viernes, 29 de mayo de 2009

El alma

Director de la revista Time, el periodista Walter Isaacson es el autor de Einstein, su vida y su universo, la biografía más completa del genio.

"¿Era esta sensación de orden absoluto en el Universo lo que le hizo defender la existencia de Dios?

Sí, al final de su vida escribió varios ensayos diciendo que ciencia y religión eran compatibles. Él no iba a la sinagoga, ni creía en la inmortalidad, ni en un dios personal que te observa y rompe las leyes de la física si se lo pides, pero sí tenía un sentimiento religioso y no soportaba que los ateos le identificaran con su causa. Una vez dijo: "Creo en el Dios de Spinoza, que se revela en la legítima armonía de todo lo que existe". Para Einstein había un espíritu manifiesto en las leyes del Universo, y esa era su esencia de Dios".

Cuando Einstein explicó la posibilidad de que la materia y la energía sean una misma cosa, en cierto modo estaba demostrando la propia Biblia. Cómo la energía (Dios) pudo crear la materia y ésta, al amorir, se vuelve a transformar en energía. Es decir: resucita. Dicen los científicos que todo cuanto conocemos se reduce a tres fuerzas fundamentales: la nuclear fuerte, la nuclear débil y la electromagnética, que, a su vez, probablemente se concentran en una sola fuerza. En cuanto al Big Bang, aún suponiendo que universo haya surgido a partir de una partícula infinitesimal, siguen existiendo las mismas cuestiones: ¿de dónde salió esa partícula?, ¿quién la puso ahí? y ¿quién la hizo estallar?. Los avances de la ciencia siempre acaban en un punto muerto que, lejos de descartar la existencia del alma, más bien la confirma.

Para ver el alma basta con mirar a los ojos de cualquier animalillo agradecido. Esa lealtad, ese amor incondicional, es la presencia de Dios mismo. También se siente en la mirada de los niños pequeños, antes de que los descubrimientos de cada día les hagan olvidar sus primeros sentimientos. El alma permanece cuando el cuerpo muere y en ocasiones podemos sentir su presencia si mantenemos a la persona en nuestro recuerdo. Es lo único que hace que seamos como somos; no nuestros genes, ni nuestras hormonas o las influencias externas. Lo que realmente nos diferencia de cualquier otro ser vivo es nuestra esencia vital, que nunca se podrá reproducir ni clonar.

Hay gente a quien se le muere un perro, por ejemplo, e inmediatamente se compra otro. Yo nunca quise otro perro cuando murió mi compañero durante dieciseis años. Podría ser parecido físicamente al otro, pero nunca tendría la misma "personalidad". Su alma será siempre inconfundible para mí, como la de todas las personas y seres vivos que he tratado.