lunes, 11 de noviembre de 2013
Padre de una niña abortada
"Jamás la llevé de la mano, ni le revolví el pelo, ni le canté
canción alguna. Pero la amo igualmente": así comienza su relato, un
padre que sufre por el aborto perpetrado a su hija hace ahora 25 años.
REDACCIÓN HO.- El caso que recoge la bloguera católica Rebecca Frech muestra el sufrimiento de un padre tras el aborto de su hija. El aborto se produjo con el consentimiento común de la pareja y también en este caso los efectos sobre la conciencia son devastadores.
Rebecca estaba hablando con un "viejo y querido amigo" sobre la pérdida de su hija Bernadette, cuando ese amigo se vino abajo: "Empezó a llorar y a hablarme sobre su propia pequeña. La niña que nunca conoció y a quien ama sin reservas". Frech pidió al hombre que escribiese su testimonio de vida en silencio como "padre postaborto", y reproduce en uno de sus últimos posts la historia de esa tragedia.
El aborto se produjo en agosto de 1988
"No sé si es alta o baja, y los rasgos de su rostro existen sólo en mi imaginación. Estoy seguro de que el tono de su voz y la alegría de su risa rivalizan con el coro de los ángeles. Sus ojos, brillantes, serán castaños, tal vez color avellana. Pero todo eso me lo he perdido. Todo lo que tengo son memorias irreales de cuanto pudo haber sido".
Explica que hace veinticinco años, en el mes de agosto, esa niña a la que hoy ama "fue abortada": "Mi pequeña. Mi única hija. Una niña que agarra mi dedo hasta hoy, pero que nunca me llamará papá. Una niña que nunca sintió el abrazo protector de su padre, porque su padre le falló en el momento en el que más le necesitaba".
Arrepentido y reconciliado con Dios
El hombre que escribe esta historia habla brevemente de sí mismo, aunque afirma no ser ya el que era entonces, ese niño que asistió a un colegio católico, ese adolescente convertido "en un idiota que acudía a las fiestas a emborracharse".
Ya ha dejado atrás los "Si al menos hubiera..." o los "Debería haber hecho...": "Admito que lo que hice, lo que permití que pasara, fue un error. Me he arrepentido y cumplido mi penitencia. Estoy reconciliado con la Iglesia".
Pero "la reconciliación, aunque borra el pecado, no quita la pena": "En mi corazón hay un agujero con forma de niña, y ese agujero nunca será colmado en esta vida".
"Seguir adelante sin hablarlo con nadie es más de lo que puedo soportar", señala el padre. El síndrome postaborto también afecta a los hombres.
El amigo de Rebecca afirma que "hay muchos padres que lamentan el aborto y son incapaces de hablar de ello: la culpa, la vergüenza, la inadaptación, el haber fallado en proteger a los débiles, la soledad, el desapego, la incapacidad de establecer relaciones estables, la tensión de la que no se habla, las heridas emocionales... son pesos invisibles que acongojan sus almas. Aman a niños que existen sólo en su corazón, un amor desolado y no correspondido. Lo sé porque lo he vivido".
hazteoir.org/noticia/54223-amo-ni-que-nunca-conocer-historia-un-padre-aborto
REDACCIÓN HO.- El caso que recoge la bloguera católica Rebecca Frech muestra el sufrimiento de un padre tras el aborto de su hija. El aborto se produjo con el consentimiento común de la pareja y también en este caso los efectos sobre la conciencia son devastadores.
Rebecca estaba hablando con un "viejo y querido amigo" sobre la pérdida de su hija Bernadette, cuando ese amigo se vino abajo: "Empezó a llorar y a hablarme sobre su propia pequeña. La niña que nunca conoció y a quien ama sin reservas". Frech pidió al hombre que escribiese su testimonio de vida en silencio como "padre postaborto", y reproduce en uno de sus últimos posts la historia de esa tragedia.
El aborto se produjo en agosto de 1988
"No sé si es alta o baja, y los rasgos de su rostro existen sólo en mi imaginación. Estoy seguro de que el tono de su voz y la alegría de su risa rivalizan con el coro de los ángeles. Sus ojos, brillantes, serán castaños, tal vez color avellana. Pero todo eso me lo he perdido. Todo lo que tengo son memorias irreales de cuanto pudo haber sido".
Explica que hace veinticinco años, en el mes de agosto, esa niña a la que hoy ama "fue abortada": "Mi pequeña. Mi única hija. Una niña que agarra mi dedo hasta hoy, pero que nunca me llamará papá. Una niña que nunca sintió el abrazo protector de su padre, porque su padre le falló en el momento en el que más le necesitaba".
Arrepentido y reconciliado con Dios
El hombre que escribe esta historia habla brevemente de sí mismo, aunque afirma no ser ya el que era entonces, ese niño que asistió a un colegio católico, ese adolescente convertido "en un idiota que acudía a las fiestas a emborracharse".
Ya ha dejado atrás los "Si al menos hubiera..." o los "Debería haber hecho...": "Admito que lo que hice, lo que permití que pasara, fue un error. Me he arrepentido y cumplido mi penitencia. Estoy reconciliado con la Iglesia".
Pero "la reconciliación, aunque borra el pecado, no quita la pena": "En mi corazón hay un agujero con forma de niña, y ese agujero nunca será colmado en esta vida".
"Seguir adelante sin hablarlo con nadie es más de lo que puedo soportar", señala el padre. El síndrome postaborto también afecta a los hombres.
El amigo de Rebecca afirma que "hay muchos padres que lamentan el aborto y son incapaces de hablar de ello: la culpa, la vergüenza, la inadaptación, el haber fallado en proteger a los débiles, la soledad, el desapego, la incapacidad de establecer relaciones estables, la tensión de la que no se habla, las heridas emocionales... son pesos invisibles que acongojan sus almas. Aman a niños que existen sólo en su corazón, un amor desolado y no correspondido. Lo sé porque lo he vivido".
hazteoir.org/noticia/54223-amo-ni-que-nunca-conocer-historia-un-padre-aborto