lunes, 18 de junio de 2012

No a Eurovegas. No estamos en venta

¡No a Eurovegas!

Escrito el 18/06/2012 con
Simplemente así, ¡NO A EUROVEGAS! Ni en Madrid, ni en Barcelona…., ni en ningún otro lugar de España. Es evidente que esta rotunda afirmación requiere de algún argumento que la justifique o que, al menos, la haga razonable. Vamos a empezar por enumerar todos aquellos supuestos, presuntamente positivos, que los que defienden su instalación no hacen más que pregonar a los cuatro vientos como si se tratase del «bálsamo de fierabrás», capaz de aliviar nuestra ruinosa economía.
Se quiere hacer creer que su instalación reportaría no sé cuántos puestos de trabajo, hay quien dice que se podría llegar a los 200.000, entre directos e indirectos. ¿Quién ha demostrado, con suficiente solvencia y estudio de mercado que se alcanzaría esa cifra, siquiera de forma aproximada? Nadie. Sólo las declaraciones vagas de nuestros representantes políticos han dejado entrever esa posibilidad.
El señuelo de los puestos de trabajo sólo es admisible desde la desesperación y ruina en la que se encuentra España. Porque, digo yo: si es tan bueno y tanta riqueza va a reportar ¿por qué no han pugnado Suiza, Alemania o Francia, por ejemplo, para que se instale allí? ¿No será porque es en España, donde «las señoritas que fuman» son más baratas, los sueldos más bajos, los contratos más basura, precarios y temporales, en definitiva, la moralidad está más corroída y la corrupción de todo tipo, más consentida? ¿Por qué no vienen a instalarse a España, Madrid en este caso, las grandes empresas multinacionales? Esas sí traerían, como hace años lo hicieron, desarrollo, I+D+i y bienestar social y económico. ¿Dónde están FORD, MERCEDES, AUDI, MICROSOFT….y otras?
Una vez puesto de manifiesto estos supuestos además, discutibles; no está de más que, a su vez, me haga eco de unas cuantas consideraciones que ponen de manifiesto la parte negativa que a mi entender se esconde en este farragoso y poco edificante asunto. Un disparate y una equivocación que, de llevarse a cabo, traería funestas consecuencias, tanto sociales (familiares, comunitarias, etc.), como económicas, de las que tardaríamos años en recuperarnos y, lo que es peor, de las que las futuras generaciones serían rehenes y sujetos pasivos.
  • ¿Habrá que recordar a nuestros egregios mandatarios autonómicos, con nuestra Presidenta, Dª Esperanza Aguirre a la cabeza, las consecuencias sociales que se han producido en otros lugares del mundo donde se ha instalado un macro-complejo del juego como éste? Por poner unos ejemplos: Nevada, estado de la Unión donde se ubica Las Vegas, es el tercer estado con más paro e índice de criminalidad de los EEUU; Macao, gracias a estos negocios, se ha convertido en el paraíso de las mafias chinas, crimen organizado y prostitución, y uno de los lugares con mayor índice de delincuencia organizada del mundo; México está cerrando casinos; en Illinois cerraron un casino por mantener vínculos con las mafias chinas, etc. Donde se posan estos «servicios» más pronto que tarde, empiezan a aparecer delitos del más variado pelaje, desde la prostitución al crimen organizado, pasando por el tráfico de drogas o la extorsión (las películas de Hollywood sobre estos asuntos son un certificado para de este aserto). Sin olvidar la repercusión sobre el tejido productivo constituido, con destrucción y cierres de empresas que, por su proximidad a este complejo y sus derivaciones morales, pudiesen verse perjudicadas en sus actividades.
