jueves, 22 de octubre de 2009
Un día cualquiera
Antes que nada: ¿alguien puede explicarme por qué Pablo Pineda, con síndrome de Down tiene todos los derechos y simpatías una vez ha nacido, y, sin embargo, su madre hubiera podido matarlo en cualquier momento durante su embarazo?
Estaba de compras con mis dos hijas en un centro comercial y caminaba unos pasos detrás de ellas, cuando ví que un hombre iba pegado a ellas, intentando tropezarse con la pequeña. Así que aceleré y me puse en medio por no montar un escándalo, puesto que tampoco podía demostrar que lo hacía adrede. Sin embargo, me quedé pensando que, por suerte, yo no me separo nunca de mis hijas ni las pierdo de vista, porque otra madre las hubiera dejado solas para ir a ver sus propias cosas. Al fin y al cabo, mi hija pequeña ya es más alta que yo, pero no deja de ser casi una niña. Es difícil hoy en día ver padres que vayan con sus hijos de compras o de paseo, y menos aún que vayan de la mano. Incluso los niños de apenas cinco años andan ya a su aire, con el resultado de que se pierden muy a menudo. Creo que harían falta unos cursillos obligatorios para padres, para enseñarles responsabilidad.
Ya me gustaría a mí pensar que vivimos en un mundo ideal donde mis hijas no atraen más que a chicos de su edad. Pero, mientras exista una remota posibilidad, no seré yo quien baje la guardia. Recuerdo que a su edad también a mí se me acercó un señor, que intentaba convencerme de que me fuera con él a dar un paseo. Aún teniendo todo el cuidado del mundo, puede salir mal. La pederastia me parece uno de los delitos más imperdonables que existen. No sé hasta qué punto es una enfermedad o un vicio, pero de lo que no cabe duda es que a esos niños les arruinan la vida. Además, tampoco se puede estar tranquilo por tener hijos varones, ya que son incluso las víctimas preferidas. Así que, más vale demasiado cuidado que poco, si no quieres que un día cualquiera acabe siendo el peor día de tu vida.
Estaba de compras con mis dos hijas en un centro comercial y caminaba unos pasos detrás de ellas, cuando ví que un hombre iba pegado a ellas, intentando tropezarse con la pequeña. Así que aceleré y me puse en medio por no montar un escándalo, puesto que tampoco podía demostrar que lo hacía adrede. Sin embargo, me quedé pensando que, por suerte, yo no me separo nunca de mis hijas ni las pierdo de vista, porque otra madre las hubiera dejado solas para ir a ver sus propias cosas. Al fin y al cabo, mi hija pequeña ya es más alta que yo, pero no deja de ser casi una niña. Es difícil hoy en día ver padres que vayan con sus hijos de compras o de paseo, y menos aún que vayan de la mano. Incluso los niños de apenas cinco años andan ya a su aire, con el resultado de que se pierden muy a menudo. Creo que harían falta unos cursillos obligatorios para padres, para enseñarles responsabilidad.
Ya me gustaría a mí pensar que vivimos en un mundo ideal donde mis hijas no atraen más que a chicos de su edad. Pero, mientras exista una remota posibilidad, no seré yo quien baje la guardia. Recuerdo que a su edad también a mí se me acercó un señor, que intentaba convencerme de que me fuera con él a dar un paseo. Aún teniendo todo el cuidado del mundo, puede salir mal. La pederastia me parece uno de los delitos más imperdonables que existen. No sé hasta qué punto es una enfermedad o un vicio, pero de lo que no cabe duda es que a esos niños les arruinan la vida. Además, tampoco se puede estar tranquilo por tener hijos varones, ya que son incluso las víctimas preferidas. Así que, más vale demasiado cuidado que poco, si no quieres que un día cualquiera acabe siendo el peor día de tu vida.
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