jueves, 31 de enero de 2013

Objeción de conciencia frente al aborto

Quince enfermeras de EE.UU., ejemplo de resistencia a las amenazas del aborto

  • La historia de las heroínas de Newark comienza el día en que su supervisora mostró, como un trofeo, el cuerpo del niño abortado que llevaba en la mano
REDACCIÓN HO / Faith & Justice /LifeNews.com.- Las enfermeras de un hospital de una gran ciudad nunca saben lo que les depararaá el día: casos sencillos o milagros médicos, crisis importantes o primeros auxilios menores.... Una enfermera intenta lestar preparada para cualquier cosa, pero algunas escapan la imaginación. Tal ocurrió  en el turno de Beryl Otieno Ngoje, enfermera de origen keniata en la Unidad Quirúrgica de Día de la Universidad de Medicina y Odontología de Nueva Jersey (UMDNJ), en Newark. Ocupada estaba en tareas administrativas habituales, cuando su superviosora  se le acercó excitada:
- "¡Oh, algo que acaba de suceder, no me lo creo -le decía-. Lo tengo en mi mano, lo tengo en mi mano",
- "¿Qué tienes en tu mano?", Preguntó Beryl, perpleja ante la actitud de la compañera.
- "¿Lo quieres ver?"
- "Sí".
- "Al instante me arrepentí", recuerda Beryl. La supervisora abrió la mano para revelar la forma diminuta, minúscula de un bebé, recién abortado. "Sentí como si alguien me había golpeado con algo en mi cara".
-  Beryl comenzó a llorar. 
-"Lo siento. No sabía que ibas a reaccionar así", sólo acertó a responderle la mujer.

Fue un momento que abrasó el alma de Beryl y que la siguió atormentando los días siguientes. Por la otra enfermera no era más que un compañero de trabajo, pero su manager ... con el poder de mantener no sólo un bebé nonato, pero la carrera de Beryl en la palma de su mano.
Beryl es una de las enfermeras de la unidad especializadas en medicina de emergencia y con más de quince años de experiencia, como sus amigas Fe Esperanza Racpan Vinoya, filipina, y Lorna Mendoza, con quienes pasa doce horas al día compartiendo todo tipo de situaciones. Les gusta su trabajo y están comprometidas con él. "Es un trabajo noble", dice Fe: "Todo lo que haces por los pacientes les hace sentir mejor, y me satisface ayudar a los demás". Añade Beryl: "Quieren alguien que esté ahí, y yo puedo aportar la diferencia, puedo ayudarles aunque sea un poco, y encuentro eso muy gratificante".
Amenaza de despido
En septiembre de 2011 llegó el gran problema. Hasta entonces nadie las había forzado a participar en los abortos. Pero nombraron entonces una nueva supervisora, que era la única de la planta que desde el principio sí se había unido al equipo de abortos. La mujer reunió a sus subordinadas y les conminó a participar en abortos: si ella los practicaba, no había razón para que otras no lo hiciesen. señaló. Trasladó esa petición a la dirección del hospital, y el hospital le dio la razón y convirtió esa norma en política del centro, diseñando un programa de "formación" en abortos para las enfermeras.
"Mientras trabajéis aquí, tendréis que hacerlo. Y si no, seréis despedidas o trasladadas", amenazó la supervisora a las doce enfermeras que protestaron. La gerencia del hospital la apoyaba, y aunque transigió en eximirlas de participar en abortos "salvo en casos de emergencia", definió la emergencia como el simple sangrado.
Un feto abortado en una cuña
Lorna recuerda como en una ocasión en que un paciente les había pedido una cuña, cuando se la llevaron se encontraron dentro un minúsculo niño abortado. Horrorizada, acudió a la supervisora, quien se desentendió del asunto. Lorna acudió a protestar a la subdirectora de enfermeras, quien la amenazó con el despido. Así que sabían lo que les esperaba. "Nuestro empleo pendía de un hilo", dice Beryl, "pero no vinimos a esta profesión para practicar abortos. Les dijimos que no íbamos a hacerlo, y que si eso significaba perder nuestros trabajos... Dios proveería".
Acudieron a su sindicato, que se negó a ayudarlas. Pasaron una carta de protesta a la firma entre las enfermeras, y se sumaron tres: ya eran quince. Se la dieron a la supervisora, y ésta al director de enfermería. Rápidamente se convocó una reunión para el día siguiente entre cada una de las firmantes, el equipo de partos, un representante sindical, la dirección y un "experto en ética".

