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viernes, 17 de septiembre de 2010

Gastroenteritis

Parece mentira cómo una enfermedad, en principio, benigna puede hacerte sentir tan mal. De la noche a la mañana ya no eres una persona, sino un cuerpo que reclama continuamente atención. Otro efecto es perder la dignidad y la vergüenza cuando tienes que explicarle a todo el mundo lo que te pasa. Sin embargo, alguna vez, resulta positivo encontrarse despojado del artificio, casi como un bebé indefenso, a merced de la caridad de otros.  Yo, que tengo tendencia depresiva, en seguida me hundo y pienso que nunca me voy a curar. Así que rememoro lo agradable que era tener una buena salud relativa. El placer de la comida y la bebida, la libertad de hacer lo que deseas en cada momento, sin tener que ser esclavo del aseo. De repente, los días más aciagos me parecen maravillosos; las horas de aburrimiento, una bendición. Es triste, pero hay que pasarlo mal para apreciar realmente lo que tienes.

Pasado el sufrimiento me pongo a pensar que yo, al fin y al cabo, sólo he tenido doce horas malas. Los enfermos graves que pasan días en el hospital sí que tienen mérito. Es fácil desmoralizarse cuando pasa el tiempo y no mejoras. Es normal sentirse una carga para los demás, especialmente para tus seres queridos. Es una lección de humildad cuando ya no nos sentimos autosuficientes. Por desgracia, nadie está libre de encontrarse de repente impedido, dependiendo de cuidados ajenos. Es fácil de decir, pero no se gana nada sintiéndose culpable o inútil. Los cuidadores ya tienen bastante con su propia preocupación. Tampoco es la solución, por supuesto, querer acabar con todo. Hoy en día la medicina ha conseguido curar casos inimaginables hace poco tiempo, y la batalla no está nunca perdida hasta el último segundo.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Educación y sanidad

Aunque estoy muy convencida de mi trayectoria vital, hay veces que no puedo evitar sentirme un poco tonta. Se supone que tengo derecho a educación y sanidad gratuita en España, pero yo llevo años pagando colegio y seguros privados. Esa es la razón de que muchas veces no lleguemos a fin de mes. Muchos estarán pensando que allá nosotros si queremos gastar dinero en cosas innecesarias. Sin embargo, yo creo que, teniendo hijos, no hay nada más necesario en que podamos invertir. Porque la educación de los hijos es un proyecto a largo plazo, y la sanidad es calidad de vida y garantía de salud.

Soy consciente de que, aquel que quiere estudiar, lo hace en un colegio público, aun cuando el ambiente no acompañe y tenga múltiples tentaciones. Pero, sin embargo, cuando uno es más bien distraído, necesita un profesor que esté encima asegurándose de que atiende. Los colegios privados no son intrínsicamente mejores de calidad que los públicos. La gran diferencia está en que mantienen vivos conceptos como la autoridad, el silencio, la disciplina y el respeto. Por esa razón, cualquier niño o niña tiene mayores posibilidades de sacar adelante sus estudios y conseguir sus objetivos en un centro privado que en uno público.

En cuanto a los médicos, hay mucha diferencia entre poder llevar a tu hijo a un dermatólogo inmediatamente o depender del dictado del médico generalista, que esté o no de acuerdo, y luego hacer la lista de espera. También es fundamental para mí haber podido dar a luz estando en una habitación privada, con la única compañía de mi marido, que tenía su propia cama a mi lado. Supongo que a mucha gente le da lo mismo, pero en mi caso creo que facilitó mucho las cosas para que la situación fuera más llevadera y la recuperación más rápida. Sólo por eso, ya me valía la pena el gasto.

Así que no veo qué problema pueden tener algunos con que otros decidamos "tirar" el dinero en sanidad y educación, teniendo en cuenta que no dejamos de pagar y contribuir al mantenimiento de la sanidad y la educación pública. Es decir, que, al no utilizar esos servicios, estamos además dejando libres más recursos que posibilitan la mejora de los centros públicos, al reducir el número de alumnos y la saturación de las salas de espera. Sinceramente, creo que sí que estoy haciendo el tonto, pero es mi problema, si prefiero gastar en eso el dinero antes que en viajes, electrónica o ropa. Me aseguro una educación más exigente para mis hijos y una atención más directa en medicina.