viernes, 8 de mayo de 2009

Los extremos se tocan

Estaba sentada en una terraza junto a una mesa con dos parejas y cuatro niños. Una niña de unos cinco años se dedicaba a sacar los palillos de sus envoltorios y tirarlos al suelo. Entonces su madre la ve y le dice: eso no se hace. Recoge los palillos del suelo. Hasta ahí, bien. El problema es que la niña le contesta que no quiere, los padres se ríen y los palillos se quedan en el suelo. Y yo, indignada, tengo que resistir la tentación de decirles algo porque sé que no va a servir de nada y sólo me voy a llevar un disgusto. Comimos fuera y en el restaurante, en la mesa de al lado daba la casualidad de que se encontraban un grupo de personas de ideología opuesta a la nuestra. Al principio su conversación no nos gustaba. No podíamos evitar oirla porque hablaban bastante fuerte. Pero llegó el momento en que empezaron a hablar del tema de la educación de los hijos y resulta que sus opiniones eran calcadas de las mías, en el sentido de que los padres tenían que tener autoridad y exigir a los niños y no darles todos los caprichos sin más.

No me extraña porque ya sé que los extremos se tocan. Las personas que tenemos las ideas claras solemos coincidir en este tema. Sin embargo, hay una contradicción muy evidente: que han sido ellos los que promovieron el cambio de las leyes que había para aumentar los derechos de los niños y disminuir la autoridad de los padres y profesores. Sin embargo, al pasar de la teoría a la práctica se dan cuenta de que dentro de la familia tiene que haber unas normas o de otro modo los hijos no tienen referentes, no se esfuerzan, no respetan y acaban completamente perdidos. Entonces también me daban ganas de hablar con ellos y preguntarles cómo es posible que estando de acuerdo vayamos por caminos opuestos. Tal vez sería más fácil razonar con ellos que con aquellos que se encuentran en el espacio fantasma llamado centro. Me refiero a los que intentan agradar a todo el mundo porque en el fondo les da igual. En la vida, como en el amor, no hay nada peor que la indiferencia.

Música: Leave out all the rest. Linkin park