sábado, 20 de noviembre de 2010
Harry Potter: la buena literatura
Cuando se habla de escritores buenos, no se suele incluir las novelas, menos aún las consideradas literatura juvenil. Los libros que pasan a los anales de la cultura suelen ser serios, intelectuales y a menudo, ininteligibles. Son obras aptas para unos pocos lectores privilegiados que son capaces de captar sus matices, y otra gran cantidad de personas que asegurarán haberlas leído y haberlas comprendido, aunque no sea cierto. Nunca se oye decir, por ejemplo, que El señor de los Anillos sea una gran obra de la literatura universal y, sin embargo, tiene méritos sobrados para ser considerada así. Sólamente le falla una cuestión: que se trata de unas novelas del género de fantasía y, por tanto, no entran en la clasificación.
Ocurre lo mismo con Harry Potter. Considerado lectura infantil, aunque, desde luego, no es apto para niños pequeños; encierra todo un mundo de matices psicológicos y sociológicos que, ya de por sí, justifica que se considere como una saga de calidad. Pero nunca alcanzará esa categoría - no al menos en este siglo - porque se trata también de fantasía, no investiga temas históricos con más o menos acierto, no introduce opiniones políticas con algún disimulo, ni pretende modificar los valores en los que se funda nuestra sociedad. Es simplemente la historia de un adolescente, con sus inseguridades, sus complejos y sus miedos; pero con una misión en la vida: defender el bien y la justicia. Sólo por eso ya vale la pena su difusión.
Además tiene el enorme mérito de haber acercado a la lectura a millones de chicos de todo el mundo. Son unos libros que gustan igual a jóvenes que a adultos. Cualquiera puede sentirse identificado con el protagonista y sus compañeros. También subraya el valor de la amistad y el compañerismo; favorece también el arrepentimiento y el perdón. En otras palabras, toda la saga tiene un aspecto muy positivo, siendo al mismo tiempo realista e imaginativa; con mucha acción pero sin descuidar los sentimientos; una historia que te mantiene enganchado desde la primera novela hasta la última, mientras sus protagonistas y los actores que los interpretan van evolucionando como su propia vida..
Ocurre lo mismo con Harry Potter. Considerado lectura infantil, aunque, desde luego, no es apto para niños pequeños; encierra todo un mundo de matices psicológicos y sociológicos que, ya de por sí, justifica que se considere como una saga de calidad. Pero nunca alcanzará esa categoría - no al menos en este siglo - porque se trata también de fantasía, no investiga temas históricos con más o menos acierto, no introduce opiniones políticas con algún disimulo, ni pretende modificar los valores en los que se funda nuestra sociedad. Es simplemente la historia de un adolescente, con sus inseguridades, sus complejos y sus miedos; pero con una misión en la vida: defender el bien y la justicia. Sólo por eso ya vale la pena su difusión.
Además tiene el enorme mérito de haber acercado a la lectura a millones de chicos de todo el mundo. Son unos libros que gustan igual a jóvenes que a adultos. Cualquiera puede sentirse identificado con el protagonista y sus compañeros. También subraya el valor de la amistad y el compañerismo; favorece también el arrepentimiento y el perdón. En otras palabras, toda la saga tiene un aspecto muy positivo, siendo al mismo tiempo realista e imaginativa; con mucha acción pero sin descuidar los sentimientos; una historia que te mantiene enganchado desde la primera novela hasta la última, mientras sus protagonistas y los actores que los interpretan van evolucionando como su propia vida..
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