Con este propósito, el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ha presentado en la Asamblea Nacional un proyecto de ley antimonopolio que permitiría que cualquier empresa, al margen de su tamaño, pueda ser considerada monopolio y, por tanto, sancionada o incluso confiscada, independientemente de si ha cometido una infracción o de cómo llegó a esa posición de dominio del mercado.
Además, elimina la declaración previa de interés público que se da en la normativa internacional cuando se quiere expropiar un bien privado. El texto prohíbe las fusiones y concentraciones entre empresas y deja al Estado la facultad de deshacer cualquier acuerdo entre compañías. También se arroga la capacidad de ordenar el cierre provisional de un negocio o de decomisar sus bienes y ponerlos a la venta sin demostrar previamente la existencia de una irregularidad por parte de la empresa afectada. El Estado podría disolver compañías privadas, trocearlas, ocuparlas o expropiarlas si incurren en alguna de las infracciones que marca la ley, tal y como han explicado a LA RAZÓN dos gabinetes de abogados consultados. Lo que en otros países supondría una multa, en Venezuela, si se aprueba el proyecto, podría acarrear la nacionalización. El Estado quedaría al margen del cumplimiento de la ley y por tanto sería el único monopolio permitido.
Según los expertos jurídicos consultados para este artículo, este instrumento legal aumentaría la incertidumbre jurídica y limitaría la libertad de empresa en Venezuela. En declaraciones a LA RAZÓN, la diputada opositora Vestalia Sampedro, miembro de la comisión de finanzas de la Asamblea Nacional, advierte de que el proyecto «plantea un tipo de sociedad socialista que no encaja en nuestra Constitución» y recalca «que no respeta el derecho a la propiedad privada porque fomenta la expropiación y la ocupación de empresas».
Actualmente, el Gobierno de Caracas se enfrenta a 17 procesos de arbitraje ante el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi). Muchas de estas reclamaciones proceden de compañías norteamericanas que buscan ser compensadas tras ser expropiadas. Venezuela ocupa los últimos puestos en el Índice Internacional de Derechos de Propiedad.
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