El abuelo fue picador
El biznieto sigue siendo picador, y ahora corta la carretera que va a la capital para reivindicar sus derechos, que ya no son los mismos que los de su bisabuelo porque los años no pasan en balde para nadie. Los derechos del minero actual son los de alguien que vive de una subvención que le pagamos entre todos desde hace 30 años. Ahora lo que se reclama es un futuro para los hijos en el mismo pueblo, que para eso está enclavado en un verde valle rodeado de robustos montes, una especie de arcadia feliz leonesa o asturiana. Porque el oficio de minero sigue siendo muy, pero que muy perro, pero te llevas para casa un buen salario fijo, las máquinas evitan tener demasiada roña en las uñas y los horarios, gracias a los convenios colectivos, son muy llevaderos. Además, la jubilación llega pronto y en magníficas condiciones. El tataranieto, por tanto, será picador, aquí en la mina.
Los líos de la minería ya empezaron con Felipe González, y ahí siguen. Ahora, la bronca es porque les han recortado las subvenciones. No descarto que si reclaman que las ayudas europeas se vuelvan a prorrogar hasta 2018 no sea para que les llegue la prejubilación a quienes en los años 80 todavía mordían un chupete y que para esa fecha, y a poquito que se alargue, ya pasarán de la cuarentena. El carbón, una cosa muy poco ecológica, hoy sólo alimenta el 10% de la energía eléctrica que se consume en España y la producción ha bajado en los últimos 10 años un 70%. Las ayudas de papá Estado en todos estos años no han hecho sino anquilosar el sector y lo han ulcerado de tal forma que ya no sabe nadie cómo puede resolverse, porque ni se reconvierte, ni progresa, ni evoluciona, ni compite, ni nada. Treinta años perdidos allá en la mina, esperando no se sabe si a Godot o al Espíritu Santo.
Pero es la aristocracia obrera, señores, una imagen que ha pasado por los siglos del blanco y negro al color sin inmutarse y que exige la solidaridad incondicional. A un policía se le puede recortar el sueldo, igual que a un bombero, a un conductor de autobús o a uno del SAMUR, y se le puede poner a trabajar un 10% más de horas por el mismo jornal. Un taxista tendrá que dejar el taxi y ponerse de camarero, y un empleado de banca irse a la cola del paro a los 50 años o poner con la indemnización un puesto de chuches. Pero a un minero, que no necesita estudios ni un certificado de penales limpio para picar piedra, debemos comprenderle y defender su sueldo y su prejubilación, porque, a lo que se ve, 30 años no son suficientes para que comprendan que su trabajo no es útil, y que una subvención es lo mismo que una limosna.
Ya estamos tan perdidos que uno no sabe dónde está lo revolucionario y dónde lo conservador. Que Santa Bárbara nos ampare. Tralará.
http://unmundoparacurra.es/2012/06/13/el-abuelo-fue-picador