viernes, 1 de mayo de 2009

Porque yo lo valgo

Hace unos años leí una entrevista que me llamó la atención. Una señora sorda de nacimiento exigía que todos los niños en los colegios aprendieran el lenguaje para sordos. Ella no se consideraba una minusválida, sino un tipo de persona diferente, como otra raza. Según eso, debería ser obligatorio poner dieta para celiacos en todos los comedores, lo mismo que para los alérgicos a la lactosa, aunque sean, tal vez, un uno por ciento de la población. Es cierto que el estado tiene la máquina de hacer dinero, pero la realidad es que sus ingresos vienen principalmente de nuestros impuestos y, si se acaba, pide créditos internacionales, cuyos intereses también hay que devolver.

Es imposible subvencionar a todas las minorías. Siguiendo con la idea, los musulmanes que viven en España querrían tener colegios y hasta piscinas exclusivas. Según eso, los chinos también podría reclamar un templo budista en cada ciudad española. Por cierto, que pasará a los anales de la historia el día que un país pidió perdón a sus invasores por haberles echado. Espero que no piensen devolverles Granada. Un estado no puede gobernar para las minorías porque es un gasto insostenible. Yo misma podría declararme ahora "minoría a contracorriente" y exigir mis derechos y mi subvención. En el momento en que se admite una excepción, se admiten todas.

Además, por ser mujer puedo alegar mi discriminación ancestral. No importa el hecho incuestionable de que una mujer con una media de cinco hijos no tuviera posibilidad de desarrollar ninguna profesión. No le hubiera quedado más opción que renunciar al matrimonio o a la maternidad, como fue el caso de madame Curie. Cuando todo el mundo reclama sus derechos y nadie está dispuesto a ceder en absoluto, está claro que el sistema no es viable.

Otro ejemplo: a ver qué sentido tiene que en el Parlamento Europeo tengan que gastarse un dineral en traducir los documentos al catalán, gallego y vasco; cuando teóricamente todos entienden el castellano. Así va a ser imposible arreglar la situación económica. La vaca del estado se ha quedado sin leche y si seguimos exprimiéndola vamos a acabar con ella. Pero todos queremos nuestra subvención.