Tenemos la tendencia en general, digo porque hay excepciones, a creer que nuestra manera de sentir y vivir depende de otros, cargamos la responsabilidad de nuestras emociones y hasta circunstancias en otros, ya sea aquellos con quienes vivimos, padres, pareja, hermanos, vecinos, maestros, jefes, y hasta el gobierno.
Se escuchan frases como: me haces tan feliz, me haces enojar, si tan solo hicieras esto o aquello… si el gobierno mejorara… y así se nos va la vida.
Nuestra educación tiene muchísimo que ver, la genética y hasta el clima, en la manera que tenemos de comprender el mundo. Mucho se ha concluido acerca de la gran importancia que tiene crecer y vivir aun como adultos en un hogar bien avenido, y un entorno favorable y no precisamente aquel donde no existan problemas sino aquel en el cual se sobrellevan las desavenencias y el apoyo no falta.
Creo que cuando no recibimos ese apoyo y esa palabra de aliento hecha realidad a través de acciones, vamos por el mundo sedientos buscando satisfacer esa necesidad propia de ser aceptado, reconocido, amado. Si de niño esa necesidad fue cubierta por completo, se desarrolla un adulto sano, que se sabe valorado y confiado en si mismo, capaz de hacerle frente a la vida.
Aunque de esto se habla mucho, es indiscutible que el papel de la familia en la actual sociedad a sido subestimado. Me detengo aquí por los niños. Son ellos finalmente los más afectados por el afán de prestigio de los padres en sus trabajos, por el deseo de reconocimiento a través de lo material, o todo aquello que se reconoce como meritorio.
Una sociedad que busca y busca y un esquema que luego se sigue repitiendo en la siguiente generación… Se olvida el esfuerzo callado y no reconocido, las manos anónimas que trabajan sin afán. El regazo que carga el niño dejado a su cuidado. Y con ello se olvida que la modestia protege y levanta más vidas que la más ruidosa ostentación.
¿Adonde quedaron los cantos de nana…? ¿El tiempo compartido…? es ese el que recordara el niño más que el juguete de plástico… el videojuego…
Cuando se crea el vacío no tarda en llegar el sinsentido… y el buscar y buscar sin hallar… es la búsqueda del alquimista de Paulo Coelho, que termina descubriendo que lo buscado ya lo poseía, pero, ¿quien nos ayuda a descubrir que todo lo que nos llena yace adentro? Creo sinceramente que nuestros primeros padres, luego algún maestro… Una vez hallado ese algo no hay el afán por buscarlo fuera, ni la exigencia quizá absurda hacia otros.
Creo que el principal obstáculo es reconocer que somos nosotros los únicos responsables de nuestra felicidad, de gerenciar nuestra vida, de ser felices, pero no a través de una felicidad que se trata de forjar a través de elementos o circunstancias externas que a la final no solo no podemos muchas veces controlar, sino que realmente es una carga grande el tratar de hacer a otros responsables de nuestra dicha, sino que a la vez nos eximimos de nuestra propia responsabilidad.
Ser feliz es quizá lo más atractivo que miramos en otros y que deseamos para nosotros, pero no se haya en el modo egoísta de ir satisfaciendo nuestros propios deseos sino más propiamente en ir forjando en nosotros un carácter que mejore nuestro propio auto-concepto, y pues, en la medida que ese auto-concepto sea lo más cercano a lo que realmente valoramos en un ser humano como su capacidad de grandeza, de gentileza, nobleza, por ejemplo, vamos a ser más coherentes y por lo tanto más sanos y felices.
La felicidad no es el principio propiamente, a mi modo de ver, es más bien una consecuencia de una forma de vivir la vida, de una serie de elemento que se cultivan, como paciencia, perseverancia, contentamiento aun en las carencias, mansedumbre, humildad. El hecho de saber que eres valioso, y que cualquiera puede hacer lo que haces, pero nadie lo hará como lo haces tu.
Si de niños no recibimos esa aceptación sin reservas, esa confirmación del propio valor, aun de adultos podemos encontrarla y sabernos merecedores por el simple hecho de existir, de respirar, esto es quizás de las cosas más difíciles de aprender, y también de transmitir a otra persona, encontrar el propio valor, pero creo que si tratamos de alimentar nuestro ser con las verdades fundamentales, escuchando nuestra conciencia y caminando conforme a ella, a la verdad, a la bondad, la satisfacción siempre llegará si confiamos en que todo lo que sembramos luego cosechamos, no por el vacío interés de recibir, sino de sentirnos satisfechos de actuar de manera coherente.
Como decía unas lineas atrás, la modestia, la sencillez, tienen un valor que no se nota y es que descubre lo esencial de todas las cosas… incluso de nosotros mismos, cuando nos despojamos de todo lo que nos cubre solo quedamos nosotros, una energía que brilla y una luz que es vida.
Ojala pudiéramos todos los que tenemos niños, hijos, sobrinos, y aun vecinos, ser una influencia positiva en sus vidas, que los levantemos y les permitamos encender en ellos esa chispa de vida que les permitirá ser felices y plenos, saber, que son seres valiosos.
Somos sin duda ejemplo de muchos, testimonios andantes de vida, de caídas y vueltas a levantar, de seguir y de andar.
Para mí creo que lo más hermoso es cuando descubres que tu vida no es solo tuya, es también de aquellos que de alguna manera te siguen, te miran, te esperan, aun sin saberlo hay muchos que ríen cuando ríes tu, y lloran, cuando lloras… a veces se nos olvida que somos una influencia poderosa en nuestro entorno, sin hacer bulla, sin que podamos notarlo… por ello vale la pena ser una llama que abriga… un árbol que cobija…
Flori http://florialv.wordpress.com/2012/07/20/perspectivas-de-vida
La sinfonía de la vida