jueves, 6 de mayo de 2010

Una cura de humildad

A veces de algo malo se puede sacar una enseñanza. Después del tremendo disgusto de devolver el perro, me he dado cuenta de lo fácil que es juzgar a la ligera. Yo pensaba que aquellos que abandonaban animales eran unos monstruos y también los que los dejaban en las perreras, pero me he encontrado yo misma en una situación insostenible y he comprendido que puede haber razones para todo; aunque, por supuesto, siempre es mejor entregarlo que abandonarlo.

La verdad es que no deja de ser soberbia pensar que vas a ser capaz de solucionar los problemas, que vas a estar a la altura de las circunstancias. Luego llega la realidad y te deja hecho un trapo, pensando que te habías sobrevalorado.  Por más que quieras hacerlo todo bien, es imposible no equivocarse, es inútil querer acertar siempre. Acabarás haciéndole daño a los que más quieres, antes o después, sin remedio. El dolor que esto produce es parecido al de la muerte de un ser querido, pero no te queda más remedio que soportarlo y seguir adelante.

Ahora cuando pienso en las jóvenes que se encuentran con un embarazo inesperado de alguien a quien apenas conocen, me pongo más en su lugar. Sé lo que es sentir la desesperación de no poder seguir adelante con algo que has comenzado. Sin embargo, no es lo mismo un perro que un hijo de tu misma sangre. Por eso, es tan importante que cuenten con todos los apoyos posibles para poder seguir adelante con su embarazo, superando la angustia, la depresión y la incertidumbre.

Porque si ya es duro dejar un perro y sé que es algo de lo que me voy a sentir culpable el resto de mi vida; es mucho peor pensar que has matado a un ser humano, a un hijo tuyo. Los problemas emocionales tienen tratamiento y los de tipo social cuentan con una serie de ayudas por parte de voluntarios y ongs. que hacen una labor impagable. Por eso, aunque ahora lo comprendo mucho mejor, sigo estando convencida de que el aborto no es una solución, sino un problema mayor que el que intenta evitar.