viernes, 27 de mayo de 2011

Ni perdón ni olvido

El 30 de marzo de 1976, ETA asesina al obrero VICENTE SORIA BLASCO en Placencia de las Armas (Guipúzcoa). Eran aproximadamente las ocho de la mañana y Vicente se dirigía a su trabajo en la fábrica Tornillos Ormaechea. Dos etarras le dispararon a muy corta distancia con una pistola, e inmediatamente huyeron en un coche. Mientras se alejaban, dejaron caer una granada de fabricación alemana, que no llegó a explotar porque tenía puesto el seguro. Dos horas después fue retirada por la Guardia Civil.
Vicente recibió ocho impactos de bala. Detrás de él iba otro compañero de trabajo, Aurelio Torres, que le prestó las primeras asistencias. Aurelio comentó que Vicente, herido de muerte, se sentó en un pequeño pretil que está junto a la fábrica. Cuando se acercó a él estaba sangrando y le oyó decir "me han matado, me han matado".
Después de recibir una primera cura de urgencia que le realizó el médico de la localidad, fue trasladado a la residencia sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu en San Sebastián. A la altura de Zarauz, Vicente dejó de quejarse de los dolores y, cuando llegaron a la residencia sanitaria, había fallecido. De los ocho impactos, dos de ellos le atravesaron el estómago y fueron los que le causaron la muerte.
Esa misma tarde ETA reivindicaba el asesinato en un comunicado que distribuyó en la localidad francesa de Bayona en el que, además, expresaba el firme propósito de la organización de proseguir cometiendo atentados. En esos momentos, la banda terrorista tenía secuestrado al industrial Ángel Berazadi Urbe, al que terminaría asesinando el 8 de abril, convirtiéndose en el primer secuestro de la banda que se resolvía con el asesinato del secuestrado.
Aunque familiares y conocidos de Vicente coincidieron en señalar que la víctima no tenía enemigos ni había recibido amenazas, en los días posteriores a su asesinato se dijo que Vicente tenía amigos guardias civiles.
Vicente Soria Blasco, de 48 años, había emigrado desde Ceclavín (Cáceres) al País Vasco veinte años antes de su asesinato. Estaba casado con María Martínez y tenía cuatro hijos de 4, 12, 14 y 17 años (Óscar, Juan Carlos, María Engracia y Secundino). Los fines de semana trabajaba también de portero en la discoteca Dantzari, para completar su salario.

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