lunes, 6 de mayo de 2013

Como ser un fascista sin serlo

El cristianismo es el mayor dique moral frente al contraculturalismo progre

Manual del Buen Progre. Capítulo 2: el principal enemigo del progre es la Iglesia

Mar 19·3·2013 · 19:34h 3
Muchos progres se dicen “antifascistas”, palabra que usan como un látigo contra el discrepante, como vimos en el capítulo anterior. Muchos también se dicen “anticapitalistas”, aunque vivan muy cómodos o incluso sean ricos gracias a ese sistema ecómico del que abominan. Lo que es muy difícil es encontrar a un progre que se diga “anticatólico”.
Manual del Buen Progre. Capítulo 1: si discrepas de la izquierda eres un ‘fascista’
No es que encontrarlo sea difícil porque el buen progre sienta respeto por los católicos (ojalá). Antes bien, el cristianismo en general -y el catolicismo en particular- es el mayor enemigo de la progresía. Pero el buen progre sabe que es un enemigo poderoso puesto que su presencia se halla en las raíces de la cultura occidental y, por tanto, se encuentra todavía fuertemente arraigado en nuestra sociedad. Siendo anticatólico, el buen progre prefiere disfrazar su actitud diciéndose “laico” -en la ignorancia de que esta palabra se usa también para referirse a los católicos seglares- o “laicista”, para así disimular una de las razones que convierten al cristianismo en la bestia negra del buen progre: la identificación de aquel con la cultura occidental, de la que abomina una progresía que desde hace décadas -y más señaladamente desde el mayo de París de 1968- ha ido perdiendo sus tradicionales referencias ideológicas para adoptar otras modas en materia de pensamiento que son capaces de rozar el disparate con tal de llevar la contraria a los principios cristianos.
Los ejes del discurso contracultural de la izquierda sesentayochista
Para la izquierda la apelación al “antifascismo” ya no resulta tan eficaz hoy en día, que ya no existen dictaduras fascistas y sí permanecen todavía dictaduras comunistas como Cuba, China y Corea del Norte. Además, desde la caída del Muro de Berlín el mundo ha tenido tiempo de sobra para comprobar que el llamado socialismo real es tan perverso y perjudicial para la vida y la libertad como lo fueron los fascismos. En cuanto al plano económico, la caída de la URSS, la conversión de parte de China en una economía capitalista y las penurias que atraviesa el régimen castrista en Cuba han dejado por los suelos a los partidarios de la economía planificada promovida por el comunismo (que no obstante intentan ahora levantar cabeza al amparo de la crisis económica que vivimos). Lo explica muy bien el Catedrático Francisco José Contreras en el libro “Nueva izquierda y Cristianismo” (Encuentro, 2011):
Privada, pues, de su proyecto clásico, la izquierda ha tenido que buscar uno nuevo, y lo ha encontrado en el magma ideológico liberacionista y freudomarxista al que propongo llamar sesentayochismo: ideología de género, permisividad sexual, aborto libre, cuestionamiento de la “familia tradicional”, hostilidad al cristianismo, pacifismo radical (“buenismo”), multiculturalismo “asimétrico” (es decir, idealización sistemática de las culturas no occidentales y denigración de la occidental), ecologismo “profundo” (deep ecology), anti-industrial y antihumanista …”
Esa izquierda sesentayochista ha ido trasladando el eje de su discurso desde la política y la economía a las cuestiones morales, y ha pasado de construir una alternativa ideológica -que tomaba como base el marxismo- a adoptar una actitud meramente contracultural, que funciona como una mera reacción, desde la raíz, contra los pilares religiosos y culturales de la cultura occidental. Por eso esta izquierda contracultural no hace tanto hincapié en los problemas económicos como en los asuntos con un mayor calado moral: bioética, educación, religión, sexualidad, familia, etc., que son los campos en los que más colisiona con el cristianismo.
Una hoja de ruta ideológica destructiva para la sociedad occidental
En todos los ámbitos citados la izquierda ha ido desarrollando una hoja de ruta que implica destruir los pilares más elementales de nuestra cultura, abalanzándose hacia una pendiente destructiva para la sociedad: frente al derecho a la vida proclama el derecho a matar (aborto) o el derecho a suicidarse (eutanasia, cínicamente presentada como “muerte digna”); frente a la libertad de educación y el derecho de los padres a decidir la formación ética y moral que desean para sus hijos, proclama la necesidad de una educación en la que el Estado decide por los padres y por los alumnos, imponiéndoles las tesis ideológicas progres (en España se ha hecho esto mediante la llamada “Educación para la Ciudadanía”); frente a la libertad religiosa se afirma el “laicismo”, no como una separación entre Iglesia y Estado, sino como un destierro de la religión de la vida pública, intentando encerrar toda manifestación religiosa en el ámbito privado; frente a la necesaria protección del matrimonio como célula básica de la familia -y por tanto de la sociedad-, se promueven políticas que facilitan las rupturas familiares e incluso las fomentan, o que adulteran la institución matrimonial para introducir absurdos antropológicos como el matrimonio del mismo sexo, incluyendo medidas destinadas a impedir toda crítica a esos absurdos; y frente a la educación en la madurez y en la responsabilidad en materia sexual, se anima a los adolescentes e incluso a los niños a experimentar la sexualidad como si fuese un juego, lo que ha disparado el número de embarazos inesperados y, con ello, el número de abortos.
La derecha política se pliega a las tesis contraculturales progres
