miércoles, 27 de enero de 2010
El aborto discrimina a las mujeres
Aborto libre: la caja de Pandora contra las mujeres
"Existe actualmente una fuerte corriente jurídico-política “pro ampliación de derechos”, desligada del iusnaturalismo, que promueve con especial intensidad los denominados “derechos individuales” como el de “interrupción voluntaria del embarazo”. Detrás de muchos de estos nuevos “derechos individuales” (no es baladí que sus impulsores no se refieran nunca a ellos como “derechos personales” o “derechos de la persona”), tropezamos con fuertes estructuras de poder y desigualdad que a la postre se convierten en arquitecturas erigidas para la explotación del individuo y, con especial saña, del sujeto más débil. Algunos de esos derechos individuales son como lobos disfrazados de oveja, que se vuelven en contra del titular de dicho “derecho”. En España es paradójico que sea la Izquierda la impulsora de todos estos “nuevos derechos” por lo que se puede afirmar que ha dejado de cumplir la tradición histórica de la izquierda que no ha sido otra que la de denunciar cómo los derechos individualistas sirven para explotar a los débiles.
El “derecho individual al aborto” es uno de estos entramados jurídicos, pretenciosamente proclamados como liberadores, que perjudican a la mujer, poniéndola en una situación de profunda desigualdad y desamparada ante situaciones de tiranía y opresión que se pueden dar dentro de, entre otras, las estructuras familiar o afectiva, laboral y económica. La feminista radical estadounidense Catherine MacKinnon empezó a denunciar esto a raíz de la aprobación en USA del derecho al aborto en 1973 afirmando incluso que “….cada pizca de control que las mujeres ganaron [con el aborto como derecho] ha ido directamente a manos de los varones”. Veamos la razón de porqué este pretendido derecho no libera sino que oprime a la mujer.
El acceso al aborto libre, (en España de “facto” es lo que hay desde la despenalización de los tres conocidos supuestos y su fraudulenta aplicación), aliñado con otros factores, ha traído un aumento de la frecuencia del acto sexual -basta ver la estadísticas oficiales con sus datos objetivos-, dificultando que la mujer le razone al hombre, en base a las consecuencias del propio acto (el embarazo), su negativa a la práctica sexual incrementándose as gestaciones imprevistas y las enfermedades sexuales. No es infrecuente oír a jóvenes, y no tan jóvenes, afirmar que están a favor del aborto porque no les gusta usar un condón por lo que si un hombre piensa que el aborto es una opción de fácil acceso para la mujer; se podrá sentir fácilmente desvinculado de ésta, dejándola sola ante un embarazo no previsto ya que ella puede recurrir fácilmente al aborto. Si bien es cierto que algunas mujeres pueden resistir presiones y negarse a abortar, la legalización del aborto genera un círculo vicioso del que otras muchas mujeres no pueden salir.
Si la mujer puede abortar sin cortapisa alguna, el hombre se libera de cualquier responsabilidad como padre, teniendo a la mujer como elemento de satisfacción sexual y situándola en un plano de “no-igualdad”. Pero si la mujer decide tener el hijo, también aparece como perdedora puesto que si sólo ella decide dar a luz, la responsabilidad de educar al hijo habría que entender que sólo es de ella, sobre todo si el padre ha estado a favor del aborto, y además se ha ofrecido a pagar los gastos del aborto; y, en esta lógica claro está, pensará que el hijo no es su responsabilidad sino un tema exclusivo de una mujer que no ejercita su “derecho” a abortar. Si a pesar de todo, el gobierno lo obliga a pagar la pensión alimenticia, el hombre se sentirá tratado injustamente, creándose un clima social verdaderamente viciado. Del mismo modo un empresario puede reaccionar de manera igual. Si el empresario puede pagar los costos de un aborto a petición, podrá sentirse menos obligado a adecuar sus prácticas laborales a favor de la mujer embarazada o para la mujer que cuida a su hijo. Si a causa de la maternidad tiene problemas con las condiciones de trabajo, o con el horario, la situación se puede considerar como un problema “privado” que ella pudo haber evitado, como advertiría Catherine MacKinnon. La mujer pierde legitimidad para reivindicar mejores condiciones laborales y familiares.
Antes de la legalización del aborto a plazos, los hombres de alguna manera se sentían corresponsables con la mujer recorriendo, de alguna manera con ella, el trance de un embarazo imprevisto. Con la legalización del aborto, en cambio, el hombre es ajeno y sin responsabilidad alguna en el nacimiento del niño, y consecuentemente no se siente solidario o vinculado con aquella mujer que no quiera abortar ni obligado a contribuir con la manutención del niño. Se incrementará, como ha sucedido en países en que el aborto se ha despenalizado, legalizados, hace años, significativamente el número de familias encabezadas por una madre soltera.(...)
