viernes, 27 de marzo de 2009
Déjà vu
Cuando empecé en esto de los blogs públicos, recuerdo que escribí un artículo sobre la especulación inmobiliaria, diciendo que no me parecía bien eso de comprar por diez y vender por veinte. Me contestaron que cada cual hiciera negocio como quisiera.
También escribí mucho sobre la pareja, la necesidad de fijarse en las cosas que nos unen y no estar siempre compitiendo por el poder. Me dijeron que era una machista.
Escribí sobre los hijos, sobre el peligro de darles todos los caprichos y no enseñarles el valor del esfuerzo. Dije que en el futuro no serían capaces de arreglarselas solos. Me llamaron agorera.
Dije que me sentía discriminada por ser ama de casa, madre de familia numerosa y religiosa. Me contestaron que eran imaginaciones mías, que no pasaba nada.
Me dijeron que era una aguafiestas, por estar siempre pintándolo todo negro, que la economía iba muy bien y todos éramos muy felices y para qué estropearlo con vaticinios funestos.
He visto cómo se han ido confirmando todos mis temores. El otro día alertaban sobre que en España existe ya una "generación enferma", formada por adolescentes alcoholizados y drogadictos, que no han sido capaces de aprobar la Eso, y acostumbrados además a un nivel de vida que no podrán mantener en el futuro, lo cual degenera en frustración y violencia. Las consecuencias las estamos viendo cada día.
Resulta que tenemos un divorcio cada cuatro minutos y, teniendo en cuenta que la mayoría de las parejas ya no se casan, significa que los matrimonios sí que están en peligro de extinción. Aunque sólo sea a nivel económico, un país de separados es complicado de mantener. Luego están las consecuencias a nivel emocional especialmente para los hijos.
La burbuja inmobiliaria explotó y con ella todo el sistema económico basado en el enriquecimiento rápido. Ahora es fácil echarle la culpa a los bancos y las grandes empresas, pero casi todos estuvimos implicados de una manera u otra. Vivir por encima de nuestras posibilidades, viajar a crédito, invertir en vivienda. Todo estaba muy bien entonces.
Ahora soy una apestada por seguir defendiendo a la Iglesia, por hablar en favor de la familia y del derecho a la vida. Ahora he tenido que retirarme del debate porque algunos no me respetaban.
Tengo una sensación de "déjà vu" muy molesta. Es terrible estar viendo los problemas venir, sabiendo que nadie te va a escuchar, que no puedes hacer nada por evitarlos. Pero al menos no se me puede reprochar que no lo haya intentado una y otra vez.
También escribí mucho sobre la pareja, la necesidad de fijarse en las cosas que nos unen y no estar siempre compitiendo por el poder. Me dijeron que era una machista.
Escribí sobre los hijos, sobre el peligro de darles todos los caprichos y no enseñarles el valor del esfuerzo. Dije que en el futuro no serían capaces de arreglarselas solos. Me llamaron agorera.
Dije que me sentía discriminada por ser ama de casa, madre de familia numerosa y religiosa. Me contestaron que eran imaginaciones mías, que no pasaba nada.
Me dijeron que era una aguafiestas, por estar siempre pintándolo todo negro, que la economía iba muy bien y todos éramos muy felices y para qué estropearlo con vaticinios funestos.
He visto cómo se han ido confirmando todos mis temores. El otro día alertaban sobre que en España existe ya una "generación enferma", formada por adolescentes alcoholizados y drogadictos, que no han sido capaces de aprobar la Eso, y acostumbrados además a un nivel de vida que no podrán mantener en el futuro, lo cual degenera en frustración y violencia. Las consecuencias las estamos viendo cada día.
Resulta que tenemos un divorcio cada cuatro minutos y, teniendo en cuenta que la mayoría de las parejas ya no se casan, significa que los matrimonios sí que están en peligro de extinción. Aunque sólo sea a nivel económico, un país de separados es complicado de mantener. Luego están las consecuencias a nivel emocional especialmente para los hijos.
La burbuja inmobiliaria explotó y con ella todo el sistema económico basado en el enriquecimiento rápido. Ahora es fácil echarle la culpa a los bancos y las grandes empresas, pero casi todos estuvimos implicados de una manera u otra. Vivir por encima de nuestras posibilidades, viajar a crédito, invertir en vivienda. Todo estaba muy bien entonces.
Ahora soy una apestada por seguir defendiendo a la Iglesia, por hablar en favor de la familia y del derecho a la vida. Ahora he tenido que retirarme del debate porque algunos no me respetaban.
Tengo una sensación de "déjà vu" muy molesta. Es terrible estar viendo los problemas venir, sabiendo que nadie te va a escuchar, que no puedes hacer nada por evitarlos. Pero al menos no se me puede reprochar que no lo haya intentado una y otra vez.
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divorcio,
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generación enferma,
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