Esta ofensiva contracultural de la izquierda en materia de valores ha ido calando entre sus tradicionales rivales políticos. Hoy podemos hablar sin duda alguna de una izquierda progre -es en ese escenario ideológico en el que la progresía capta más apoyos- pero también de una derecha progre que está adoptando el discurso sesentayochista de sus rivales. No hay que ir muy lejos para encontrar ejemplos de esta rendición de la derecha política en eso que en España se ha dado en llamar “la batalla de las ideas”, pero que no sólo es una batalla ideológica, sino también cultural. Ahí tenemos como ejemplo la ley abortista aprobada por el PSOE en 1985 y dejada intacta por el PP a pesar de su enorme coste en vidas humanas inocentes (un episodio que se repite sin que el gobierno de Mariano Rajoy haya tocado, al cabo de más de un año de gobierno, la ley abortista promovida por Zapatero y vigente desde 2010). Ahí tenemos también como ejemplo las leyes educativas socialistas (la LODE de 1985, la LOGSE de 1990 y la LOE de 2006) más dirigidas a permitir al Estado controlar la educación que a mejorar su calidad, y cuyas tesis pedagógicas progres -incluida la renuncia a la disciplina, a la cultura del esfuerzo y a la búsqueda de la excelencia- han conseguido que España se sitúe a la cabeza de Europa en fracaso escolar; leyes que el PP ha sido incapaz -o no ha tenido ganas- de cambiar. Ahí están también las leyes socialistas dirigidas a fomentar la ruptura familiar o a adulterar la institución matrimonial: el gobierno de Mariano Rajoy las ha dejado todas intactas, sin cambiar ni una coma. De hecho, en los discursos del PP ya no cuesta encontrar defensas de esas leyes socialistas, o términos de la ideología de género que las sustenta.
La resistencia: los movimientos cívicos y la Iglesia Católica
Esa permeabilidad de la derecha política a las tesis contraculturales progres ha provocado, como contrapunto, un auge de los movimientos ciudadanos que defienden los principios culturales y morales cristianos de muchos españoles que ahora se sienten políticamente huérfanos. Este fenómeno ha ido articulando una notable resistencia social frente a la hegemonía cultural progre en el ámbito de la vida pública. El caso más conocido -y que ha registrado un crecimiento más espectacular desde su aparición en 2002- es el de HazteOir.org, pero también podemos hablar de Profesionales por la Ética, el Foro Español de la Familia, la Red Madre, etc. No obstante, y pese a la cada vez mayor importancia e influencia que tienen estas asociaciones, a nivel social el mayor dique ético y moral frente a ese discurso contracultural progre es, indudablemente, la Iglesia Católica. Es por eso la que recibe los mayores ataques de la izquierda desde los ámbitos político y mediático, hasta el punto de haberse convertido en una auténtica obsesión para una progresía afanada en someter a toda la sociedad a sus dictados ideológicos y contraculturales.
Objetivo: abatir a la Iglesia para eliminar toda oposición
Precisamente la fortaleza social de la Iglesia Católica y su solidez doctrinal son, a los ojos del buen progre, motivo suficiente para considerar que todo vale para abatirla. En los últimos años hemos visto a la izquierda intentar aplicar restricciones de libertades para impedir toda manifestación de religiosidad en la sociedad -incluso suprimiendo una fiesta tan socialmente arraigada como la Navidad en centros escolares en aras del “laicismo”-, o para someter a la Iglesia a los dictados ideológicos progres incluso a base de sentarla en el banquillo ante en los tribunales, casi siempre sin éxito. Contra la Iglesia hemos visto lanzar desde cierta izquierda no sólo insultos, bulos y calumnias contra la Iglesia Católica, sino también incitaciones a quemarla. El buen progre sabe que liquidar ese dique eclesial allanaría el camino para eliminar toda oposición social a sus tesis contraculturales.
Las amistades peligrosas de la izquierda en su deriva anticristiana
En su inquina contra el cristianismo la progresía suele olvidarse de la “tolerancia” que predica para otros ámbitos o colectivos. Sin ir más lejos, es muy habitual ver al buen progre defendiendo la singularidad del Islam en aras del multiculturalismo e incluso tachando de intolerantes, “islamófobas” e incluso racistas las críticas a la religión de Mahoma. Rara vez he visto a progres tachando de misógino y homófobo al Islam, a pesar de la evidente discriminación hacia la mujer que se da en casi todos los países de mayoría islámica, y de los durísimos castigos que se dispensan en algunos de ellos a quienes han sido acusados de prácticas homosexuales (en Irán, por ejemplo, se les ahorca). Al fin y al cabo, muchos enemigos declarados de la cultura occidental y del cristianismo encuentran en el Islam una referencia religiosa importante hoy en día, y eso les hace más simpáticos a los ojos progres. Cierta izquierda ha llegado a establecer una peligrosa alianza con el islamismo radical en su rechazo a los valores occidentales y más significadamente en su rechazo al cristianismo.
Así mismo, con frecuencia ese virulento anticatolicismo conecta, en la extrema izquierda, con el rancio anticlericalismo de la vieja izquierda, que dio lugar a persecuciones religiosas tan brutales como la sufrida por los católicos en la zona republicana durante la Guerra Civil Española, unos hechos que la izquierda actual elude condenar, limitándose a atribuirlos a obra de incontrolados, cuando no se justifica sin rodeos aquellos crímenes con el argumento de que los curas, religiosos y seglares asesinados eran en realidad fascistas, con lo que vienen a establecer el peligroso argumento de que para ellos está justificada la eliminación física de cualquiera al que le impongan arbitrariamente ese sambenito.
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