domingo, 26 de abril de 2009

El botellón

El invento más absurdo que ha alumbrado este siglo y parte del anterior. No sé quién sería la persona que tuvo la brillante idea de que las copas estaban caras y era mejor comprarlas en el supermercado. Quien quiera que fuera tiene la culpa de que tengamos una juventud alcoholizada en los porcentajes mayores de Europa.

En tiempos (parezco una abuelita), te buscabas la vida y, si te daba para una copa, te la tomabas y si no, bebías cerveza, o la compartías con alguien. Así, naturalmente, bebíamos combinaciones variadas. El calimocho, vino barato con coca cola, no lo he probado pero debe estar malísimo. Pero no importa, porque es barato, y estos chicos que gastan 60 euros al mes sólo en mensajes de móvil, no pueden permitirselo. A nadie se le ocurrió pensar en las miles de personas que vivían del negocio de los bares nocturnos y que no sé cómo habrán sobrevivido a esta moda, pero me imagino que habrán tenido que cerrar muchos.

Además, resulta que ya no es suficiente animarse un poco: hay que seguir bebiendo hasta acabar al borde del coma etílico (qué divertido). Otra consecuencia es que, si no van a los bares, tampoco pueden entrar a hacer pis. Por suerte, no me tocó esta época porque yo no aguanto nada. Así que, no hay problema, muchos lo hacen en la calle. La suciedad de todo tipo sólo la tienen que soportar los que viven en la zona, que no son ellos. Parece ser que parte de la gracia consiste en pasarse la botella. No sé si se creen que el alcohol mata todos los virus, pero no es cierto, y tiene mucho que ver con la epidemia de herpes y demás infecciones que hablaba el otro día.

Que las calles de noche estén habitadas por gente que ha bebido demasiado, no deja dormir a los vecinos y no sabe lo que hace, es sólo una consecuencia más de la moda del botellón. Cuando surgió, se podría haber evitado fácilmente, pero ahora no hay quien lo pare, como tantas cosas. Ya sé que muchos lo practicáis, pero a mí no me preocupan tanto los jóvenes, sino por supuesto los adolescentes, que son los que acaban sufriendo las peores consecuencias. Todavía me pregunto qué tendrá de malo estar calentito en un bar en invierno, y fresco con el aire acondicionado en verano. Y además sentado. Yo, es que soy una antigualla.

Música: gold. Spandau ballet