sábado, 15 de enero de 2011
Mala fama
Dice mi hija, que estuvo hablando con unos chicos italianos, y le dijeron que las mujeres españolas tenemos fama de furcias. Siempre se había dicho aquello de la española "caliente", pero se refería más bien a la forma de bailar flamenco, especialmente las gitanas, con sus movimientos tan sensuales. Sin embargo, las mujeres españolas teníamos más bien fama de estrechas porque la moral imperante hace cuarenta años era la opuesta a la actual. Lo malo es que esos italianos no hablaban por hablar. Muchos europeos pasan sus vacaciones en Ibiza o en Benidorm Consideran que las mujeres españolas son fáciles debido a sus amplias experiencias en las noches de verano en cualquier lugar de costa de nuestra geografía. No es ofensa; es la realidad.
Muchas familias tienen por norma dinamitar las normas cuando llegan las vacaciones de verano. Especialmente, aquellos que tienen un apartamento en propiedad y vuelven todos los años. Sus hijos e hijas cuentan con pandillas de amigos mantenidos en el tiempo y los padres los dejan en sus manos tranquilamente, como si se tratara de la propia familia. Estos chicos hacen vida aparte de la casa. Se acuestan cuando otros se levantan, pasan las noches fuera y, practicamente, sólo ven a sus padres a la hora de comer, con suerte. No existen ninguna clase de control. Yo siempre me he negado a pasar esa clase de vacaciones, aunque sea mucho más cómodo desentenderse de todo. Los niños crecen y siguen a su aire convirtiéndose en esos jovenes alocados y esas mujeres desinhibidas que tan mala fama nos dan a todas las españolas.
Muchas familias tienen por norma dinamitar las normas cuando llegan las vacaciones de verano. Especialmente, aquellos que tienen un apartamento en propiedad y vuelven todos los años. Sus hijos e hijas cuentan con pandillas de amigos mantenidos en el tiempo y los padres los dejan en sus manos tranquilamente, como si se tratara de la propia familia. Estos chicos hacen vida aparte de la casa. Se acuestan cuando otros se levantan, pasan las noches fuera y, practicamente, sólo ven a sus padres a la hora de comer, con suerte. No existen ninguna clase de control. Yo siempre me he negado a pasar esa clase de vacaciones, aunque sea mucho más cómodo desentenderse de todo. Los niños crecen y siguen a su aire convirtiéndose en esos jovenes alocados y esas mujeres desinhibidas que tan mala fama nos dan a todas las españolas.
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