sábado, 4 de abril de 2009
Paz de espíritu
La Cuaresma y la Semana Santa se supone que son tiempo de reflexión sobre tu vida y a eso me he dedicado yo los últimos días. A veces me pregunto por qué me molesto en llamar la atención sobre los problemas que a mí no me afectan, gracias a Dios. Por ejemplo, ahora que está claro que un treinta por ciento de los jóvenes españoles no van a tener el graduado escolar, lo cual es imprescindible para cualquier tipo de oposiciones. No se trata de que no tengan título universitario. No creo que todo el mundo tenga que ser diplomado.
Sin embargo, mi hijo mayor ya tiene su título. Los tres me acaban de entregar unas notas de evaluación con medias de siete, ocho y nueve respectivamente. Tal vez debería relajarme porque, a mí que más me da si los demás no aprueban: menos competencia para mis hijos. Yo me he dedicado en cuerpo y alma a ellos estos años, me he preocupado de todas sus dudas y sus dificultades (no es que no las tuvieran), mientras otros padres se han desentendido completamente. Me temo que tiene poco arreglo.
Yo he peleado mucho con ellos para que hubiera respeto y consideración en casa, aún dejándoles la iniciativa en temas menores. Hemos controlado sus amistades, sus relaciones. Hemos ido a contracorriente en temas de moda, de horarios y de costumbres. Cuando me cuentan que muchos de sus compañeros están alcoholizados o toman drogas, no pienso que sea culpa de los chicos, sino de sus padres y de esta sociedad que promueve el placer inmediato. Yo llevo veinte años casada y algunos de mis hermanos más de treinta. Si las parejas ya no saben relacionarse tampoco es algo que debería preocuparme.
No es que piense bajar la guardia, porque nunca se sabe lo que te deparará la vida, pero creo que he hecho los deberes, mientras otros se dedicaban a vivir el momento. Apenas viajamos, no salimos a comer o cenar, no gastamos más de lo imprescindible, pasamos mucho tiempo juntos y no nos callamos cuando es necesario aclarar algún tema importante. Nos implicamos con la iglesia, con las obras sociales y, cuando digo que no necesito más, es la pura verdad. No me compensa meterme en debates sin sentido con personas que sólo buscan su propio interés personal a costa de lo que haga falta. Intento disfrutar cada minuto como si fuera el último.
Soy feliz abrazando a mis hijos (en casa, no en la calle.:), sabiendo que confían en nosotros, hablando con nuestros familiares y apoyando las causas que creemos que merecen la pena. La vida es demasiado valiosa para desperdiciarla en malos rollos. Así que mi cese temporal de comentarios (como diría la infanta) se va a convertir en un cese definitivo. La verdad, tampoco parece que os haya importado mucho en general... Seguiré escribiendo, pero no relacionándome. Espero que os vaya bien a todos.
Sin embargo, mi hijo mayor ya tiene su título. Los tres me acaban de entregar unas notas de evaluación con medias de siete, ocho y nueve respectivamente. Tal vez debería relajarme porque, a mí que más me da si los demás no aprueban: menos competencia para mis hijos. Yo me he dedicado en cuerpo y alma a ellos estos años, me he preocupado de todas sus dudas y sus dificultades (no es que no las tuvieran), mientras otros padres se han desentendido completamente. Me temo que tiene poco arreglo.
Yo he peleado mucho con ellos para que hubiera respeto y consideración en casa, aún dejándoles la iniciativa en temas menores. Hemos controlado sus amistades, sus relaciones. Hemos ido a contracorriente en temas de moda, de horarios y de costumbres. Cuando me cuentan que muchos de sus compañeros están alcoholizados o toman drogas, no pienso que sea culpa de los chicos, sino de sus padres y de esta sociedad que promueve el placer inmediato. Yo llevo veinte años casada y algunos de mis hermanos más de treinta. Si las parejas ya no saben relacionarse tampoco es algo que debería preocuparme.
No es que piense bajar la guardia, porque nunca se sabe lo que te deparará la vida, pero creo que he hecho los deberes, mientras otros se dedicaban a vivir el momento. Apenas viajamos, no salimos a comer o cenar, no gastamos más de lo imprescindible, pasamos mucho tiempo juntos y no nos callamos cuando es necesario aclarar algún tema importante. Nos implicamos con la iglesia, con las obras sociales y, cuando digo que no necesito más, es la pura verdad. No me compensa meterme en debates sin sentido con personas que sólo buscan su propio interés personal a costa de lo que haga falta. Intento disfrutar cada minuto como si fuera el último.
Soy feliz abrazando a mis hijos (en casa, no en la calle.:), sabiendo que confían en nosotros, hablando con nuestros familiares y apoyando las causas que creemos que merecen la pena. La vida es demasiado valiosa para desperdiciarla en malos rollos. Así que mi cese temporal de comentarios (como diría la infanta) se va a convertir en un cese definitivo. La verdad, tampoco parece que os haya importado mucho en general... Seguiré escribiendo, pero no relacionándome. Espero que os vaya bien a todos.
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