viernes, 24 de diciembre de 2010
Complejos ancestrales: echar a los moros y a los judíos
Me resulta absurdo oir que en España hicimos mal en expulsar a los musulmanes en el siglo XV. Parece que se olvidan de que aquello fue una invasión organizada y, desde el primer momento, tuvo una respuesta por parte de los caballeros cristianos que formaban parte de los reinos de la Península, aunque no estuvieran todavía unificados. De manera que coexistieron en un mismo tiempo dos zonas, o incluso más, cuyas fronteras iban variando año tras año. A un lado estaban los españoles, cristianos, hablando sus lenguas procedentes del latín, con cultura occidental. Al otro lado, había una población sometida por un ejército extranjero, con su propia religión, lengua y cultura ajena a la nuestra.
Así pues, lo lógico era echarlos. No ocurrió así en cambio con los visigodos anteriormente, ya que aquellos había asimilado la lengua y cultura de la Península Ibérica, de modo que acabaron fusionándose con la población autóctona. Fueron asimilados, cosa que nunca sucedió con la mayoría de los invasores musulmanes. Tampoco los judíos estaban tan integrados como se quiere hacer ver. Conservaban sus barrios aparte, sus costumbres, su lengua, y sólo se casaban entre ellos, como corresponde a su tradición. Además, su manera de llevar los negocios tampoco provocaba simpatías. Tal vez no debimos expulsar a los judíos; pero tampoco hubieran formado nunca parte de la identidad nacional española, que incluye una lengua, una religión y una cultura.
Así pues, lo lógico era echarlos. No ocurrió así en cambio con los visigodos anteriormente, ya que aquellos había asimilado la lengua y cultura de la Península Ibérica, de modo que acabaron fusionándose con la población autóctona. Fueron asimilados, cosa que nunca sucedió con la mayoría de los invasores musulmanes. Tampoco los judíos estaban tan integrados como se quiere hacer ver. Conservaban sus barrios aparte, sus costumbres, su lengua, y sólo se casaban entre ellos, como corresponde a su tradición. Además, su manera de llevar los negocios tampoco provocaba simpatías. Tal vez no debimos expulsar a los judíos; pero tampoco hubieran formado nunca parte de la identidad nacional española, que incluye una lengua, una religión y una cultura.
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