jueves, 12 de noviembre de 2009
El muro de Berlín y el capitalismo
"Decir que todas las ideas son responsables es una barbaridad. No es responsable el racismo, el fascismo, el antisemitismo, el capitalismo... La banca, la ideología bancaria es la menos respetable". Guillermo Toledo. (Supongo que guarda su dinero debajo del colchón...)
Algunos han empezado a decir que el capitalismo no funciona, cuando lo cierto es que es el sistema natural que regula las sociedades humanas desde hace miles de años. En el momento en que alguien fabrica algo y otro es cazador, por ejemplo, e intercambian sus productos, ahí tenemos la base del sistema de libre mercado capitalista. Lo que ha ocurrido ahora no es culpa de Bush o de Aznar o de los ricos, como quieren hacernos creer. Es culpa de todos aquellos que cayeron en el consumismo en los tiempos de las vacas gordas. También es culpa de las medidas internacionales que bajaron el precio del dinero, haciendo posibles las llamadas "hipotecas basura".
Hace veinte años, los intereses bancarios estaban en el 16% y aún así te pedían avales para conceder un crédito. La decisión de los bancos de conceder hipotecas y créditos personales a gente que no podía pagarlas produjo un agujero financiero que está en la base de la crisis que sufrimos. En cierto modo, se puede decir que es culpa de los bancos, sí, pero de su exceso de buena voluntad.
Querer extrapolar de eso que el sistema capitalista ha fracasado es una aberración. Cuando existe libertad es lógico que las personas se equivoquen y que a algunos les vaya mejor que a otros. Un mercado que se autoregula tiene periodos de ganancias y de pérdidas, pero lo normal es que se recupere pronto. Sin embargo, cuando los gobiernos intentan intervenir y organizar las cosas a su manera lo normal es que todo el sistema se colapse, tal como pudo comprobarse en los países socialistas.
La caída del muro de Berlín y todo el telón de acero sacó a la luz la realidad de un sistema político y económico que, no sólo causaba la pobreza de la mayoría de la población, sino que además atentaba contra los derechos humanos más básicos. No podemos olvidar la lección de la historia, que demuestra que la ideología no debería nunca imponerse al sentido común y la voz de la experiencia.
Algunos han empezado a decir que el capitalismo no funciona, cuando lo cierto es que es el sistema natural que regula las sociedades humanas desde hace miles de años. En el momento en que alguien fabrica algo y otro es cazador, por ejemplo, e intercambian sus productos, ahí tenemos la base del sistema de libre mercado capitalista. Lo que ha ocurrido ahora no es culpa de Bush o de Aznar o de los ricos, como quieren hacernos creer. Es culpa de todos aquellos que cayeron en el consumismo en los tiempos de las vacas gordas. También es culpa de las medidas internacionales que bajaron el precio del dinero, haciendo posibles las llamadas "hipotecas basura".
Hace veinte años, los intereses bancarios estaban en el 16% y aún así te pedían avales para conceder un crédito. La decisión de los bancos de conceder hipotecas y créditos personales a gente que no podía pagarlas produjo un agujero financiero que está en la base de la crisis que sufrimos. En cierto modo, se puede decir que es culpa de los bancos, sí, pero de su exceso de buena voluntad.
Querer extrapolar de eso que el sistema capitalista ha fracasado es una aberración. Cuando existe libertad es lógico que las personas se equivoquen y que a algunos les vaya mejor que a otros. Un mercado que se autoregula tiene periodos de ganancias y de pérdidas, pero lo normal es que se recupere pronto. Sin embargo, cuando los gobiernos intentan intervenir y organizar las cosas a su manera lo normal es que todo el sistema se colapse, tal como pudo comprobarse en los países socialistas.
La caída del muro de Berlín y todo el telón de acero sacó a la luz la realidad de un sistema político y económico que, no sólo causaba la pobreza de la mayoría de la población, sino que además atentaba contra los derechos humanos más básicos. No podemos olvidar la lección de la historia, que demuestra que la ideología no debería nunca imponerse al sentido común y la voz de la experiencia.
Etiquetas:
bancos,
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derechos humanos,
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