  • No podemos, como nación, caer tan bajo como para dejar que la crisis, con toda su carga de crueldad, nos haga perder la dignidad como personas y como pueblo. El perspicaz promotor, atraído, quizá, por la miseria y la corrupción presente en España (ya sea Madrid, Barcelona, Castellón o Villar del Río, ¿se acuerdan de Bienvenido Mr. Marshall?), ha podido creer que este reino, con más de mil quinientos años de historia (la Católica Hispania del rey Recaredo, nace del año 589 y se apoya en las conclusiones del III Concilio de Toledo), puede arrastrarse por el fango más deleznable. Vamos, en una palabra, que de lo que se trata es de «sacar tajada», prometiendo el oro y el moro. No podemos dejar que se tenga esa idea de un país cuya gallardía, valor y determinación nunca le han faltado, ni siquiera en las situaciones más adversas y calamitosas. A eso y para remate de la faena, sumémosle la serie de ventajas fiscales, mercantiles y de otro tipo que, al parecer, ha exigido para su implantación, como si España fuera un país tercermundista, con todos mis respetos para esos países.
  • ¿Han pensado los políticos, adalides del liberalismo económico, que NO todo es dinero y beneficio financiero? Es más, supuesto que este complejo del vicio y la amoralidad vaya a crear tantos puestos de trabajo, ¿los querrían para sus madres e hijas? Una sociedad sana debe enarbolar la bandera de los valores morales que se le han transmitido y defender a los más vulnerables de sus hijos, así como el entorno, la naturaleza y su propia cultura. También me dirijo a ciertos periodistas y economistas prestigiosos que, por encima del bien espiritual, ponen el beneficio económico, corto-placista y engañoso, y eso que se las dan de cristianos. Casualmente esta afirmación, les debería hacer más cuidadosos en sus postulados. Amigos míos, el fin nunca justifica los medios, por más que el fin sea loable que, por otra parte, una vez más digo, no tengo la impresión que sea el caso. Y todo ello siguiendo el consabido «todo vale». Podríamos, siguiendo el razonamiento de la corriente más transigente con esa «moral», pensar que como ya existe, y es bien visible, el vicio, la prostitución, el alcohol, las drogas, las mafias, etc., que más da si hacemos de España, Madrid, el centro europeo de todos esos «negocios». Como ya hay basura, pues convirtamos a España en el estercolero europeo. Propongo, llegado el caso que, como una forma más de crear empleo y «dinamizar nuestra economía» (curiosa forma de decir tener trabajo, empresas con ideas, autónomos convencidos, etc.), legalicemos todos ellos (bueno, el alcohol, ya lo está). Acabaríamos con el paro, coyuntural y estructural; aunque también, en un par de generaciones, con lo poco que queda de España como nación, libre y con unos valores que hasta hace bien pocos años tenía el orgullo de enaltecer. Y, por favor, no se me presente, como ejemplos que pueden validar lo que ahora se pretende montar, a los casinos ya existentes, ya sean en España o en países cercanos; éstos no son, en ningún caso, macro complejos hoteleros ni nada que se parezca a este engendro, del que estamos tratando de sacar a la luz toda la carga de mezquindad que lleva consigo.
  • Como cristianos, hemos de decir alto, fuerte y claro que el juego, como elemento desordenado de goce y placer, puede llegar a comportar mucho tormento, ansiedad y desengaño, arrastrando con él muchos otros males. Y no sólo lo vemos así los cristianos, sino muchas otras personas cuyos valores y ética están por encima de los del poder económico y político. No son ajenos a estos sufrimientos los obispos norteamericanos, que ya han difundido sus mensajes sobre lo que ellos conocen de primera mano y que se nos puede venir encima si no somos, como dice el Evangelio, «astutos como serpientes y sencillos como palomas» (Mt 10,16). Para finalizar me uno, de todo corazón, a la pública y clarificadora postura de algunos obispos, como el de Getafe y el de Segorbe-Castellón, que se han posicionado, clara y rotundamente, en contra del proyecto; orientación recogida, además, por la Iglesia Católica, en su Catecismo, cuando en su articulado trata el juego y sus consecuencias.
Marcos Antonio Galiana Cortés

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