CNT no puede borrar su pasado terrorista
Hace más de dos años
que quería volver a escribir sobre ese grupo residual de pasado terrorista, la Confederación Nacional
del Trabajo, las siglas bajo las que tantas personas fueron asesinadas por sus
ideas y sus creencias. Pero la
Justicia me lo impedía.
Una demanda por
calumnias e injurias me ha obligado a mantener la boca cerrada durante este tiempo mientras la CNT me acusaba de mentir acerca
de su pasado. Ahora ha llegado la sentencia. El intento inquisitorial de los anarquistas ha fracasado: han perdido el juicio.
La
CNT terrorista
En otoño de 2010
escribí en HazteOir.org lo siguiente:
“Se empieza a
conmemorar estos días del centenario de la fundación de la Confederación Nacional
del Trabajo, una organización que en el pasado, bajo el amparo de su actividad
sindical, se convirtió en una banda terrorista responsable del asesinato de
numerosas personas.
Tras la transición, la CNT volvió a la actividad
pública sin que le fueran reclamadas responsabilidades por su actividad. Sin
embargo la presencia pública de esta organización, que los partidos de
izquierda y el gobierno de la república se encargaron de exterminar físicamente
durante la guerra civil, es irrelevante en nuestros días.” (
Se inicia la conmemoración del centenario de una organización terrorista)
Por estas líneas, la CNT
presentó una demanda y el juez ordenó, a instancias del irrelevante sindicato
de pasado terrorista, “el cese inmediato
de la comunicación y difusión por cualquier medio del texto”.
CNT hoy, un grupo residual
La CNT me sentó en el banquillo y en
su demanda, el irrelevante sindicato anarquista demostró cuál es su verdadera
preocupación en la actualidad: los demandantes no incidían en exceso en la
ocultación de su pasado sangriento, que no parece preocuparles lo más mínimo, sino
en que escribiera de ellos que son una formación residual. Se trata de un
comportamiento lógico en quien no ha pedido perdón por los crímenes y las
atrocidades cometidas en el pasado.
La
CNT genocida
La CNT, como todo el movimiento anarquista, hunde
sus raíces en lo más pútrido del siglo XX:
- En el totalitarismo
que le emparenta con comunistas y nazis, los tres, hijos de las ideologías que
más víctimas han causado a lo largo de la historia de la Humanidad. Y los tres nacidos
de una misma visión demoníaca: la que sustituyó la dignidad de cada ser humano por la raza, por el partido o por
la clase social.
- En el genocidio
documentado que los anarquistas, comandados por la CNT y la FAI, practicaron durante los
años 30 del pasado siglo.
- En el terrorismo,
que constituyó su identidad durante buena parte del siglo XX, con asesinatos y
magnicidios. Vale la pena leer el artículo que Elentir escribió a propósito de
esta demanda, recordando el pasado sangriento de la CNT (¡muchas gracias, amigo!).
Se titula La
historia de la CNT y el terrorismo.
Ajenos a la viga que
cuelga de su ojo, el irrelevante sindicato CNT cree que la sociedad española
está obligada a olvidar el pasado de este sindicato del crimen y, sin haber lavado
sus ensangrentadas manos, considera que somos los demás, ciudadanos españoles
del siglo XXI, quienes hemos de ser condenados al silencio.
CNT: un caso práctico de totalitarismo
Cuando recibí la
noticia de la sentencia absolutoria recordé a mis abuelos y volví a aquella
mañana del verano del 36 que nunca viví más que a través de su relato, cuando
un grupo de la FAI
llamó a su puerta. Buscaban estampas, imágenes religiosas.
Entre los libros que
había en la casa figuraba el Manual de
las Hijas de María. Desde niña, mi abuela pertenecía a esta asociación.
Había además medallas, los misales tan habituales en la época gloriosa en que
la iglesia hablaba latín, y algunos otros objetos religiosos e imágenes. Poseer
un solo objeto de carácter religioso condenaba a su propietario. En algunos
lugares la CNT le
asesinaba. En otros le encarcelaba sin otro juicio que el instinto criminal que
alberga el ADN de la CNT.
Los anarquistas
registraron toda la casa. Las imágenes y demás objetos religiosos habían sido
ocultados precipitadamente en lo alto del armario del dormitorio principal. Uno
de los milicianos palpó por encima del mueble y se dio cuenta de que había dado
con los “peligrosos” objetos. Hubo un momento de silencio. Mi abuela y él se
miraban de hito en hito.
El miliciano no dijo
nada y salió del dormitorio. El responsable de aquel comando terrorista,
despechado al no encontrar lo que buscaban, decidió llevarse a mi abuelo, que
al fin y al cabo era de Renovación
Española y encima, católico. Demasiados delitos para la Barcelona del 36.
El Manual
de las Hijas de María
A mi abuelo lo
internaron en un campo de concentración a 500 kilómetros de su
hogar. Mi abuela y sus hijos pasarían el siguiente año buscándole por todas las
instalaciones de tortura repartidas a lo largo de la España republicana.
Cuando terminó la
guerra el miliciano que no denunció la presencia de objetos religiosos fue encarcelado y condenado
a muerte. Mi abuelo pudo sacarle de la cárcel y salvar su vida.
En mi mesilla de
noche tengo muy pocos libros. Uno de ellos es el Manual de las Hijas de María, que mi abuela conservó toda su vida.
Esta mañana, al
releer la sentencia, he pensado en las ideas que un día parecieron
triunfar y hoy son irrelevantes. Y he dado gracias a quien debo dárselas
por aquellas que siguen tan vivas como el primer día.
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