martes, 5 de mayo de 2009

Segundas partes

Muchos matrimonios no resultan porque no ponen de su parte, y algunos aunque pongan todo de su parte. El problema es que no te casas con una persona, sino también con sus padres, hermanos y amigos de la infancia. Los psiquiatras saben que, cada experiencia buena o mala que se ha vivido en los primeros años de vida, determina la manera en que vas a reaccionar más adelante ante algún estímulo similar. Sólo eso ya complica mucho la convivencia. Pero luego está también las relaciones sentimentales anteriores. Cuanto más y más complejas hayan sido las parejas que precedieron a la actual, más difícil será que la persona confíe en su nueva relación y esté dispuesto a entregarse de forma incondicional.

La gente tiende a repetir los mismos comportamientos aún conociendo las consecuencias y a evitar situaciones que les resultan familiares, sin tener en cuenta que el cambio de protagonistas hace que el final también varíe. Cuando la relación anterior ha sido otro matrimonio y especialmente si hay hijos por medio, es casi imposible empezar de cero. Esa experiencia, con todo lo positivo y lo negativo, estará siempre presente en las nuevas parejas que se puedan encontrar. Por eso, los separados habitualmente no consiguen mantener parejas estables y, cuando las tienen, son temporales. Es raro que acaben sus vidas casados. Mi hermano se ha vuelto a separar.

Cuando digo que es mejor evitar complicarse sentimentalmente con alguien a quien apenas se conoce, siempre pensáis que me refiero al sexo, y también. Pero sobretodo porque la relación sexual supone un nivel de intimidad y de implicación emocional que sólo se debería alcanzar con el menor número de personas posible. Cada pareja te va cambiando aunque no quieras; a algunos hasta niveles en que apenas se les reconoce; y hace que cada vez te resulte más difícil encontrar a alguien que encaje en un puzle de personalidades tan complejo. Por eso es preferible también elegir a alguien que no cargue con mucha historia sentimental a sus espaldas. No es nada fácil librarse del peso de los recuerdos.