domingo, 14 de junio de 2009
El pasado
Cuando se han vivido más de cuatro décadas, no sé si es un problema mío o generalizado, pero se van perdiendo muchos recuerdos. De mis primeros veinte años, me temo que sólo me acuerdo de momentos determinados, pero no el día a día. Me parece mentira pensar que he vivido en casa de mis padres hasta los ventidos y, cuando yo me casé quedaban dos hermanos todavía solteros. De los años anteriores, cuando estábamos todos en casa apenas me queda una imagen fija.
A veces pienso que no valen la pena tantos esfuerzos que hago porque mis hijos sean felices, se lleven bien y tengan experiencias agradables. Ya no se acordarían de los viajes que hemos hecho juntos si no fuera por los cientos de fotos que guardo. Si se perdieran los videos caseros, no quedaría ya testimonio de tantos días en familia. Entonces parecía que el tiempo pasaba muy despacio y ahora parece que fue hace un siglo.
Es curioso esto de la percepción del tiempo. Cuando era adolescente creía que mi vida iba a ser una sucesión de días semejantes y un año se parecía al anterior y al siguiente. Ahora me gustaría poder volver atrás un rato y recuperar la juventud de mis padres y la relación con mis hermanos, que es casi inexistente. Pero lo que dejas atrás se ha perdido. Sólo quedan los recuerdos que a veces te parecen de otra persona u otra vida.
Duele pensar que algún día, dentro de diez o de veinte, también este tiempo que estoy disfrutando con mi marido y mis hijos en familia será algo inalcanzable, perteneciente al pasado y cubierto de la neblina del tiempo. Aún así, siempre guardaré un recuerdo más definido que mis hijos. Su presente ocupará toda su atención y es bueno que así sea. Sólo espero que encuentren todavía un rato para nosotros.
Qué decir de aquellos que simplemente ya no están. Tengo siempre la impresión de que es un sueño y que siguen viviendo en sus casas, donde yo podría visitarles si quisiera. Nunca te haces a la idea de que han muerto. Tu cabeza lo sabe, pero tu corazón se niega a creerlo. Al menos tengo el consuelo de la fe y mi alma sigue sintiendo su presencia. La familia es lo único que da sentido a la vida.
Música: Oasis. Wonderwall
A veces pienso que no valen la pena tantos esfuerzos que hago porque mis hijos sean felices, se lleven bien y tengan experiencias agradables. Ya no se acordarían de los viajes que hemos hecho juntos si no fuera por los cientos de fotos que guardo. Si se perdieran los videos caseros, no quedaría ya testimonio de tantos días en familia. Entonces parecía que el tiempo pasaba muy despacio y ahora parece que fue hace un siglo.
Es curioso esto de la percepción del tiempo. Cuando era adolescente creía que mi vida iba a ser una sucesión de días semejantes y un año se parecía al anterior y al siguiente. Ahora me gustaría poder volver atrás un rato y recuperar la juventud de mis padres y la relación con mis hermanos, que es casi inexistente. Pero lo que dejas atrás se ha perdido. Sólo quedan los recuerdos que a veces te parecen de otra persona u otra vida.
Duele pensar que algún día, dentro de diez o de veinte, también este tiempo que estoy disfrutando con mi marido y mis hijos en familia será algo inalcanzable, perteneciente al pasado y cubierto de la neblina del tiempo. Aún así, siempre guardaré un recuerdo más definido que mis hijos. Su presente ocupará toda su atención y es bueno que así sea. Sólo espero que encuentren todavía un rato para nosotros.
Qué decir de aquellos que simplemente ya no están. Tengo siempre la impresión de que es un sueño y que siguen viviendo en sus casas, donde yo podría visitarles si quisiera. Nunca te haces a la idea de que han muerto. Tu cabeza lo sabe, pero tu corazón se niega a creerlo. Al menos tengo el consuelo de la fe y mi alma sigue sintiendo su presencia. La familia es lo único que da sentido a la vida.
Música: Oasis. Wonderwall