jueves, 8 de marzo de 2012

La principal víctima del aborto

Los políticos ignoran a los bebés no nacidos en el debate sobre el aborto

Hay una violencia aún peor que la sufrida por las mujeres que desean ser madres

Jue 8·3·2012 7:25  18   
Ayer Alberto Ruiz Gallardón denunció la violencia estructural que sufren muchas mujeres que quieren ejercer su derecho a ser madres. Para comprobar lo que denuncia el Ministro de Justicia basta con constatar un dato: en la mayor parte de España una mujer embarazada sólo recibe ayudas si desea abortar, pero no si desea tener a su bebé. Lo que algunos llaman “aborto libre” es, en realidad, aborto a presión, una presión que tiene a los millonarios negocios de los abortorios como sus principales beneficiarios.
Llaman ‘aborto libre’ a un marco dirigido a forzar a las mujeres a abortar
Durante muchos años el lobby abortista, que trabaja incansablemente para favorecer no los derechos de las mujeres sino los intereses comerciales de esos negocios que se lucran a costa del más elemental de los derechos humanos, ha defendido su promoción del aborto como una apuesta por el “derecho a elegir” de las mujeres, como si matar a un hijo fuese una opción. Pero no sólo afirmaba una monstruosidad ética, moral y jurídica al plantear como una posible opción algo tan monstruoso como es matar a un ser humano inocente e indefenso en etapa de vida prenatal. Ese lobby abortista no quería plantear una elección libre a las mujeres: tenía un claro interés económico en que abortaran, y promovió un marco legal enfocado a forzarlas a ello, con el único y exclusivo propósito de aumentar los ingresos de los abortorios. Es por eso por lo que los socialistas han votado una y otra vez contra toda iniciativa legal dirigida a apoyar a las mujeres embarazadas que desean tener a sus hijos. A modo de ejemplo, en Galicia en 2009 el PSOE votó contra una de esas iniciativas dando a entender que apoyar a las madres sin recursos es cosa de ultraderechistas. El año pasado una diputada socialista descalificó a las madres presentándolas como “el modelo familiar de la ultraderecha” ante otra iniciativa gallega para apoyar a las embarazadas.
En este sentido, el Ministro de Justicia no se equivoca ni exagera al catalogar esta situación como un esquema de violencia estructural: se ha limitado a valorar como es debido un escenario diseñado por unos tipos sin escrúpulos para que otros tipos sin escrúpulos se hagan ricos a costa del sufrimiento de miles de mujeres y a costa de las vidas de sus hijos. Ese escenario ha tenido como principales autores al PSOE y a sus aliados de izquierda, pero hay que decir que el PP no hizo nada por corregirlo durante el mandato de Aznar.
La principal víctima del aborto, ignorada en el debate político
Pero que sea acertada la valoración que ha hecho Ruiz Gallardón de ese escenario de violencia legalizada no debe distraernos de un detalle que ha pasado por alto, o que al menos no he visto mencionado en ninguna crónica sobre sus declaraciones de ayer. Y es que el Ministro se limitó a recordar a una de las víctimas del aborto, la mujer, pero olvidó recordar a la víctima principal, a la que sufre las peores consecuencias de esa lacra: el bebé no nacido. Cierto es que las mujeres que desean ser madres padecen una presión legal y social para que aborten, y que muchas de ellas se ven solas y discriminadas cuando deciden tener a sus hijos. Cierto es que esa violencia estructural debe ser denunciada. Pero también es cierto que en el aborto la violencia más brutal la sufre el ser humano que es matado y descuartizado.
Frente a la desvergüenza abortista, sacudámonos ya los complejos
Esto es lo que debería centrar todos los debates sobre esta cuestión, porque por encima de cualquier otra cosa, y por mucho que pretendan anestesiarnos moralmente hablando para que no nos fijemos en lo obvio, lo más trágico y grotesco es que la sociedad y las leyes acepten como algo normal y aceptable que se mate a un ser humano incapaz de defenderse y que no ha hecho ningún mal. No sólo se pretende obviar ese hecho -que muchos abortistas procuran evitar en sus referencias a estos temas, porque saben que tienen todas las de perder-, sino que algunos aún llegan al disparate irracional y anticientífico de negar la humanidad de esos seres humanos, algo digno de dementes. Ayer mismo el PSOE vinculaba la defensa del derecho a la vida con una moral religiosa exclusiva de “sectores del fundamentalismo”, como si reconocer la dignidad humana y proteger la vida de los más inocentes fuese cosa de integristas religiosos. Cuesta imaginar una declaración más sinvergüenza que ésa, pero hay que decir que debería servirnos de lección: si los cínicos que defienden el aborto muestran esa enorme falta de pudor al soltar tales burradas, ¿qué justificación tienen quienes sí creen en el derecho a la vida pero no se atreven a defenderlo en el debate público?
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