Si en el matrimonio no importa el sexo de los cónyuges, ¿por qué debe importar su número?
Ayer se publicó la sentencia Obergefell vs Hodges, con la que la Corte Suprema de EEUU impone a todos los Estados la redefinición del matrimonio para abarcar a las parejas del mismo sexo.La protección del matrimonio natural gana en la mayoría de los referendos populares
¿Debería el matrimonio estar limitado?
Redefinen una institución básica de la sociedad por 5 votos contra 4
La sentencia se ha dictado por cinco votos contra cuatro, un margen muy estrecho con el que unos pocos magistrados redefinen una institución que tiene una importancia clave en la sociedad. Hay que recordar que este tema se había sometido a referéndum en 34 Estados, 30 de los cuales votaron a favor de preservar el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. Sólo en cuatro Estados sus ciudadanos apoyaron la redefinición hecha ayer por la Corte Suprema. Curioso concepto de la democracia que una minoría imponga a todo un país unos dictados ideológicos tan cuestionables, mediante lo que en EEUU ya conocen como “activismo judicial”.
Los argumentos de doble filo que utiliza la sentencia
La argumentación que han hecho los cinco magistrados que votaron a favor de esta sentencia es la siguiente:
“Ninguna unión es más profunda que el matrimonio, ya que encarna los más altos ideales de amor, la fidelidad, dedicación, sacrificio, y la familia. En la formación de una unión matrimonial, dos personas se convierten en algo más grande que lo que una vez fueron. Como algunos de los peticionarios en estos casos demuestran, el matrimonio representa un amor que puede durar incluso pasada la muerte. Sería malinterpretar a estos hombres y mujeres decir que ellos no respetan la idea del matrimonio. Ellos alegan que lao respetan, la respetan tan profundamente que tratan de encontrar su cumplimiento por sí mismos. Su esperanza es no ser condenados a vivir en soledad, excluidos de una de las instituciones más antiguas de la civilización. Piden igual dignidad a los ojos de la ley. La Constitución les otorga ese derecho.”Esta argumentación está cargada de romanticismo, pero da lugar a una objeción más que evidente. El presidente de la Corte Suprema, el juez John Roberts, firmante del voto discrepante al que también se han unido otros dos magistrados, lo señala así:
“Si no tener la oportunidad de casarse “sirve para faltar al respeto y subordinar” a las parejas gais y lesbianas, ¿por qué no esa misma “imposición de esta discapacidad” (…) puede servir para faltar al respeto y subordinar a personas que encuentran satisfacción en relaciones poliamorosas?”(…) No me refiero a equiparar el matrimonio entre parejas del mismo sexo con el matrimonio plural en todos los aspectos. Muy bien puede haber diferencias relevantes que obligan a diferentes análisis jurídicos. Pero si existen, los peticionarios no han señalado ninguna. Cuando se les preguntó acerca de una unión marital plural en los informes orales, los peticionarios afirmaron que un Estado “no tiene esa institución.” (…) Pero eso es exactamente el punto: los Estados en cuestión aquí no tienen una institución del matrimonio entre personas del mismo sexo, tampoco.“Unos argumentos que se pueden aplicar también a la poligamia y al incesto
La argumentación del juez Roberts está cargada de razón. Con el romántico párrafo con que la sentencia concluye la necesidad de redefinir el matrimonio para abarcar a las parejas del mismo sexo, se podría abarcar también a las uniones polígamas. Lo mismo es aplicable a la campaña lanzada por la Casa Blanca en Twitter con el hashtag #LoveWins (el amor gana). Ayer la presidencia de EEUU lanzaba también el eslogan “love is love” (amor es amor) y Obama declaraba: “Cuando todos los estadounidenses son tratados como iguales, todos somos más libres.” Pero, si nos basamos en los argumentos amorosos manejados por esos cinco magistrados de la Corte Suprema y por la Casa Blanca, ¿no es amor también lo que media en una relación polígama? Por supuesto, cualquiera pueda cuestionarlo con la misma facilidad con que se puede cuestionar el amor entre dos personas del mismo sexo. Y quien dice una relación polígama -es decir, la unión entre un hombre y varias mujeres- puede hablar también de la poliandria (la unión entre una mujer y varios hombres) o incluso una unión incestuosa (la que se da entre miembros de la misma familia).
¿Estar contra la poligamia es odiar a los mormones o ser un racista?
