miércoles, 10 de noviembre de 2010

Sangre, sudor y lágrimas

Cuando empecé a trabajar, con mis veinte añitos, tenía una idea bastante idílica del trabajo. Siendo secretaria, me encontré con que yo allí no pintaba nada y sólo me tocaba callar y obedecer. Sin embargo, creo que es algo que todo deberían probar en algún momento de su vida. Dice mi suegra que no tenían que haber eliminado el servicio militar obligatorio, porque allí los adolescentes pasaban a madurar rápidamente y volvían hechos unos hombres. Lo que está claro es que aprendían a arreglarselas solos en un entorno hostil, fuera de la protección de sus familias, a ser autosuficientes y a no cuestionar la autoridad. No nos vendría nada mal eso ahora.

Llega un momento en la vida en que tienes que arreglartelas solo, antes o después; ya sea estudiando una carrera, aprendiendo un oficio o trabajando directamente. Lo que está claro es que no se puede vivir de las rentas de los padres (a no ser que seas Borja Thissen). El problema de parte de la juventud en España es que no quieren trabajar hasta que no aparezca el empleo de sus sueños, con un piso propio, un coche nuevo, buen sueldo y horario apropiado. Pero el mundo laboral real - especialmente hoy en día - no ofrece trabajos así para empezar. Hay que conformarse con lo que salga y, con suerte y esfuerzo, ir mejorando poco a poco de posición.