Creo que la razón es muy simple, y es que la defensa de la vida del nonato es demasiado débil, le falta difusión y recurrir a la fuerza de los argumentos pro-vida, que son muchos. Además, es fácil matar a un ser que no se ve, pero no ya nacido.
Sabemos bien, quienes somos partidarios de la “cultura de la vida”, que la oposición al aborto provocado es por un convencimiento absoluto, de carácter netamente científico, de que la vida humana inicia precisamente con la concepción, cuando el espermatozoide de une con el óvulo para convertirse en la primera célula de una nueva persona humana, diferente de la madre.
Sabemos también que en entre los derechos humanos, el derecho primigenio, sin el cuales los demás no tienen sentido, es el derecho a la vida, y que se puede demostrar jurídicamente. Los muertos no pueden gozar de derecho alguno.
Sabemos también que el derecho a la vida de un ser indefenso está por encima del derecho de otra persona, sea a la salud o al confort; que una mujer no puede, conforme a la ley natural, anteponer su deseo de abortar a la vida de su hijo.
Sabemos también que es falso, estadísticamente hablando, que mueran tantos miles de mujeres por abortos clandestinos, y que la legalización del aborto no salva vidas, sino que por el contrario, permite terminar con las vidas de los bebés que son asesinados al abortarlos, y que también mata mujeres en un quirófano.
Sabemos muchas cosas más, pero no hemos sabido difundirlas. Hay que hacerlo. Debemos poner frente a todas las personas pensantes del mundo la verdad de las cosas, y que derivan de una fundamental: la vida de la persona humana inicia con la concepción, probado científicamente, y que su protección debe sobreponerse a cualesquiera otros derechos, reales o supuestos, de la embarazada o la sociedad.
Debemos desenmascarar a los emisarios de la muerte por el aborto, en sus torcidas acciones para forzar a los gobiernos a legitimar al aborto, y convencer a funcionarios internacionales y nacionales que deben proteger internacional y constitucionalmente la vida del concebido.
En tanto no logremos poner frente a los ojos y las mentes de la gente, sobre todo de los gobernantes y líderes de opinión, esta verdad científica y ese derecho natural a la vida humana, la cultura de la muerte ganará más terreno.