Carta abierta a Juan José Millás
Estimado señor Millás:
Ha caído en mis manos, de forma casual, un artículo suyo publicado en
El País
el viernes 24 de Mayo, que me veo en la obligación de responder
siguiendo los consejos de ese Dios que usted define como «sin
autoestima»: enseñar al que no sabe.
La primera premisa que
ha de seguir para hacer un buen diagnóstico es conocer el problema y,
en este caso, está usted tan ayuno de conocimiento que voy a intentar
explicarle unas cuantas cosas.
Su breve artículo
consta de dos partes: en la primera mezcla de tal manera los términos,
las informaciones, la verdad y la invención, los personajes y las ideas,
que me llevaría muchos folios explicarle un poco de historia, economía,
doctrina de la Iglesia… En realidad es cultura general. Si no fuera
porque le supongo una buena persona, creería que trata de manipular al
lector mezclando reformas laborales con violadores, doctrina de la
iglesia (que es obvio desconoce) con personajes históricos de muy
variado pelaje.
Dejemos, pues, esa lamentable primera parte del artículo por simple falta de tiempo para aclararlo y vayamos al eje del asunto: explicarle
qué es la asignatura de Religión, por qué millones de padres la
queremos en los colegios y por qué es totalitario que, si usted no la
quiere para sus hijos, trate de quitársela a los nuestros.
La asignatura de
Religión no es para aprender canciones de misa: nunca lo ha sido. Si en
su caso sucedió así, que me extraña, simplemente cayó en manos de un
inhábil docente. Tampoco la religión pretende estar a la altura de
Einstein ni de la Eneida. Simplemente son ámbitos diferentes. Pretende
estar al nivel de una asignatura de valores, como podía ser Educación
para la Ciudadanía.
Porque lo
que usted ignora es que, en esa asignatura que usted confunde con Canto
Coral, se imparte una cosmovisión y unos valores que aunque usted no
comparte, compartimos una gran parte de la población española. Y esos valores son tan democráticos, legales y respetables como los que la discutida EpC trataba de imponer a todos los alumnos.
Y ahí está uno de las grandes diferencias: mientras EpC era impuesta por decreto a todos, la
Religión Católica es opcional: sólo la eligen los padres y alumnos que
quieren ser instruidos en esa concepción de la vida y la dignidad humana. No se impone a todos como usted erróneamente cree, seguramente influido por falsedades malintencionadas. Tampoco
está impuesta por la Conferencia Episcopal: es que, aunque a usted no
le conste, somos millones los padres y contribuyentes quienes exigimos
que a nuestros hijos se les eduque según nuestras convicciones, no según las suyas. Ni según las del gobierno de turno.
Y, desde luego, a los
alumnos cuyos padres no compartan esos valores, de ninguna manera
permitiríamos que se les impusiera. Para eso está la optativa en
valores. Los valores nunca están de más.
Por eso, quiero
informarle que la asignatura de Religión la pedimos los padres para
reforzar la educación en valores de nuestros hijos y, si cree que los valores no son evaluables, debió, en su momento mostrar su disconformidad con EpC. Una materia impuesta a todos de la que un compañero de mi hijo tuvo que preguntar a su tutora:
Profe, para aprobar EpC qué tenemos que poner¿ lo que pensamos o lo que pone en el libro?
Con la Religión
opcional no ha de suceder eso. La elegirán los padres e hijos que, en el
ejercicio de su libertad y sus derechos, quieren educarse en esa
concepción de la vida y la dignidad humana. Probablemente los casi ocho
millones que marcan la casilla de la Iglesia Católica para que los
impuestos vayan a sus fines sociales. Y todos sus hijos.
No
creo necesario incidir en la importancia del conocimiento de la
religión que desde hace 2000 años ha marcado profundamente, con sus
luces y sus sombras, la historia, la literatura, las artes, la filosofía
y la evolución de la ciencia en España y en Europa para comprender y estudiar estas disciplinas. Le supongo persona culta y conocedora de este dato.
Por todo ello, le ruego que revise sus palabras y que comprenda
que la asignatura de Religión no compite con Einstein ni con Virgilio:
los complementa, como cualquier educación en valores, y es voluntaria y
optativa con lo que no presenta la carga de totalitarismo e imposición
que supuso la EpC. Y no la imponen los curas, la pedimos los padres para
quienes más queremos: nuestros hijos.
Atentamente
Alicia V. Rubio Calle
PD: Acerca de la
«boutade» sobre la competencia entre Dios y Einstein usted y yo sabemos
que es imposible, aunque los motivos para llegar a tal conclusión
difieran. Por ello, no se preocupe por la autoestima de Dios. Le
garantizo que es una preocupación sin fundamento. Y seguro que, si lo
piensa, me da la razón.
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