jueves, 23 de abril de 2009

Marcas blancas

Creo que ya escribí sobre este tema en el otro blog. Si hay algo a lo que no debemos renunciar nunca es al sentido común. La sabiduría popular mediante el refranero dice aquello de: nadie da duros a cuatro pesetas. Cuando una marca acepta fabricar productos para otros bajo otro nombre, y venderlos más baratos, evidentemente baja también la calidad. Porque de otro modo estaría haciéndose la competencia desleal a sí mismo. La gente pensaría: si es tan bueno como X, ya no voy a comprar más que el barato, naturalmente.
Yo compro en un hipermercado francés, donde siempre ha habido poca variedad de productos, la verdad, pero ahora ya no tienen casi más que su propia marca. Para buscar otras, tengo que ir a pequeñas superficies. Cuando la gente compra productos de marca blanca seguramente sí se ahorra bastante dinero, pero sale ganando una empresa que se lleva el beneficio a su país. Por otra parte, a veces la diferencia de calidad afecta a los ingredientes principales del producto. Por ejemplo: los turrones de hipermercado tienen más azúcares y menos almendras.

Pero también puede ocurrir que sean perjudiciales para nuestra salud, porque sustituyen los aceites por grasas hidrogenadas, y el azúcar por fructosa, que sale más barato. Así que cuando el gobierno se dedica a aconsejarnos que compremos estos alimentos, están perjudicando a la industria nacional, a nuestra salud e incluso al medio ambiente. A veces el ahorro consiste en no ser tan cuidadoso con los materiales de embalaje y los residuos. Aunque realmente el problema es que el mercado libre funciona como un ecosistema donde las injerencias externas sólo solucionan un problema a costa de crear otros.
Lo que hay que mantener en España, igual que en otros países europeos, es la calidad de los productos. Basta viajar hacia el norte para comprobar que la carne, la verdura e incluso los dulces son bastante más naturales en otros países que en el nuestro. Al menos, en lo que se refiere a las grandes ciudades. Cuando se compran los mismos productos, o incluso el pan, en un mercado de pueblo, se nota mucho la diferencia. Lo que realmente abarataría la cesta de la compra sería no tener que traerla a través de grandes distancias, sino potenciar la ganadería y agricultura de cada región. Eso sí que mejoraría al mismo tiempo la calidad y el precio.

Renunciar a las marcas españolas sólamente perjudica a los trabajadores de esas empresas que, probablemente tengan que reducir plantilla o cerrar alguna fábrica. Cosa que, por supuesto, nadie hace por gusto, sino para evitar que se arruine la empresa y tenga que dejar a todos los trabajadores en la calle. Así que no tiene mucho sentido seguir gastando dinero en cosas innecesarias y luego querer ahorrar en lo más importante: en la calidad de los productos, que puede afectar a nuestra salud.
Música: fuego en el fuego.