La despenalización del aborto en España y las campañas de promoción de anticonceptivos no han disminuido los embarazos imprevistos, ni las enfermedades de transmisión sexual y tras más de 25 años de esa reforma penal; esas campañas, pretendidamente liberadoras para la mujer, la violencia sexista no hace más que incrementar. El aborto libre, socialmente aceptado como un derecho, no dará solución a ninguno de estos problemas, los intensificará porque las mujeres que han abortado, abortan y abortarán lo harán, como una falsa solución rápida y aparentemente inocua, al sentirse presionadas por otras personas (las que ostentan el poder factico del que hablaba) de su círculo familiar y laboral y casi siempre abortan para satisfacer los deseos e imposiciones de quienes no quieren acoger a los hijos bien sea la pareja, la familia próxima en el caso de las menores o el entorno laboral. En los EE.UU, en que el aborto es un derecho absoluto no sometido a plazo gestacional alguno, un 64% de mujeres que abortan lo hacen presionadas por terceras personas. (“Aborto provocado y estrés postraumático” del Dr. Vincent Rue en Medical Science Monitor (2004)).
El aborto a petición expande, y a la vez esconde, la explotación de la mujer lo que se agrava en entornos de intenso machismo y de pobreza económica (ambientes que existen hoy en España con una gran incorporación de inmigrantes provenientes de países en que ambas coordenadas, machismo y pobreza, se dan conjuntamente) en que la mujer es, si cabe, mucho más débil que en entornos de más altas rentas y estudios. El aborto libre daña a las mujeres porque aumenta el poder de presión y coacción de los hombres, exceptuando ese diminuto y elitista porcentaje, a nivel mundial, de mujeres acomodadas económica y culturalmente, que son, salvo contadísimas ocasiones, las únicas voces femeninas en los organismos nacionales e internacionales. Apoyar el derecho al aborto es apoyar un “modelo de ser mujer” de las clases sociales acomodadas de los países ricos, o de sus las clases acomodadas en los países en desarrollo. Es llamativo que en España las grandes promotoras de esta ley de aborto a plazos hayan sido, además de los millonarios industriales del aborto, una serie de ministras no integrantes, precisamente, de estratos sociales bajos o deficitarios culturalmente.
Y no deja de inquietar, abundando en la anterior idea, que quienes están promoviendo a nivel internacional el libre acceso al aborto como liberación de la mujer sean asimismo colectivos, fundaciones y asociaciones de países ricos, muchas veces fuertemente subvencionadas por esos mismos Estados y por altas instituciones internacionales, grupos todos que a su vez son dirigidos por mujeres de buena posición económica e intelectual que no representan a la mayoría de las mujeres del planeta. Es una forma soterrada de colonialismo.
Con el aborto libre, el marido, el amante, la familia, o el empleador puede señalar con el dedo a la mujer como la irresponsable que permitió la existencia de un ser humano no querido por uno de ellos. La mujer otra vez sola y abandonada frente a la caja de Pandora".
Iñaki Urién
"Existe actualmente una fuerte corriente jurídico-política “pro ampliación de derechos”, desligada del iusnaturalismo, que promueve con especial intensidad los denominados “derechos individuales” como el de “interrupción voluntaria del embarazo”. Detrás de muchos de estos nuevos “derechos individuales” (no es baladí que sus impulsores no se refieran nunca a ellos como “derechos personales” o “derechos de la persona”), tropezamos con fuertes estructuras de poder y desigualdad que a la postre se convierten en arquitecturas erigidas para la explotación del individuo y, con especial saña, del sujeto más débil. Algunos de esos derechos individuales son como lobos disfrazados de oveja, que se vuelven en contra del titular de dicho “derecho”. En España es paradójico que sea la Izquierda la impulsora de todos estos “nuevos derechos” por lo que se puede afirmar que ha dejado de cumplir la tradición histórica de la izquierda que no ha sido otra que la de denunciar cómo los derechos individualistas sirven para explotar a los débiles.
El “derecho individual al aborto” es uno de estos entramados jurídicos, pretenciosamente proclamados como liberadores, que perjudican a la mujer, poniéndola en una situación de profunda desigualdad y desamparada ante situaciones de tiranía y opresión que se pueden dar dentro de, entre otras, las estructuras familiar o afectiva, laboral y económica. La feminista radical estadounidense Catherine MacKinnon empezó a denunciar esto a raíz de la aprobación en USA del derecho al aborto en 1973 afirmando incluso que “….cada pizca de control que las mujeres ganaron [con el aborto como derecho] ha ido directamente a manos de los varones”. Veamos la razón de porqué este pretendido derecho no libera sino que oprime a la mujer.
El acceso al aborto libre, (en España de “facto” es lo que hay desde la despenalización de los tres conocidos supuestos y su fraudulenta aplicación), aliñado con otros factores, ha traído un aumento de la frecuencia del acto sexual -basta ver la estadísticas oficiales con sus datos objetivos-, dificultando que la mujer le razone al hombre, en base a las consecuencias del propio acto (el embarazo), su negativa a la práctica sexual incrementándose as gestaciones imprevistas y las enfermedades sexuales. No es infrecuente oír a jóvenes, y no tan jóvenes, afirmar que están a favor del aborto porque no les gusta usar un condón por lo que si un hombre piensa que el aborto es una opción de fácil acceso para la mujer; se podrá sentir fácilmente desvinculado de ésta, dejándola sola ante un embarazo no previsto ya que ella puede recurrir fácilmente al aborto. Si bien es cierto que algunas mujeres pueden resistir presiones y negarse a abortar, la legalización del aborto genera un círculo vicioso del que otras muchas mujeres no pueden salir.
