrileño y alcalde de Alcorcón, "
el aborto no es un problema moral, ni religioso, ni siquiera ideológico: es un problema humanitario".
REDACCIÓN HO.- La aplastante mayoría de nuestros políticos ofrecen un discurso acomodaticio, blandengue y cobarde, que toma a los ciudadanos por imbéciles y convierte las propias convicciones en saldo de lineal de supermercado.
El modelo de político que abomina de las declaraciones claras, rotundas, firmes (y que por lo tanto nunca se compromete) se rompe en mil pedazos con David Pérez, alcalde de Alcorcón y presidente de la Federación Madrileña de Municipios.
Pérez proviene del periodismo y la enseñanza (es autor de
Técnicas de Comunicación Política, Editorial Tecnos) y su currículo político pasa por la portavocía del Grupo Parlamentario Popular en Asamblea de Madrid y por el comité de dirección del PP madrileño.
¿Qué pueden hacer los ayuntamientos en favor del derecho a vivir?
Desde un ayuntamiento no podemos meternos en el ámbito educativo, que no es competencia nuestra, pero sí ofrecer recursos y poner en marcha medidas a favor del derecho a la vida. En primer lugar, medidas relacionadas con las políticas de apoyo a la familia. Lo primero que podemos hacer es fortalecer la familia. Y luego ofrecer alternativas. Por ejemplo, estamos trabajando en un piso de acogida para mujeres embarazadas. A veces estas mujeres son rechazadas por su familia, sobre todo cuando son menores de edad, o por su propia pareja, y necesitan un lugar seguro en el que vivir mientras rehacen su situación. También trabajamos en una oferta de ocio saludable y diferente, que permita a los jóvenes ser conscientes de sus propias responsabilidades.
Tras el anuncio hecho por el Gobierno de modificación de la legislación abortista, el PSOE está hablando de “contrarreforma” de la ley del aborto y de “un retroceso de 30 años en los derechos sociales”.
El mayor retroceso es el aborto. No existe ningún derecho al aborto, lo que existe es el derecho a la vida y ese es el que hay que proteger. El compromiso, el futuro, el progreso y, si me apura, el progresismo, es defender la vida. Retroceso, involución, recorte de derechos y libertades, ataque a los derechos humanos es el sacrificio de vidas humanas, el aborto.
Un ayuntamiento tan en la ruina como el que usted preside, ¿puede desarrollar programas de defensa de la vida?
Lo importante es priorizar. Para mi es absolutamente prioritario apoyar a una persona con una necesidad económica que le lleva incluso a tomar la decisión de abortar. Y esa debería ser una prioridad para cualquier persona que tenga un mínimo de conciencia social, independientemente de su ideología. El gran fracaso de la política social es que haya mujeres que por su situación socioeconómicas se vean abocadas a abortar. Ese es el gran fracaso del estado del bienestar. Desde el punto de vista social, el aborto debería preocupar incluso a quienes lo defienden.
El Ayuntamiento de Alcorcón tiene una situación económica gravísima. El Partido Socialista ha devastado las cuentas y nos ha dejado una deuda de 600 millones de euros. Pero para nosotros la prioridad son las personas, por eso hemos aparcado las grandes infraestructuras, hemos paralizado incluso obras en curso, para poder dedicarnos a la política social.
Entre las medidas concretas que ponemos en marcha en este Ayuntamiento para defender la vida está, además del piso de acogida, un call center para asesorar a adolescentes y también a mujeres adultas, el banco maternoinfantil para ayudar económicamente o la reinserción laboral de las embarazadas sin recursos, entre otras.
Si la prioridad son las personas, las políticas sociales, la familia, el apoyo a la vida, siempre hay recursos.
Imagino que esa visión de la política municipal solo se podrá aplicar si se dispone de mayoría absoluta.
Nosotros no entramos en ese debate porque creo que nadie, sea de izquierdas o de derechas, puede oponerse a que se apoye, por ejemplo, a una mujer embarazada con problemas. Nadie puede oponerse a eso. Y si alguien se opone, para mi queda absolutamente descalificado. Porque este no es un problema moral, ni religioso, ni siquiera ideológico: es un problema humanitario.
Este asunto hay que plantearlo sin complejos y con la naturalidad de saber que se está haciendo una labor humanitaria y social. Punto. Hay que despojarlo de connotaciones ideológicas con las que algunos pueden buscar la confrontación. Aquí no hay confrontación que valga: o compromiso con las personas que lo necesitan, o falta de sensibilidad ante sus problemas. Nosotros estamos en el compromiso.
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