martes, 27 de abril de 2010

El quid de la cuestión

Hace muchos años, en un lejano blog del que no quiero acordarme, escribí un post que no conservo. Hablaba sobre cómo todos somos capaces de lo peor, si nos dan un motivo lo bastante importante. Todos sabemos ir por las malas. Que les pregunten a los croatas, que se encontraron de la noche a la mañana metidos en una guerra. Pero, el mérito está precisamente en aguantarse y no dejarse llevar.

El mérito está en tener un arma, saber utilizarla y no hacerlo. Incluso, aunque sepas que puedes ser la próxima víctima. La valentía no está precisamente en abusar del poder, sino en saber moderarse y tener autocontrol. Lo fácil es crearse un enemigo generalizado y acusarle de todos los males. Lo difícil es dejar que sea la justicia la que decida de modo imparcial quien tiene la razón.

Tal vez la democracia no sea un sistema perfecto, pero es el mejor que tenemos. Tal vez el libre mercado tenga muchos defectos, pero es lo único que funciona. Siendo así, no tiene sentido oponerse al sistema, sabiendo que no existen alternativas válidas. Se puede mejorar, por supuesto, y siempre está en evolución, pero no se puede destruir a cambio de nada. Es una posición muy cómoda la de exigir el poder en nombre de una utopía.

Yo también puedo ser mucho más sarcástica, pero me modero. Los católicos también sabemos defendernos si no queda más remedio. Pero va contra la moral cristiana responder al fuego con fuego. De eso precisamente se aprovechan aquellos que nos detestan. Hace ya un año que cerré los comentarios en este blog, y siento decir que las cosas, lejos de mejorar en ese sentido, han empeorado; así que voy a seguir como hasta ahora.