Si la mujer puede abortar sin cortapisa alguna, el hombre se libera de cualquier responsabilidad como padre, teniendo a la mujer como elemento de satisfacción sexual y situándola en un plano de “no-igualdad”. Pero si la mujer decide tener el hijo, también aparece como perdedora puesto que si sólo ella decide dar a luz, la responsabilidad de educar al hijo habría que entender que sólo es de ella, sobre todo si el padre ha estado a favor del aborto, y además se ha ofrecido a pagar los gastos del aborto; y, en esta lógica claro está, pensará que el hijo no es su responsabilidad sino un tema exclusivo de una mujer que no ejercita su “derecho” a abortar. Si a pesar de todo, el gobierno lo obliga a pagar la pensión alimenticia, el hombre se sentirá tratado injustamente, creándose un clima social verdaderamente viciado. Del mismo modo un empresario puede reaccionar de manera igual. Si el empresario puede pagar los costos de un aborto a petición, podrá sentirse menos obligado a adecuar sus prácticas laborales a favor de la mujer embarazada o para la mujer que cuida a su hijo. Si a causa de la maternidad tiene problemas con las condiciones de trabajo, o con el horario, la situación se puede considerar como un problema “privado” que ella pudo haber evitado, como advertiría Catherine MacKinnon. La mujer pierde legitimidad para reivindicar mejores condiciones laborales y familiares.
Antes de la legalización del aborto a plazos, los hombres de alguna manera se sentían corresponsables con la mujer recorriendo, de alguna manera con ella, el trance de un embarazo imprevisto. Con la legalización del aborto, en cambio, el hombre es ajeno y sin responsabilidad alguna en el nacimiento del niño, y consecuentemente no se siente solidario o vinculado con aquella mujer que no quiera abortar ni obligado a contribuir con la manutención del niño. Se incrementará, como ha sucedido en países en que el aborto se ha despenalizado, legalizados, hace años, significativamente el número de familias encabezadas por una madre soltera.(...)
La despenalización del aborto en España y las campañas de promoción de anticonceptivos no han disminuido los embarazos imprevistos, ni las enfermedades de transmisión sexual y tras más de 25 años de esa reforma penal; esas campañas, pretendidamente liberadoras para la mujer, la violencia sexista no hace más que incrementar. El aborto libre, socialmente aceptado como un derecho, no dará solución a ninguno de estos problemas, los intensificará porque las mujeres que han abortado, abortan y abortarán lo harán, como una falsa solución rápida y aparentemente inocua, al sentirse presionadas por otras personas (las que ostentan el poder factico del que hablaba) de su círculo familiar y laboral y casi siempre abortan para satisfacer los deseos e imposiciones de quienes no quieren acoger a los hijos bien sea la pareja, la familia próxima en el caso de las menores o el entorno laboral. En los EE.UU, en que el aborto es un derecho absoluto no sometido a plazo gestacional alguno, un 64% de mujeres que abortan lo hacen presionadas por terceras personas. (“Aborto provocado y estrés postraumático” del Dr. Vincent Rue en Medical Science Monitor (2004)).
El aborto a petición expande, y a la vez esconde, la explotación de la mujer lo que se agrava en entornos de intenso machismo y de pobreza económica (ambientes que existen hoy en España con una gran incorporación de inmigrantes provenientes de países en que ambas coordenadas, machismo y pobreza, se dan conjuntamente) en que la mujer es, si cabe, mucho más débil que en entornos de más altas rentas y estudios. El aborto libre daña a las mujeres porque aumenta el poder de presión y coacción de los hombres, exceptuando ese diminuto y elitista porcentaje, a nivel mundial, de mujeres acomodadas económica y culturalmente, que son, salvo contadísimas ocasiones, las únicas voces femeninas en los organismos nacionales e internacionales. Apoyar el derecho al aborto es apoyar un “modelo de ser mujer” de las clases sociales acomodadas de los países ricos, o de sus las clases acomodadas en los países en desarrollo. Es llamativo que en España las grandes promotoras de esta ley de aborto a plazos hayan sido, además de los millonarios industriales del aborto, una serie de ministras no integrantes, precisamente, de estratos sociales bajos o deficitarios culturalmente.
Y no deja de inquietar, abundando en la anterior idea, que quienes están promoviendo a nivel internacional el libre acceso al aborto como liberación de la mujer sean asimismo colectivos, fundaciones y asociaciones de países ricos, muchas veces fuertemente subvencionadas por esos mismos Estados y por altas instituciones internacionales, grupos todos que a su vez son dirigidos por mujeres de buena posición económica e intelectual que no representan a la mayoría de las mujeres del planeta. Es una forma soterrada de colonialismo.
Con el aborto libre, el marido, el amante, la familia, o el empleador puede señalar con el dedo a la mujer como la irresponsable que permitió la existencia de un ser humano no querido por uno de ellos. La mujer otra vez sola y abandonada frente a la caja de Pandora".
Iñaki Urién