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sábado, 12 de febrero de 2011
Veinticinco años
Es el tiempo que pasé sin ir a misa habitualmente. Lo dejé sobre los quince años y no volví hasta la Primera Comunión de mi hija pequeña. Después de eso me he resarcido yendo muy a menudo. Digamos que fue por una mezcla de pereza y falta de motivación. Llega el momento en que repites una retahila de fórmulas sin pensar y eso resulta muy aburrido. A partir de los cuarenta años, aproximadamente decidí no volver a la Iglesia si no era para enterarme de todo lo que decía el sacerdote y ser consciente de su significado. Todavía me cuesta. Hay días en que el pensamiento se va a temas intrascendentes y me sorprendo a mí misma planificando el menú de la comida; así que tengo que hacer un esfuerzo extra de concentración.
Sin embargo, tengo que decir que va funcionando; tanto que el año pasado celebré mi Confirmación y ahora voy a catequesis dos veces al mes. La religión, como todo lo que importa, necesita también dedicación y estudio. No basta con dejarse caer por la iglesia de vez en cuando o en ocasiones especiales. Eso sólo sirve para cubrir el expediente y acallar la conciencia. Recomiendo a los que me leen y aún van a misa, que prueben a pensar realmente todo lo que se dice durante la liturgia. Y sobretodo, querría pedir, una vez más, que aquellos que no tienen el menor interés en el tema, se abstengan de llevar a sus hijos a hacer la Primera Comunión y de casarse por la Iglesia. A mí no me gusta el futbol y no se me ocurriría ir al estadio a ver un partido.
Sin embargo, tengo que decir que va funcionando; tanto que el año pasado celebré mi Confirmación y ahora voy a catequesis dos veces al mes. La religión, como todo lo que importa, necesita también dedicación y estudio. No basta con dejarse caer por la iglesia de vez en cuando o en ocasiones especiales. Eso sólo sirve para cubrir el expediente y acallar la conciencia. Recomiendo a los que me leen y aún van a misa, que prueben a pensar realmente todo lo que se dice durante la liturgia. Y sobretodo, querría pedir, una vez más, que aquellos que no tienen el menor interés en el tema, se abstengan de llevar a sus hijos a hacer la Primera Comunión y de casarse por la Iglesia. A mí no me gusta el futbol y no se me ocurriría ir al estadio a ver un partido.
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martes, 28 de diciembre de 2010
No seáis tibios
Eso le decía el Ángel a una de las primeras iglesias cristianas en una lectura del Apocalipsis. La tibieza viene a ser también la enfermedad de los cristianos actuales. En España, la mayoría de los niños siguen haciendo la Primera Comunión, más por una cuestión de rito social que por convencimiento. La mayoría de los matrimonios también siguen siendo por la Iglesia; lo cual no impide que, pasado un tiempo, se divorcien e incluso se vuelvan a casar por lo civil con otras personas. El cristianismo actual es absolutamente tibio. Está mediatizado por la moda, la costumbre y lo políticamente correcto. De ese modo, hemos pasado a ser poco más que católicos de carnet. (Que sólo tienen un certificado).
Pero ese cristianismo que no da la cara y no se compromete es a veces más dañino que el mismo agnosticismo. Da una imagen de cara a la sociedad de personas hipócritas, cuyos valores dependen de las circunstancias. A veces, pienso que más valdría que fuéramos la mitad de católicos pero más consecuentes. Un cristiano puede ser socialista, siempre que sea moderado, es decir, socialdemócrata. Pero un buen católico no puede aceptar en nombre de una ideología la adopción de niños por parte de parejas homosexuales; ni mucho menos, el aborto o la eutanasia. Esas cuestiones son absolutamente incompatibles con la pertenencia a la Iglesia, y no negociables, porque afectan a la familia y a la vida.
Pero ese cristianismo que no da la cara y no se compromete es a veces más dañino que el mismo agnosticismo. Da una imagen de cara a la sociedad de personas hipócritas, cuyos valores dependen de las circunstancias. A veces, pienso que más valdría que fuéramos la mitad de católicos pero más consecuentes. Un cristiano puede ser socialista, siempre que sea moderado, es decir, socialdemócrata. Pero un buen católico no puede aceptar en nombre de una ideología la adopción de niños por parte de parejas homosexuales; ni mucho menos, el aborto o la eutanasia. Esas cuestiones son absolutamente incompatibles con la pertenencia a la Iglesia, y no negociables, porque afectan a la familia y a la vida.
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