jueves, 8 de noviembre de 2012

El matrimonio gay y la libertad de expresión

Ola progre de insultos contra los que discrepamos de la sentencia del TC

La ‘tolerancia’ de la izquierda ampara a los proetarras, pero no a los conservadores

Mie 7·11·2012 20:42  
Desde que ayer se conoció la sentencia del Tribunal Constitucional avalando la Ley Zerolo, en las redes sociales ha caído una tromba de insultos procedente de las filas progres contra los que discrepamos del TC. La izquierda, habitualmente parca en argumentos, ha activado su máquina de linchar al discrepante, todo un adelanto de lo que va a suponer dicha sentencia: una merma de la libertad de expresión y la imposición de un pensamiento único que no tolera que se defienda la regulación del matrimonio vigente en España hasta 2005.
¿Prohibido defender el modelo matrimonial que mantuvo el PSOE durante 14 años?
Obvia decir que se trata de una regulación jurídica que mantuvieron tanto gobiernos de centro como de derechas e izquierdas. ¿Cierta izquierda considerará un homófobo a Felipe González por no hacer durante 14 años lo que hizo ZP nada más llegar al poder? Posiblemente no, porque al fin y al cabo en este asunto el colectivo gay no es más que un simple pretexto. Como señalé ayer, lo que le importa a la izquierda es tener una excusa para hacer marketing político e imponer sus tesis al resto de la sociedad. Y con esto me refiero a esa parte de la sociedad que podríamos denominar en un sentido amplio como conservadores.
Decían que toda idea es defendible sin violencia, pero se referían sólo a ETA
Como muestra de esto que acabo de señalar, basta con observar el contraste entre esos insultos a los conservadores y la actitud indulgente de esa izquierda progre con la izquierda proetarra, con la que comparte no poco bagaje ideológico: aborto, eutanasia, ideología de género, feminismo radical, intervencionismo estatal, desprecio por la libertad de educación, etc. Estos últimos años, paralelamente a la negociación política entre el PSOE y ETA, numerosos voceros progres se esforzaron por convencernos de que en democracia y sin violencia toda idea es legítima y ha de poder defenderse con total libertad. Por supuesto, no se referían a la defensa del derecho a la vida de los no nacidos, ni a la defensa del matrimonio como la unión de un hombre y una mujer, ni a la defensa de la libertad de educación (un derecho elemental que los progres criminalizan tachándolo de “segregación”), ni a cualquier otra tesis considerada conservadora. Antes bien, lo que querían decir con eso es que en democracia y sin violencia son legítimas las ideas de los que justificaban el asesinato hasta hace bien poco. Para esa izquierda un proetarra merece mucha más consideración que un conservador porque aquel es de izquierdas y éste no. Así de simple. Poco importa que uno se haya pasado décadas defendiendo la imposición de su ideología por medio del terror, mientras los conservadores defendíamos nuestros planteamientos por vías pacíficas, legales y democráticas. Hoy por hoy, parece que el escenario ideal para la progresía sería sacar a los etarras de las cárceles y poner en su lugar a todo conservador que se atreva a discrepar de cosas como el “matrimonio” gay o el aborto. Al tiempo.
Objetivo: acabar con toda discrepancia frente a los dogmas progres
Los insultos y el linchamiento al discrepante en la escala que estamos viendo estas últimas horas son el típico abono previo a la reclamación de medidas punitivas contra los linchados. Algunos fanáticos del lobby rosa ya han intentado sentar en el banquillo a varios Obispos con el fin nada disimulado de mandarlos a la cárcel. También han intentado censurar a medios discrepantes. En este sentido, tiene razón Ignacio Arsuaga cuando advierte que esta sentencia busca restringir libertades. No es que haga un pronóstico, sino una conclusión lógica a la vista de la pendiente resbaladiza iniciada por la Ley Zerolo. Por mi parte, no tengo intención de callarme por mucho que la izquierda intolerante recurra al insulto y al linchamiento. No pienso llamar “matrimonio” a algo que no lo es. Me niego a llamar “derecho” a matar a seres humanos inocentes. Me niego a llamar “segregación” al legítimo ejercicio de la libertad de los padres para elegir la educación que prefieren para sus hijos. No voy a hincar la rodilla -como hacen otros- ante los dogmas progres por miedo al acoso de esa izquierda mafiosa. No voy a renunciar a mi libertad para decir lo que pienso y para defender lo que considero mejor y más justo por el mero hecho de que unos estalinistas de pacotilla se pongan chulos con quienes, a diferecia de la izquierda proetarra, no compartimos el tuétano de sus patrañas ideológicas

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