Miedo a la libertad ajena II. La educación concertada
En los últimos días hemos leído que algunos dirigentes regionales, concretamente los de Andalucía, Asturias y Galicia amenazan con quitar las ayudas educativas a los colegios concertados como si el dinero público fuera de los citados dirigentes y estos pudiera decidir gastarlo en lo que mejor le pareciera al margen de la opinión de la ciudadanía.La educación concertada resulta, en términos absolutos y relativos, más barata al contribuyente (y al dirigente que se cree dueño del dinero público). La calidad de su enseñanza es tan buena como la de cualquier centro público y encima es lo que desean los padres que llevan a sus hijos a este tipo de centros. No existen razones objetivas para querer erradicar la enseñanza concertada. Ni existen razones lógicas. Sólo se puede explicar por intereses ajenos al bienestar del contribuyente y a la buena gestión del dinero público: por motivos ideológicos.
Los que jalean este tipo de comportamientos por parte de los gestores del dinero común explican que no hay derecho a que todos paguemos un «servicio exclusivo» a los padres que eligen la concertada. Parecen no darse cuenta de que todos los contribuyentes pagamos los colegios concertados como pagamos los públicos (que precisamente gratis no nos salen), de que los padres que eligen el centro concertado también pagan impuestos y tienen derecho a que su dinero se gaste en un servicio básico que, además de ser el que desean, resulta más económico. Acerca del «servicio exclusivo», parece raro que si muchos quieren viajar a precio de autobús, se les recrimine por no viajar a precio de AVE y encima se les critique por «exclusivos».
Da la impresión de que los que quieren acabar con la concertada piensan que los niños que están en esos colegios cubren y se les pagan dos plazas, la plaza pública y la concertada por lo que, efectivamente, resultaría un abuso. Sin embargo no es así. No conozco ningún centro público con pupitres vacíos que los niños de la concertada no utilizan para duplicar el gasto yendo a otro colegio. Si no se pagan las plazas de estos niños en la concertada acabarán en la enseñanza pública donde todos igualmente pagaremos su plaza, pero más cara.
El último argumento que he oído apela a que en España hay mucha más enseñanza concertada que en otros países de Europa y por alguna extraña razón hay que imitarlos, obviando que la historia de la enseñanza en España ha estado plagada de obras sociales confesionales que llevaban la enseñanza a las clases más desfavorecidas, donde el Estado no llegaba, y que son el germen y origen de esa enseñanza paralela y complementaria a la instrucción pública de la que ahora disfrutamos.
No quiero pensar mal, pero me temo que los dirigentes que amenazan con eliminar los conciertos educativos van a convertir en elitista una enseñanza que ahora está al alcance de todos los ciudadanos, y van a impedir a los contribuyentes menos pudientes precisamente a causa de esa debilidad económica, utilizar unos servicios por los que pagan impuestos.
No quiero pensar mal, pero creo que los dirigentes que amenazan con eliminar los conciertos educativos no hacen un buen uso del dinero público. Se comportan como si fuera suyo pero, como no es suyo sino nuestro, no les importa malgastarlo y conseguir lo mismo a más precio.
No quiero pensar mal, pero me da la impresión de que si la única razón que mueve a estos gestores del dinero público es la ideológica, esto sólo puede responder al deseo de controlar completamente un ámbito básico para el futuro de un país como es la educación y del que sienten que se le escapan «flecos de difícil ideologización» perfectamente amparados por la libertad y la Constitución que nos hacer un país libre y democrático.
No quiero pensar mal, pero… ¿qué puedo pensar del que niega a los contribuyentes el servicio básico que demandan incrementando para ello el gasto público, del que niega la libertad de elegir a los ciudadanos por la vía de la insolvencia económica, del que estrangula modelos educativos paralelos y complementarios al estatal para «uniformar» (en el peor de los sentidos) y controlar completamente la enseñanza frente a la iniciativa ciudadana?
Impedir la libertad de elegir es un rasgo típico de gobiernos totalitarios que sólo aporta poder al gobernante y por el contrario, a los demás nos hace menos libres y menos diversos.
La libertad de los demás da miedo porque, muchas veces, lo que los demás quieren no es lo que el aprendiz de dictador de turno quiere imponer a todos.
Alicia Verónica Rubio Calle
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