Defendiendo su derecho a objetar
Ese día, alguien informó al pastor Terry Smith de la situación en la que se hallaba Fe, feligresa suya. El pastor actuó rápidamente y llamó a Len Deo, presidente del Consejo de Política Familiar de Nueva Jersey, quien dijo que se ocuparía del asunto. Llamó a su vez a Alliance Defending Freedom, cuyo jefe de abogados empezó a organizar un equipo legal que asistiera a las enfermeras en la reunión que tendrían al día siguiente con la dirección.
El gerente se encontró así con que no tenía enfrente sólo un grupo de mujeres valientes dispuestas a perder su trabajo, sino a dos peleones abogados dispuestos a que lo conservaran. El staff directivo del hospital decidió cancelar la reunión, pero los abogados dejaron claro que la su política de forzar a las enfermeras a participar en el aborto violaba tanto las leyes estatales como las federales y el derecho de sus defendidas a la objeción de conciencia, y que se estaban jugando no sólo una demanda, sino 60 millones de dólares de subvenciones nacionales.
 Durante las semanas siguientes, el ambiente que sufrieron las enfermeras en el hospital  fue " espantoso", dice Beryl: "Rezamos mucho. Era muy desagradable". Las doce se apoyaron mucho mutuamente, y les daba fuerzas una idea: "Dios es más fuerte que esto". El hospital volvió a la carga. Amenazó con contratar enfermeras dispuestas a perpetrar abortos y, como entonces sobraría trabajo, despedirlas a ellas alegando reestructuración laboral y sin que pudiesen alegar que se les forzaba a actuar contra su conciencia. Al final, la resolución fue judicial, y el juez les dio la razón a las doce heroínas de Newark, que consiguieron todo lo que habían pedido, incluso no participar en el cursillo de formación abortiva.
Síndrome postaborto
Al referirse a estos casos, comentan que a veces acuden "por el simple deseo de terminar con su estado. Son personas que llegan al médico y le dicen que no quieren ese embarazo. Mayoritariamente son adolescentes de 13, 14 o 15 años, y en muchas ocasiones vuelven. Es como un anticonceptivo".
Indica Fe: "A algunas las ves aquí cinco o seis veces. Siempre les digo: ´Rezo por ti, y espero que sea la última vez que te veo sometiéndote a esto´. Veo en sus caras que se sienten culpables, veo la culpa en su corazón. Muchas dicen: ´Sí, es la última vez´. Pero vuelven".
Y cada vez que vuelven le recuerdan a Fe su propia historia. Hace veinte años, recién llegada a Estados Unidos, se quedó embarazada. Acababa de pasar la rubeola y su médico le dijo que su sangre era peligrosa para el bebé. Le insistió en un aborto 'terapéutico'. Ni ella ni su marido querían, pero la doctora no le ofreció alternativas. Poco antes de que llegase su turno, Fe llamó por teléfono a su ginecóloga para asegurarse de que no había opciones, y la ginecóloga fue terminante. Fe abortó. "Durante mucho tiempo fui incapaz de dormir", dice: "Tardé años en aceptar que lo hecho, hecho estaba. Pedí perdón". Fe ha tenido tres niños más, pero no ha olvidado al que perdió, y por eso, cuando ve a las adolescentes llegar a su hospital para abortar, sabe "cuánto se complicarán sus vidas y cómo lo que van a hacer les perseguirá no imaginan cuánto".
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