Quienes manejan argumentos como los de Obama se suelen escandalizar ante estas comparaciones. La razón del escándalo es que se niegan a cuestionar lo que hoy es un tabú, igual que lo fueron hace años las parejas del mismo sexo. Por eso echan mano de descalificaciones contra quienes hacemos preguntas incómodas sobre las consecuencias de la redefinición del matrimonio. A menudo median los insultos, la atribución gratuita de prejuicios (como la “homofobia”, es decir, el odio obsesivo contra los homosexuales) o incluso acusar al que discrepa de ser partidario de algo equiparable al rechazo al matrimonio interracial; es decir, de ser un racista. Los insultos no merecen contestación. Por lo demás, ¿rechazar la poligamia es tener un odio obsesivo hacia los mormones, por ejemplo? Hay que recordar, así mismo, que el matrimonio es una institución esencialmente heterosexual porque su razón de ser es amparar la procreación y la cría de los hijos. No hay nada en la naturaleza humana que impida procrear a un hombre y una mujer de razas distintas. Sin embargo, las uniones del mismo sexo son estériles por naturaleza. Es tan absurdo considerar matrimonio a una pareja del mismo sexo como llamar anciano a un joven de 16 años o como llamar adolescente a un anciano de 70, por mucho que el joven y el anciano insistan en que no darles esa satisfacción les hace sentirse discriminados y maltratados por la sociedad. Y no, no se trata de un mera cuestión de palabras, sino de usar términos distintos para enunciar realidades distintas. Confundirlas y decir que eso no daña a la sociedad es faltar a la verdad.
La poligamia y el incesto se castigan con la cárcel en Estados Unidos
Hay que señalar que desde 1878 la Corte Suprema de EEUU ha dictado 16 sentencias contrarias al matrimonio polígamo. A causa de esas sentencias dichas uniones son ilegales en los 50 Estados. Pero no sólo eso: con dichas sentencias se prohibió también la cohabitación de uniones poligámicas y se estableció la posibilidad de usurparles la custodia de sus hijos, negándoles a quienes defienden dichas uniones el amparo a las libertades de expresión y religión, e incluso negándoles el derecho al voto y a ser candidatos a miembros de grupos que defiendan la poligamia, como refrendó la Corte para el caso de Idaho. A día de hoy, y como consecuencia de esas prohibiciones -que ya sólo podrían ser levantadas por una enmienda constitucional-, la poligamia es castigada con penas de hasta 5 años de cárcel en EEUU. En el caso de las relaciones sexuales y del matrimonio entre familiares las penas son aún más severas: el incesto se castiga con prisión de 1 a 30 años, dependiendo del Estado. A la vista de los argumentos que manejan los partidarios de redefinir el matrimonio para abarcar a las parejas del mismo sexo, el próximo paso lógico será legalizar la poligamia y el incesto. No hacerlo sería una contradicción que evidenciaría la poca credibilidad de los argumentos presentados ayer por la Corte Suprema. Apelar al tabú, sin más, es pedir que unos armarios se abran y otros tengan candados porque sí, pero ese porque sí es lo que le queda al vacío de valores que está dejando tras de sí el relativismo moral.
Una pendiente resbaladiza de graves consecuencias
En ese vacío de valores cabe cualquier cosa, por absurda que sea. Basta con que un lobby se emplee a fondo y encuentre influyentes aliados para moldear a la opinión pública e imponer sus dictados a la sociedad. Eso es lo que hizo el lobby gay, empujando a la sociedad a una pendiente resbaladiza que aún no sabemos dónde acabará. Para ese próximo paso lógico que ya he señalado -la legalización de la poligamia-, los argumentos ya los tienen (no hay ni que retocarlos), y ya hemos visto los métodos usados para criminalizar a los discrepantes. Una vez alcanzada esa meta, lo siguiente será que la ley persiga a los que defiendan el matrimonio como lo que era antes, que se adoctrine a los niños en las escuelas para que no disientan, e incluso que te echen de tu trabajo si discrepas (no me lo invento). Esto ya se está haciendo ahora mismo para que la sociedad sea obediente y que nadie se atreva a cuestionar los más que discutibles dogmas del lobby gay. Y eso a pesar de que hace años -como ocurrió por ejemplo en España- se nos decía que sólo se trataba de extender derechos y no de imponer nada a nadie: mintieron.
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