lunes, 1 de agosto de 2011
Indignados
Indignados verdaderamente estamos miles de ciudadanos corrientes. Indignados estamos los que cada día madrugamos para acudir al trabajo, quienes tenemos ese privilegio, o para acudir a las oficinas de empleo o recorrer empresas buscando un puesto de trabajo. Indignados están los estudiantes que cada día se esfuerzan por estudiar, por aprender, a pesar de saberse inmersos en un sistema educativo que lastra enormemente su futuro y pretende adoctrinarles. Indignados estamos los que respetamos las normas y procedimientos democráticos para cambiar las muchas cosas que no nos gustan, pero que no nos creemos con derecho a imponer nuestras opiniones a toda la sociedad.
Estamos indignados por el abismo en que casi tres decenios de normas socialistas han sumido a nuestro sistema educativo, colocándonos en los últimos puestos entre los países civilizados. Estamos,también, profundamente indignados por el desprecio absoluto hacia la vida humana que se impone con leyes injustas, transformando el aborto en un supuesto derecho y abriendo la puerta a la eutanasia. Además, nos indigna que no se reconozca el papel fundamental de la familia en nuestra sociedad como célula básica, ‘elemento natural y fundamental’ según la Declaración Universal de Derechos Humanos. Nos indigna que no se cumplan las previsiones de esa misma Declaración y de nuestra Constitución que establecen la obligación de la sociedad y los poderes públicos de asegurar ‘la protección social, económica y jurídica de la familia’.
Nos indigna enormemente que, por culpa del Presidente del Gobierno, el Tribunal Constitucional y algunos partidos políticos, Bildu esté en los ayuntamientos y que el terrorismo siga presente en instituciones que deberían estar regidas por demócratas. Nos indigna que se olvide y abandone a su suerte a las víctimas, a las que se ha humillado en muchas ocasiones en estos últimos años, empezando por la figura del, supuesto, Comisionado para las Víctimas del Terrorismo.
A muchas personas corrientes nos indigna, sobre todo, que los supuestos indignados no se indignen ante cosas trascendentales y se preocupen sólo de algunas cuestiones, importantes sí, pero no auténticamente esenciales.
Lo que ha dado en llamarse ‘indignados’ o ’15-M’ es, en mi opinión, un movimiento, y esto ya implica que no es algo espontáneo, por mucho que luego se haya ido sumando gente de modo no organizado. Creo que es repentino porque sale a la luz pública precisamente poco antes de las pasadas elecciones, supuestamente para hacer una crítica global al sistema político y para exigir, no se sabe con qué legitimidad, reformas legales, fundamentalmente contra el bipartidismo, ignorando que si en el conjunto de España tenemos ese sistema es porque los ciudadanos lo elegimos así y que en muchas comunidades y ayuntamientos están en las instituciones más de 5 grupos políticos. ¿Acaso antes del proceso electoral no había motivos de indignación? ¿Por qué permanecían entonces silentes e inactivos, habiendo ya tantas cosas que denunciar y cambiar?
Me parece parcial, pues se supone que hacen una crítica global, llena de propuestas demasiado generales y abstractas –sus manifiestos son casi como una carta a los Reyes Magos, pidiendo de todo y sin limitación, junto a otras excesivamente concretas y particulares, pero ignorando cuestiones fundamentales para el futuro de nuestra sociedad. La idea central parecía ser la crítica a los políticos -modificación ley electoral, responsabilidad, eli-minación de prebendas–, crítica que podemos compartir muchos ciudadanos, pero formulada de forma demagógica.
Es además, según mi criterio, un movimiento populista. No dicen sólo representar al pueblo, sino que dicen ser el pueblo. Conceden a sus asambleas el valor de plebiscitos: lo que digamos los que estamos aquí, seamos cuarenta o cuatrocientos, es lo que debe acatar toda la ciudadanía pues el pueblo ha hablado y todo ha sido ya discutido. No admiten crítica ni matización y por eso les molestan los medios de comunicación que hacen demasiadas preguntas y señalan sus contradicciones. Todo para el pueblo –ellos–, pero sin el pueblo –los demás, a los que se pisotean sus derechos, saltándose las leyes y normas–.
Es también selectivo. Sus protestas, teóricamente dirigidas a todos los políticos aunque salvan a algunos partidos, eligen muy bien sus escenarios: determinados parlamentos o ayuntamientos, sedes de algunos partidos en unas ciudades y no en otras. Curioso que no critiquen a los sindicatos, aunque estos están instalados en las entrañas del sistema –millones de euros en subvenciones– y gozan de las mismas prebendas y beneficios que muchos políticos.
Finalmente, creo que está interesadamente promocionado. Aunque todos los medios han sucumbido al supuesto halo idealista, romántico, revolucionario del movimiento, algunos se han dedicado especialmente a jalearlos y promocionarlos, de forma generalmente acrítica. ¿Qué hubieran dicho esos mismos medios si la toma permanente de las calles y las imposiciones e incumplimiento de las normas y ordenanzas se hubieran efectuado por otros colectivos?
Dicen estar indignados, pero no lo creo. En todo caso debe tratarse de una plácida y ociosa indignación: nadie les molesta y pueden, como si fueran liberados, dedicarse sólo a sus acampadas sin tener que estudiar, trabajar o acudir a exámenes. Lo único que están consiguiendo es indignarnos a muchos ciudadanos corrientes que para cambiar las cosas que no nos gustan trabajamos desde la sociedad civil y salimos a la calle cívica, pacífica y democráticamente para conseguirlo, luchando con razones y argumentos, utilizando los cauces democráticos y sin imponer nada a nadie ni ocupar la calle, que es de todos.
Vicente Morro López es Vicepresidente 1.º del Foro Valenciano de la Familia y Secretario de FCAPA-Valencia.