miércoles, 23 de septiembre de 2009

La experiencia es la madre de la ciencia

A veces he leído artículos protestando por ejemplo de los blogs, donde la gente opina sobre cualquier tema sin tener conocimientos probados. Incluso dicen que deberíamos ser periodistas. Sin embargo yo soy defensora de la escuela de la vida. Cuando ya se tiene mi edad, cuarenta y tres años, y te has pasado el tiempo siendo observador más que actor de las vidas ajenas, hay situaciones que conoces de lejos. Por ejemplo, no creo que el médico sepa mejor que yo si mis hijos tienen un catarro o algo más serio, porque por desgracia tengo experiencia sobrada sobre sus enfermedades. También sobre relaciones de pareja a mi alrededor y problemas entre padres e hijos. Realmente creo que no hay tema de la vida sobre el que no tenga una biblioteca completa atesorada en mi mente. Si además se trata de una persona a la que conozco ya de antiguo, a la cual he visto en sus buenos momentos y los malos y repetir las mismas pautas una y otra vez, no es de extrañar que suponga que tengo ya alguna autoridad para aconsejarla.

Sin embargo, sería mucho más cómodo y más agradable para mí dedicarme a seguirle la corriente a cada uno y dejar que tropiecen una y otra vez en la misma piedra, y tal vez luego encontraría la satisfacción interna de saber lo que iba a suceder. Pero es inmoral ver un problema, pensar que comprendes las causas y los remedios y no hacer nada, limitarte a disfrutar del espectáculo. Aprender a vivir es la asignatura más difícil que existe y no se estudia en los libros, aunque algunos puedan ayudar. Se aprende con la experiencia propia y ajena. Algunos por desgracia parecen empeñados en no aprender nunca. El tiempo pasa inexorablemente y cuando quieren darse cuenta es demasiado tarde para remediarlo. Es como si ves subir al coche a un conductor borracho y no le dices nada..., ¿de quién es la culpa si se estrella? Tuya. Yo no puedo cargar con eso sobre mi conciencia.