miércoles, 28 de septiembre de 2011

La verdad de la conquista de América

(...)La dureza del trabajo en las minas y obrajes _que se desarrollaba con arreglo a las técnicas del tiempo, como en todas partes_ junto a los desmanes, reales o no, cometidos durante la conquista y pacificación, constituyeron el corpus argumental antiespañol que los criollos implementaron para dar una coartada de legitimidad histórica _aunque ellos tuvieran poco de indios- a su insurrección que, básicamente, buscaba objetivos económicos y de redistribución de los poderes locales. Cuando pedían libertad, de hecho estaban reclamando libre entrada para el comercio inglés, hasta entonces colado de contrabando; y arrinconamiento del español, amén de desguace del aparato politico, administrativo y económico hispano. Y lo consiguieron. El resultado fue una atomización política y una dependencia de potencias exteriores que eran todo menos desinteresadas: Inglaterra, Estado Unidos, Francia.... cada cual a su manera, acudieron a llenar los vacíos dejados por España. Y ahí estamos tras dos siglos de independencia _y esto ya no es lógico_ se mantiene la misma retórica agresiva (...)

Como en el caso de Roma en la Península Ibérica, es imposible resumir en unos folios, ni por encima, el conjunto del esfuerzo, la racionalidad y el coste de la inmensa aventura americana: fundación de ciudades, desarrollo de actividades económicas, transplante cultural a gran escala...aunque, paradójicamente, la imagen transmitida y sustentada hace muchos años es que allí nadie trabajaba (sobre todo los españoles), nada se sabía y los únicos objetivos de los españoles eran matar indios y forzar indias. Con esta simpleza, ¿quién construyó y cómo el gigantesco legado arquitectónico virreinal, ¿por qué la población de Nueva España en 1776, año de la independencia de Estados Unidos, duplicaba a la de este país y su desarrollo económico y cultural lo aventajaba con creces?, ¿por qué el principal arsenal español del siglo XVIII no se encontraba en La Carraca, Cartagena o Ferrol, sino en La Habana?. ¿Por qué, en suma, los españoles de ambos mundos _¿recuerdan?_ no leemos más y descubrimos, con o sin colones, cuánto nos debemos unos a otros (también los peninsulares) y cuánta parte de nosotros mismos están prolongando en sus escritos Cieza de León, Concolocorvo o Féliz de Azara, algunos felizmente rescatados del olvido por allá y a él condenados por acá?. (...)
Serafín Fanjul es catedrático de la UAM
Quintus Artulus en Potosí. ABC. 26 de agosto de 2011